—Te prometí que te protegería —continuó, la emoción llenando su voz—. Y fallé. Me quedé paralizado. Nunca he podido perdonarme por eso.
Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de Clara, y Lucas sintió una punzada de culpa.
—No podías controlar lo que sucedía, Lucas —dijo ella, su voz suave pero firme—. Yo también me sentí atrapada. Pero te culpaste a ti mismo por algo que no estaba en tus manos.
Lucas sintió que su corazón se abría un poco al escuchar esas palabras. Era cierto que había cargado con la culpa de la noche en que todo se desmoronó. Pero también entendía que su hermana había sufrido tanto como él.
—Recuerdo… que después de eso, intenté buscarte. Quería asegurarme de que estabas bien, pero no supe cómo. Estaba tan perdido en mi propia culpa.
—Yo también te busqué. Pero, con el tiempo, aprendí a vivir sin ti. Aunque siempre te llevé en mi corazón —Clara confesó, su voz apenas un susurro.
Lucas sintió una mezcla de tristeza y alivio al escuchar eso. Había pasado tanto tiempo sintiéndose solo, y escuchar que Clara aún pensaba en él le dio fuerzas.
—He estado trabajando en mí mismo, tratando de lidiar con esos recuerdos. Pero hay un vacío en mí, algo que solo tú puedes ayudarme a llenar —dijo Lucas, su voz llena de vulnerabilidad.
Clara lo miró con comprensión, y en ese momento, ambos entendieron que el camino hacia la sanación no sería fácil, pero era un camino que tenían que recorrer juntos.
—Podemos enfrentarlo. No necesitas cargar con esto solo —dijo Clara, extendiendo su mano hacia él.
Lucas tomó su mano, sintiendo el calor de su conexión. Era un símbolo de apoyo y amor que no había experimentado en años.
—Gracias por estar aquí —murmuró, sintiendo una ola de gratitud.
—Siempre estaré aquí, Lucas. Juntos, podemos recordar lo que sucedió y aprender a soltar el dolor.
Con una renovada determinación, Lucas sintió que las sombras que lo habían seguido durante tanto tiempo comenzaban a desvanecerse. La conversación se convirtió en un proceso de revelación y sanación, y mientras hablaban, las piezas del rompecabezas que había sido su infancia comenzaban a encajar.
La tarde pasó rápidamente, y las historias de su niñez, tanto las felices como las dolorosas, comenzaron a fluir entre ellos. Lucas compartió recuerdos de momentos felices, de risas y juegos, mientras Clara hacía lo mismo. Poco a poco, la carga del pasado comenzó a hacerse más ligera.
Finalmente, cuando el sol comenzó a ponerse, Clara dijo:
—Quiero que recordemos esa noche, pero no solo el miedo. También quiero que recordemos lo que somos: hermanos.
—Sí —respondió Lucas, sintiendo que las palabras le daban fuerza—. Somos hermanos. Y aunque hemos vivido momentos difíciles, también hemos compartido momentos de alegría.
La noche cerró sobre ellos, pero en lugar de sentir la oscuridad, ambos sintieron una luz renovada. Sabían que había más trabajo por hacer, que había más que enfrentar, pero también sabían que juntos podrían superar cualquier sombra que se interpusiera en su camino.