Capítulo 1: La carpeta
Presente
El aroma a vainilla y mantequilla llenaba cada rincón de Dulce Suzy, la pastelería que Suzy Ahn había construido con sus propias manos. Era un espacio cálido, con paredes color crema, estanterías de madera clara y una vitrina que exhibía tartas, galletas y pasteles decorados con precisión casi artística. En la esquina, una pequeña pizarra anunciaba el especial del día: Pastel de fresa con crema batida de lavanda.
Suzy se encontraba en la cocina, concentrada en decorar un pastel de cumpleaños. Era para una niña de ocho años que había pedido un diseño de arcoíris con unicornios. Tenía la manga pastelera en mano, el cabello recogido en un moño desordenado, y una playlist de jazz suave sonando de fondo. El mundo exterior podía estar en llamas, pero ahí dentro, todo era dulce y ordenado.
Hasta que sonó la campanita de la puerta.
Suzy no levantó la vista de inmediato. Estaba terminando de delinear los ojos del unicornio con glaseado negro, y cualquier distracción podía convertirlo en un monstruo.
—Ya voy —dijo en voz alta, sin mirar.
Pero no hubo respuesta.
Cuando finalmente salió al área de atención al cliente, se encontró con un hombre alto, de traje gris, con gafas oscuras y una carpeta negra en la mano. No era un cliente habitual. No tenía cara de querer pastel. Tenía cara de querer problemas.
—¿Suzy Ahn? —preguntó con voz firme.
—Depende. ¿Está aquí por el pastel o por otra cosa?
El hombre no sonrió.
—Soy Bryan Becker. Manager de Jackson Hall.
Suzy se quedó quieta. El glaseado en sus dedos empezó a endurecerse.
—¿Jackson está bien? —Fue lo primero que preguntó con un tono de urgencia en la voz, nunca había venido el manager de Jackson, así que, al ver que Bryan esta ahí no le da nada de paz.
Bryan no respondió de inmediato. En lugar de eso, colocó la carpeta sobre el mostrador y la abrió. Dentro, había fotografías. Muchas. Algunas impresas, otras recortadas de revistas. Todas mostraban a Suzy y a Jackson juntos: en la feria local, comiendo algodón de azúcar, riendo en los juegos mecánicos, caminando por la playa con los zapatos en la mano.
Suzy frunció el ceño.
—¿De dónde sacó esto?
—De internet. De paparazzis. De revistas de chismes. De cuentas de fans. De donde sea que la gente haya decidido que ustedes dos son algo más que amigos.
Suzy se cruzó los brazos.
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
Bryan la miró como si fuera una ecuación que no terminaba de resolver.
—Jackson está en medio de una tormenta mediática. En las últimas semanas, varias mujeres han hecho declaraciones anónimas diciendo que él las contactó, las sedujo, y luego desapareció. Lo pintan como un manipulador, mentiroso y un mujeriego sin escrúpulos.
Suzy sintió una punzada en el pecho. Conocía a Jackson desde que ambos tenían segundos de vida. Había estado con él en sus momentos más vulnerables, en sus triunfos, en sus caídas. Sabía que tenía defectos, pero también sabía que no era el monstruo que describían.
—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?
Bryan empujó la carpeta hacía ella.
—Estas fotos están circulando. La gente está especulando. Algunos dicen que tú eres “la verdadera novia”. Otros dicen que eres “la próxima víctima”. Y otros, los más ruidosos, dicen que eres “la tapadera”.
Suzy parpadeó.
—¿La tapadera?
—Sí. Que estás fingiendo ser su amiga para protegerlo. Que eres parte del juego.
Suzy soltó una risa seca.
—Eso es ridículo.
—Tal vez. Pero en este negocio, lo ridículo se convierte en verdad si se repite lo suficiente.
Bryan cerró la carpeta con un golpe seco. Haciendo que Suzy parpadeara unas cuentas veces.
—Por eso estoy aquí. Necesito que te alejes de Jackson. Al menos por un tiempo. Que no lo veas, que no lo menciones, que no publiques nada con él. Que desaparezcas de su vida como un fantasma.
Suzy lo miró como si acabara de pedirle que borrara su infancia.
—¿Está Jackson de acuerdo con esto?
Bryan dudó por unos segundos.
—No lo sabe. Pero es lo mejor para él. Para su carrera. Para su imagen.
Suzy se apoyó en el mostrador, sintiendo cómo el calor del horno se mezclaba con el frío de la conversación.
—¿Y si digo que no?
Bryan se quitó las gafas. Sus ojos eran grises, frios y calculadores.
—Entonces estarás en el centro del huracán. Y créeme, no quieres estar ahí. Los medios no tienen piedad. Ya están buscando tu dirección, tu historial, tus redes. Si no cooperas, te convertirás en el blanco.
Suzy apretó los dientes. No por miedo, sino por rabia. ¿Cómo podía alguien pedirle que abandonara a su mejor amigo justo cuando más lo necesitaba?