Mr. Love

Capítulo 36

Capítulo 36: Bajo las luces del jardín

El jardín botánico estaba en silencio. El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos dorados y lavanda. Las luces colgaban entre los árboles, encendidas poco a poco, como estrellas que sabían que esa noche no era como las demás.

Suzy llegó temprano, acompañada por su madre, que sostenía su mano con una mezcla de emoción y nostalgia. El vestido caía sobre ella como una caricia. El cabello recogido en una trenza suave, decorada con flores silvestres. No llevaba velo. No llevaba joyas. Solo el anillo. Y una sonrisa que no necesitaba adornos.

Jackson llegó poco después, con Bryan y Marina a su lado. El traje gris claro lo hacía parecer más joven, más libre. El pañuelo azul en el bolsillo era un guiño silencioso a todo lo que habían vivido. En la mano, llevaba una hoja doblada: sus votos.

Los invitados eran pocos. Veinte personas. Todas sentadas en sillas de madera, rodeadas de lavanda y luces cálidas. No había cámaras. No había prensa. Solo miradas sinceras y corazones abiertos.

La ceremonia comenzó con música suave. Un cuarteto de cuerdas tocaba una versión instrumental de “A la misma hora”. Suzy caminó hacia Jackson con pasos lentos, firmes, como si cada uno fuera una palabra que había esperado años para decir.

Jackson la miró. Y por primera vez en su vida, se sintió completo.

Cuando estuvieron frente a frente, el oficiante —un amigo de la familia— les dio la bienvenida con voz cálida.

—Hoy no celebramos una boda. Celebramos una historia. Una que empezó en una cuna compartida, en una cocina con galletas, en una azotea con miedo. Hoy, Suzy y Jackson se eligen. No por lo que han vivido, sino por lo que están dispuestos a vivir.

Suzy tomó la palabra primero. Sacó una hoja escrita a mano, con tinta azul.

—Jackson…

Te conocí antes de saber lo que era el amor.
Me empujaste, me abrazaste, me hiciste reír cuando no quería.
Me defendiste cuando el mundo me juzgaba.
Me enseñaste que el hogar no es un lugar, es una persona.
Hoy te elijo.
No por lo que haces, sino por lo que eres.
Te elijo con tus miedos, tus canciones, tus silencios.
Te elijo para cocinar contigo, para llorar contigo, para escribir contigo.
Te elijo para que me encuentres cuando me pierda.
Y para que me sostengas cuando me rompa.
Porque contigo, incluso el dolor sabe a esperanza.

Jackson tenía lágrimas en los ojos. Tomó su hoja. Respiró hondo.

—Suzy…

Nacimos juntos.
Y desde entonces, no he querido caminar con nadie más.
Me enseñaste que el amor no grita.
Que a veces se escribe en recetas.
Que a veces se canta sin voz.
Hoy te prometo no esconderme.
No huir. No callar.
Prometo que cada canción que escriba tendrá tu nombre escondido.
Prometo que cada pastel que pruebe me recordará tu ternura.
Prometo que cada vez que el mundo me duela, buscaré tu abrazo.
Porque tú eres mi verdad.
Y yo… soy tuyo.

El oficiante los miró.

—Entonces, por el poder que me da el amor que los rodea… los declaro unidos. No como marido y mujer. Sino como compañeros de vida.

Jackson besó a Suzy. Lento. Profundo. Como si el tiempo se hubiera detenido.

Los invitados aplaudieron. Marina lloraba. Alan sonreía como si hubiera visto un milagro.

La cena fue sencilla. Pan artesanal, vino tinto, ensaladas frescas, y el pastel de tres niveles que Suzy había diseñado con sus propias manos. Cada sabor era un recuerdo. Cada bocado, una promesa.

Después, Jackson se levantó. Caminó hacia el cuarteto. Tomó una guitarra que había traído escondida.

—No planeaba cantar. Pero ella me enseñó que lo espontáneo es lo más verdadero.

Se sentó. Miró a Suzy.

—Esta canción no está en ningún álbum. Está en mi alma.

Y comenzó a cantar:

“A la misma hora, en la misma cuna,
dos latidos aprendieron a caminar.
Entre harina y miedo, entre risas y dudas,
tú fuiste mi hogar sin necesidad de lugar.”

“Hoy te canto sin público, sin fama, sin ruido.
Hoy te canto porque eres mi canción.
Y si alguna vez me pierdo,
que esta melodía te diga dónde estoy.”

Suzy lloraba. No por tristeza. Por plenitud.

Jackson terminó. Se levantó. La abrazó.

—Gracias por decir que sí.

Suzy lo besó.

—Gracias por no rendirte.

Esa noche, durmieron en una cabaña cerca del jardín. Sin redes. Sin notificaciones. Solo ellos. Y el sonido de los grillos como testigos.

Al día siguiente, alguien publicó una foto. Una invitada. Sin intención de causar revuelo. Solo una imagen de dos manos entrelazadas, con anillos brillando bajo la luz.

El mundo comenzó a preguntar.

Pero ellos ya estaban en su luna de miel.




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