Capítulo 12: En vivo
La tarde cayó con una luz dorada que bañaba los estantes de Dulce Suzy. La pastelería estaba cerrada por el resto del día, pero en el interior, Jackson y Suzy preparaban algo distinto. No era un pastel. No era una canción. Era una conversación.
Jackson había decidido hacer un live en Instagram. No para promocionar música. No para defenderse con abogados. Sino para hablar. Directamente. Sin guión. Sin manager. Sin filtros.
Suzy estaba sentada en la esquina del mostrador, con una taza de té entre las manos. No iba a hablar, pero estaría ahí. Jackson lo había pedido. “Solo quédate cerca”, le había dicho. Y ella lo haría.
Jackson colocó el celular sobre un soporte improvisado, ajustó la luz, y respiró hondo.
—¿Listo? —preguntó Suzy.
—No. Pero igual voy.
Presionó el botón. El contador comenzó. 3… 2… 1.
Jackson Hall está en vivo.
Miles de personas se conectaron en segundos. El chat explotó. Corazones. Preguntas. Comentarios. Algunos agresivos. Otros esperanzados.
Jackson miró a la cámara.
—Hola. Soy Jackson. Y esta vez, no hay música. No hay escenario. Solo yo.
El chat se desaceleró. La gente escuchaba.
—En los últimos días, han salido muchas cosas sobre mí. Fotos. Videos. Capturas. Acusaciones. Algunas ciertas. Otras manipuladas. Y una, en particular, completamente falsa.
Suzy lo miraba, sin moverse.
—Quiero hablar de eso. De la acusación sobre una menor de edad. Porque es grave. Porque es dolorosa. Porque no es verdad.
Jackson tragó saliva.
—Nunca he tenido contacto con una menor de edad en ese contexto. Nunca he enviado mensajes inapropiados. Nunca he cruzado esa línea. Y ahora, gracias a una investigación que está comenzando, vamos a demostrarlo.
El chat se llenó de signos de interrogación. Jackson continuó.
—Hoy recibí una llamada de una abogada especializada en delitos digitales. Se llama Marina Ortega. Ella vio las capturas, los metadatos, y ya encontró inconsistencias. La cuenta que me acusa fue creada hace dos semanas. Las fotos fueron tomadas de mi perfil público. Los mensajes fueron editados.
Suzy sintió un escalofrío. Marina Ortega. Había oído hablar de ella. Tenía fama de implacable.
—No estoy aquí para pedir perdón por lo que no hice. Estoy aquí para decir que voy a luchar. No solo por mí. Por todos los que han sido acusados falsamente. Por todos los que han sido silenciados por miedo.
Jackson hizo una pausa. Miró a Suzy. Luego a la cámara.
—Y también estoy aquí por ella.
El chat se encendió.
—Suzy no es mi tapadera. No es mi escudo. Es mi amiga. Mi compañera. Mi verdad. Y si están aquí para atacarla, pueden irse.
Suzy sintió cómo se le apretaba el pecho. Jackson seguía.
—Ella me ha sostenido cuando todo se caía. Me ha defendido cuando nadie más lo hizo. Y si hoy estoy hablando, es porque ella me dio el valor.
El chat se llenó de corazones. De mensajes como:
“Gracias, Suzy.”
“Estamos contigo, Jackson.”
“La verdad siempre sale.”
Jackson sonrió, por primera vez en el live.
—No sé qué va a pasar mañana. Pero hoy, estoy aquí. Y no me voy a esconder.
Terminó la transmisión.
El silencio volvió. Jackson se giró hacia Suzy.
—¿Estuvo bien?
Suzy se acercó, lo abrazó.
—Estuvo perfecto.
El celular vibró. Un mensaje de Marina Ortega:
“Ya tengo pruebas preliminares. La cuenta es falsa. Podemos empezar a limpiar tu nombre.”
Jackson mostró el mensaje a Suzy.
—¿Crees que esto sea el principio del fin?
Suzy lo miró.
—No. Es el principio de algo nuevo.