Lucas sintió cómo la oscuridad retrocedía dentro de él, como si un peso que había llevado durante años finalmente se aligerara. Las sombras gritaban en un lenguaje que no entendía, pero no podía evitar sentir una mezcla de alivio y tristeza al verlas desaparecer.
Finalmente, la figura se desvaneció por completo, y la habitación volvió a la normalidad. El círculo en el suelo dejó de brillar, y el aire volvió a ser cálido y tranquilo. Lucas cayó de rodillas, agotado pero al mismo tiempo más ligero, como si un velo oscuro hubiera sido levantado de su vida.
Ingrid se acercó a él, arrodillándose a su lado.
—Lo hiciste bien, Lucas —dijo suavemente, poniendo una mano en su hombro. —Has dado el primer paso hacia tu libertad.
Lucas asintió, todavía tratando de procesar todo lo que había sucedido. Sabía que el camino por delante sería largo y difícil, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía enfrentarlo.
—Gracias, Ingrid —murmuró, mirándola a los ojos. —No sé qué habría hecho sin ti.
Ingrid sonrió, pero su sonrisa tenía un matiz de tristeza.
—Aún queda mucho por hacer, Lucas. Pero no te preocupes, estaré a tu lado en cada paso del camino.
Lucas asintió, sabiendo que había encontrado a alguien en quien podía confiar. Pero también sabía que, al final, la batalla más importante sería la que libraría dentro de sí mismo. Y aunque las sombras habían sido derrotadas por ahora, sabía que no habían desaparecido del todo.
Pero por primera vez, sentía que tenía la fuerza para enfrentarlas, y eso era todo lo que necesitaba para seguir adelante.
Los días siguientes fueron extraños para Lucas. Después de lo ocurrido en la habitación con Ingrid, las sombras no se habían manifestado de manera tan agresiva, pero seguía sintiendo su presencia, una sensación constante de algo acechando en el fondo de su mente.
Ingrid cumplió su promesa de quedarse a su lado. Pasaban horas juntos, no solo enfrentando las sombras, sino también hablando. Ingrid le enseñaba técnicas para controlar sus emociones, cómo meditar y enfocarse en lo positivo, pero también compartían historias de sus vidas. Lucas descubrió que Ingrid también tenía sus propios demonios, sombras que había aprendido a mantener a raya con el tiempo.
Un día, mientras caminaban por un parque cercano, Lucas se animó a preguntarle algo que lo había estado inquietando.
—Ingrid, ¿qué fue lo que viste en mí cuando decidiste ayudarme? ¿Por qué yo?
Ingrid se detuvo, observando los árboles que se mecían suavemente con el viento.
—Vi a alguien que estaba perdido —respondió ella finalmente. —Alguien que necesitaba encontrar su camino, como yo lo hice una vez. Todos tenemos sombras, Lucas. Todos enfrentamos cosas que nos asustan, que nos lastiman. Pero tú, tú tienes un espíritu fuerte, incluso si no lo ves todavía.
Lucas frunció el ceño, tratando de entender sus palabras.
—No me siento fuerte —admitió. —Solo siento que estoy luchando por mantenerme a flote.
Ingrid se giró hacia él, con una sonrisa suave.