Mørk Arv

Capitulo XII

Los días pasaban con una calma que Lucas nunca hubiera imaginado alcanzar. Su rutina, una mezcla de consultas con pacientes y momentos de reflexión personal, le ofrecía un equilibrio entre ayudar a otros y cuidarse a sí mismo. Sin embargo, a pesar de la estabilidad que había conseguido, una inquietud comenzó a crecer dentro de él, como si hubiera algo que aún necesitaba descubrir o confrontar.

Una tarde, mientras revisaba sus notas de una sesión, recibió una llamada inesperada. La voz del otro lado de la línea era suave pero cargada de una urgencia que Lucas no pudo ignorar.

—¿Lucas Martínez? Soy el Dr. Valdés, del hospital psiquiátrico San Gabriel. Tenemos un paciente aquí que pidió específicamente hablar contigo. Dice que te conoce desde hace mucho tiempo.

Lucas sintió un escalofrío recorrerle la columna. No reconocía el nombre, pero algo en el tono del doctor le hizo sentir que esta llamada era más que una simple petición de consulta.

—Claro, puedo ir mañana —respondió, tratando de mantener la calma.

—Gracias, Lucas. Este paciente... es un caso complejo. Será mejor que lo veas cuanto antes —dijo el Dr. Valdés antes de colgar.

Esa noche, Lucas apenas pudo dormir. Algo en la llamada había despertado un miedo antiguo, uno que había creído enterrado hacía años. Las sombras, que durante tanto tiempo habían estado quietas, comenzaron a agitarse en su mente, susurrando en los rincones oscuros de su conciencia.

Al día siguiente, Lucas llegó al hospital con una sensación de anticipación que lo mantenía alerta. Fue recibido por el Dr. Valdés, un hombre de aspecto severo pero con una mirada que destilaba compasión.

—Gracias por venir tan rápido. El paciente está en una situación delicada —comenzó a explicar el doctor mientras lo conducía a través de los pasillos fríos y esterilizados del hospital—. No ha dicho mucho, pero lo poco que ha mencionado parece estar relacionado contigo. Dice que tiene información que necesitas saber.

Lucas asintió, aunque su mente estaba inundada de preguntas. Finalmente, llegaron a una sala aislada donde un guardia de seguridad les abrió la puerta. Dentro, sentado en una silla, había un hombre delgado, de cabello desgreñado y ojos hundidos. A pesar de su estado, había una chispa en su mirada que le resultó inquietantemente familiar.

El hombre levantó la vista cuando Lucas entró y, tras unos segundos de silencio, esbozó una sonrisa débil.

—Lucas... —susurró, como si el simple acto de decir su nombre fuera un esfuerzo titánico—. Sabía que vendrías.

Lucas sintió una opresión en el pecho. Aunque no podía recordar de dónde, algo en aquel hombre le resultaba conocido.

—¿Nos conocemos? —preguntó, manteniendo su tono profesional a pesar de la incomodidad creciente.

El hombre asintió lentamente.

—Nos conocemos desde antes de que las sombras empezaran a perseguirte... antes de que el mundo se volviera oscuro para ti.

Lucas se quedó paralizado. ¿Cómo podía este extraño conocer su historia, sus luchas más profundas?

—¿Quién eres? —preguntó, su voz más firme ahora.

El hombre soltó una risa suave, casi infantil, que resonó en la pequeña habitación.




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