Mr. Bone

Prólogo

La sangre corría cuan lago sediento de desgracias y la minúscula e infeliz luz transito hasta conjugar un aroma a muerte.

El demonio se meció de un lado al otro, dejando a la deriva ilusiones sin camino ni forma. Y, así, tal cual, las gaviotas alzan vuelo y las presas se esconden en las cuevas de los depredadores, busco refugio fuera de su alcance. De ahí, centro la atención en el barullo intrínseco; y, entre las zonas débiles de su cerebro, oyó el ruidillo inclinado al lado derecho del tímpano y la sinfonía mordaz mientras el líquido viscoso esculpía un voluminoso tumor sanguinario.

El espacio le pareció desconocido; lo noto lúgubre; sin embargo, insertado en imágenes tocas y deformes de los recuerdos de su pasado, calculo el anuncio premeditado. Su cerebro circunvalado quebró y la sustancia toxica e incolora se desprendió; lo libero.

Mr. Bone se levantó del suelo, limpiando manchas de barro húmedo de costados anversos de los pantalones parduscos. Entreabrió los parpados hasta definir las figuras frente a él; los arboles gruesos y viejos aguardaban mensajes inicuos, el viento nocturno sucumbía ante el débil, los animales permanecían sumidos a base de miedo y las nubes dibujaban letras legibles: alabanzas en pos de la venida del seguidor del mismísimo hijo de El Supremo; el diablo; el príncipe de las tinieblas y acreedor de almas perdidas en medio de la desolación humana.

Una diminuta gota de plasma, y acompañada del vicio del placer, se deslizo, lentamente, alrededor de los pómulos agrietados a causa del frío. Su dorso marcado y ensoñador abarco la llama del fuego y el rostro perfectamente moldeado supuso el nacimiento, de entre las espesas miradas de los demonios tras los arbustos verdosos, del más cruel demonio de las sombras andantes.

Después, cuando Mr. Bone diviso el cielo estrellado, cubierto de alborotados velos color gris, El Supremo allego su gruesa voz desde el infinito infierno.

--- El día ha llegado. El momento ha llegado. Y, tu, mi creación eres el elegido --- retumbo.

Las formas oscuras, delgadas, de ojos gruesos y saltones, vestimenta rasgada y aspecto antropomorfo, celebraron la resucitación del seguidor: Mr. Bone. El, no solo era una de las tantas almas perdidas regocijadas al demonio; sino, aquel que entrego su espíritu y cuerpo al servicio de El Supremo sin vacilaciones o arrepentimientos; pero, lejos de recordar su pasado, y las aventuras en el plano terrenal, avivaba recuerdos vagos y, que producto del paso de los años, estos se tornaban opacos y chispeados de círculos negros.

Mr. Bone giro a un ángulo de noventa grados, encontrándose frente a los espesos arbustos. No sentía miedo; pues, esa era su casa. No desde hoy; también de épocas remotas; donde su lado humano dominaba y la cubierta fingida era odiada por los que decían amarlo. Miro, particularmente, al denso arbusto tras él; las hojas de esta adquirían, conforme al tiempo transcurrido, un tono rojizo con finas hileras amarillas. Es decir, el bosque se tornaba rojo y el suelo, ya destruido, tembló.

--- ¿Quién soy? --- le grito a El Supremo.

El rey de las tinieblas, estando, aun, en el paraíso infernal, sonrió y su risa se expandió por los rincones de la foresta. Pese, a no hallarse presente, la energía oscura se percibía desde muy cerca, siendo posible inhalar el olor tupido. Físicamente, El Supremo destilaba belleza innata: ojos azules clarísimos, piel clara, cabello largo y negro, complexión fornida y seductores labios carnosos; no obstante, cuando la furia arribaba, las lenguas de fuego lo transformaban en la vil representación de su interior. En otras palabras, el diablo mostraba su verdadera apariencia como, quizá, no descubriría ante sus víctimas.

--- ¡Quién eres! --- carcajeó y a la par sostuvo un manojo de uvas verdes ----. Tú, quien cedió todo lo suyo para ser salvado, eres Mr. Bone; hijo de la maldad y primogénito del linaje real. Habiendo actuado a favor de tu voluntad, se te es grato recibir la bienvenida al ejército del bando enemigo; los que, siguiendo mis pautas, luchan en contra de El Creador.

Mr. Bone se removió el cabello y, por segunda vez, cayó sin más. Luego, advirtiendo los rostros demoníacos en su entorno, fregó espacios sensibles del semblante. Al caer a cuenta de la situación, dudo en reiteras ocasiones, si debía proseguir la conversación. Ya que, para Mr. Bone, los hechos comparaban a las pesadillas nocturnas y librarse dependería de su respuesta.

--- ¿Mr. Bone? --- presiono la cabeza con ambas manos y eliminando restos de gotas saladas ---. ¿Es un juego? --- el fantasma respiro con total descontrol ---. ¿Quién soy? ¿Por qué no recuerdo nada? ¿Dónde estoy? ¿Es un sueño?

El supremo volvió a reír.

--- Tu nombre es Mr. Bone y eres mi esclavo. Cumplirás mis órdenes hasta que tu deuda se salde y, entonces, la libertad será eternamente tuya.

No comprendía.

--- ¿Por qué estoy aquí?

--- Porque tú me lo pediste; porque tu quisiste.

Nuevamente, no comprendía.

El viento le golpeo tempestivamente; pero, por alguna razón, no lo apreciaba. Al contrario, si minutos antes conmemoraba temor y cierta incapacidad para reparar el desdén, ahora yacía en el olvido. Nada de lo que sucedía cobraba sentido. Nada tenía sentido.



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En el texto hay: demonios y mentiras

Editado: 16.03.2019

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