—Tienes que aceptar quién eres —continuó la sombra. —Solo así podrás encontrar paz.
Lucas cerró los ojos, respirando hondo. No podía seguir huyendo de esas partes de sí mismo. Tenía que aceptarlas, integrarlas, si quería seguir adelante.
Cuando abrió los ojos, la sombra de su padre ya no estaba. El niño que había visto se levantó de la silla y, por primera vez, sonrió. La luz a su alrededor se intensificó, llenando todo el espacio, y Lucas sintió que el peso que había llevado durante tanto tiempo finalmente comenzaba a desvanecerse.
Despertó con el corazón aún acelerado, pero con una nueva sensación de claridad. Sabía que el camino por delante aún sería difícil, pero también sabía que ya no tenía que enfrentarlo solo. Había comenzado a aceptar sus sombras, y con la ayuda de Ingrid, estaba listo para enfrentar lo que fuera que viniera.
Los días que siguieron estuvieron marcados por un cambio palpable en la vida de Lucas. A pesar de que las sombras seguían presentes, su peso había disminuido. Era como si la confrontación con su pasado le hubiera otorgado una especie de escudo, una fuerza que antes no tenía. Ingrid notó el cambio en él; ya no era el mismo hombre que había encontrado en la oscuridad de su propia mente.
Una tarde, mientras caminaban juntos por la ciudad, Ingrid lo observó en silencio. Lucas parecía más relajado, casi como si hubiera encontrado una paz interior que lo hacía ver el mundo con otros ojos. Habían pasado por el parque donde había comenzado todo, pero ahora, en lugar de evadir el lugar, Lucas caminaba con paso firme, sin temer lo que pudiera surgir de las sombras.
—Has cambiado —dijo Ingrid, rompiendo el silencio.
Lucas sonrió, una sonrisa genuina que hacía tiempo no aparecía en su rostro.
—Siento que he empezado a encontrarme —respondió. —Por mucho tiempo, las sombras me definieron, me mantuvieron prisionero en un ciclo de miedo y dolor. Pero ahora, puedo verlas por lo que son: partes de mí, pero no toda mi historia.
Ingrid asintió, satisfecha con su progreso.
—Es un gran paso, Lucas. Pero el camino sigue. Las sombras no desaparecerán por completo, pero ahora tienes las herramientas para enfrentarlas.
Esa noche, mientras Lucas descansaba en su apartamento, algo nuevo sucedió. Ya no había pesadillas o visiones perturbadoras. En su lugar, soñó con el futuro. En el sueño, vio un horizonte despejado, un camino por el cual caminaba con confianza. Podía sentir la calidez del sol en su piel, y en la distancia, vio a Ingrid, esperándolo con una sonrisa.
Se despertó con una sensación de propósito renovado. El sueño le había mostrado que, aunque el pasado siempre estaría presente, no tenía por qué definir su futuro. Estaba listo para avanzar, para crear una nueva historia para sí mismo, una que no estuviera marcada por el miedo o la oscuridad.
A la mañana siguiente, se encontró con Ingrid en su café habitual. Mientras se sentaban con sus bebidas, Lucas le contó sobre el sueño.
—Creo que es hora de seguir adelante, de encontrar lo que quiero hacer con mi vida —dijo Lucas, mirando su café como si fuera una fuente de respuestas. —No sé exactamente qué será, pero siento que tengo que descubrirlo.
Ingrid lo miró con orgullo.
—Lo harás, Lucas. Has recorrido un largo camino y lo que viene será aún más importante. Recuerda que no estás solo en esto.
Lucas asintió, agradecido por su presencia. Sabía que, aunque el camino por delante sería incierto, tenía el coraje y la determinación para enfrentarlo. Con el apoyo de Ingrid y la fuerza que había encontrado en su interior, estaba listo para escribir el próximo capítulo de su vida, uno en el que las sombras ya no lo dominarían, sino que serían parte de su historia, una historia de superación y redención.