Mr. Penguin

Capítulo IX | En el Abismo

Al cruzar el umbral, el otro lado no era el inquietante corredor si no el vestíbulo principal del cine. Afuera era soleado y no había rastro de los paparazzi, no había ruido ni escándalo.  

— ¡Gerardo! ¡Qué bueno que por fin llegas! —exclamó alguien a mis espaldas. Vi hacia atrás, topándome con Clementina quien iba bajando las escaleras principales del cine.

Ella iba con los brazos extendidos para abrazarme, pero me atravesó como si fuera invisible, una ilusión creada por el corredor que nadie podía ver. Me volteé para apreciar a Clementina abrazar a quien realmente iba abrazar: un sujeto de traje y sombrero con una maleta en mano. El sujeto tenía graves quemaduras tanto en su rostro como en sus manos, no tenía su ojo derecho y había una camelia rosa en su traje.

— Mr. Penguin... —al pronunciar ese nombre, las marcas en mi brazo dolieron, provocando que hiciera una mueca y me rodeara con mi otro brazo.

Disculpa por hacerte esperar. Es que el autobús se retrasó…

Enseguida mi entorno se distorsionó siendo reemplazado por el cuarto donde estaba el casillero y la base de la cama que, en esta versión, si tenía colchón. Gerardo y Clementina ingresaron al cuarto.

Sé que no tienes donde hospedarte así que te acondicione esta mini bodega. Puedes quedarte aquí si quieres.

— Esta perfecto. Gracias, Clementina.

— Oye Gerardo, me da curiosidad saberlo, ¿A qué viniste a Novoa?

— A cumplir mi sueño. Desde niño siempre quise ser actor y ahora he decidido hacerlo realidad. Me fui de casa para seguir mi destino: nací para la actuación.

— Oh, qué maravilla. Ya verás que lo vas a conseguir. Bueno, te dejare a solas para que te vayas acomodando. Luego ve a buscarme, ¿Sí? —Gerardo asintió.

Aparentemente Gerardo parecía ser un chico simpático… hasta que Clementina salió en escena y su rostro se ensombreció. Cerró la puerta, prendió la luz, colocó la maleta sobre la cama y de ella sacó un pequeño espejo en el que se reflejó, pero molesto por lo que vio en él lo estrelló contra el suelo y se cubrió el rostro con ambas manos.

— Soy horrible…

Y, súbitamente, todo el cuarto empezó a incendiarse siendo Gerardo consumido por el fuego. Permanecí en el centro del cuarto mientras las llamas empezaban a arrasar con todo y, cuando el humo del fuego empezó a sofocarme, la voz en una radio mencionó:

“Se reporta un incendio en una unidad habitacional de la calle Robles no. 115. El fuego ya ha sido controlado y parece ser que hay un sobreviviente, pero esta grave. Ha sido trasladado a un hospital general para inmediata atención.

Estado: estable.”

El fuego me consumió también, pero no me mató si no que me trasladó a otro recuerdo. En este, Gerardo estaba sentado en el borde de la cama, escribiendo algo en una agenda cuando el hombre que Mr. Penguin asesinó apareció con un maletín en mano.

 — Vaya, así que tú eres la nueva promesa de Clementina, ¿Eh?

— Supongo —Gerardo cerró la agenda y la puso a un lado junto con la pluma.  Se quitó el sombrero, revelando que no tenía cabello.

— Permíteme presentarme: soy Manolo Solís; director, productor y guionista, y hoy, muchacho, estas de suerte.

— ¿Por qué?

— Porque estoy trabajando en un nuevo proyecto y ocupo una cara que represente dicho proyecto —abrió el portafolio y le brindó un guion en el que se apreciaba el título en letras grandes y negras: Mr. Penguin.

— ¿Mr. Penguin? ¿Qué es eso?

— El proyecto: la sangrienta y trágica historia del líder de una mafia que se hace llamar Mr. Penguin. Aún no tengo quien interprete al protagonista y tú eres el indicado para ese papel.

— Pero… yo… —Gerardo bajó la mirada—. Será mejor que te busques a alguien más porque yo… —se pasó una mano por su rostro. Alguien tenía traumas con su físico— no puedo…

— Oh, vamos. Que tu físico no te detenga. Yo creo que eres un muchacho con potencial y debes aprovecharlo. Que no te importe lo que te digan los demás, que sus prejuicios se te resbalen porque ellos no son nadie para juzgarte. Ya verás que callaras las burlas con tu talento. Yo creo en ti…

— ¿De verdad?

— Sí. Tu talento hará que la sociedad te acepte sí o sí. Serás la próxima estrella, la sensación entre la farándula, cientos de mujeres hermosas irán tras de ti. Se pelearán por ti.

El muy estúpido le creyó cada palabra a ese imbécil ya que se mantuvo pensativo acerca de la propuesta.

— ¿Qué dices? ¿Estás dentro? —le empujó el guion para persuadirlo a que dijera que sí.

— ¡Ya estás! ¡Me has convencido! ¡Estoy dentro!

— Has tomado la decisión correcta, chico maravilla. Serás el éxito, ¿Cómo dices que te llamas?

— Gerardo. Gerardo Revueltas es mi nombre….




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