Capítulo 10: La carta y la llamada
El cielo estaba gris cuando Jackson y Suzy regresaron a la pastelería. La entrega había sido un éxito, pero la calma era frágil. El aire tenía ese peso que precede a una tormenta, y Suzy lo sentía en la piel.
Jackson estacionó frente al local. Suzy bajó primero, con las llaves en mano. Pero al acercarse a la puerta, se detuvo.
—¿Qué es eso? —murmuró.
—¡Claro que tiene que ver! ¡Desde que apareció, tu vida se ha ido al infierno!
Jackson sintió cómo las palabras se clavaban como agujas.
—No digas eso.
—¡Eres una decepción! ¡Una vergüenza para esta familia! ¡Tu padre no quiere ni verte!
Jackson cerró los ojos. Las lágrimas comenzaron a brotar, silenciosas.
—Mamá…
—No me llames más. No hasta que limpies tu nombre. No hasta que seas el hijo que criamos.
La llamada se cortó.
Jackson se quedó quieto, con el celular en la mano, temblando.
Suzy se acercó, se arrodilló frente a él, y le tomó las manos.
—¿Qué pasó?
Jackson no respondió. Solo dejó que las lágrimas cayeran.
Suzy lo abrazó. Fuerte. Como si pudiera protegerlo del mundo.
—No estás solo —susurró.
Jackson se aferró a ella.
—Me odian.
—No. Están asustados. Pero eso no justifica lo que te dijeron.
Jackson la miró, con los ojos rojos.
—¿Y tú? ¿Tú me odias?
Suzy negó con la cabeza.
—Yo te creo. Y estoy contigo.
Jackson cerró los ojos. Por primera vez en días, se permitió llorar sin contenerse. Y Suzy, sin decir nada más, lo sostuvo.