Mucho más que esto

Capítulo 4

El resto de la semana pasó rápido, pero no quise contestar los mensajes de Julián por pura vergüenza. Porque en realidad él no había hecho nada malo. ¿Qué le diría? ¿Qué mentira podría funcionar para explicarle la razón por la que lo ignoré esa noche antes de irme?

Jizie vino el domingo por la noche a mi casa para terminar un trabajo que debíamos entregar esa semana.

Luego el martes fuimos al museo de historia antigua de la ciudad, donde la literatura clásica se veía representada por varios autores de ésta. La profesora nos dividió en grupos de dos. Idan y Jizie me insistieron tanto que tuve que ir con la profesora para abogar por ellos y así pudiéramos estar los tres juntos.

La profesora no puso objeción, con una lambida de sus labios color carmesí, asintió y dijo «está bien».

—Qué genial, ella parecerá ser una pervertida, pero es una pervertida buena onda—susurró Jizie animadamente mientras nos alejábamos del otro lado del salón para anotar las obras de un poeta llamado Eurípides.

—Estoy de acuerdo contigo—admitió Idan mientras se reía.

Jizie sonrió y se sonrojó un poco.

—Este tipo es bastante aburrido—murmuró Idan, hablando de Eurípides—. ¿Escribía poemas trágicos?

Me reí.

—Es literatura clásica, ¿básicamente, qué esperabas?—bromeé, mientras anotaba el año de su nacimiento y muerte.

—Ni siquiera entiendo el porqué de investigar estas cosas, es decir, no es como que estudiáramos historia universal—protestó Jizie.

—Supongo que sólo parte del pensum—replicó Idan, en tono áspero.

—Está bien—me metí entre ellos y los separé—, no anotaré todo esto yo sola, saquen sus cuadernos.

El salón de autores literarios se llenó repentinamente de ruido y desorden cuando otro grupo de estudiantes apareció en la sala. Supuse que eran los de la otra carrera que por ese día compartiríamos con la profesora de literatura. Y sí, eran ellos. No estaba al tanto sobre la carrera que estudiaban, pero tampoco me sentía interesada en saberlo. Continué escribiendo.

Entonces sentí que alguien me miró, me volví para mirar por encima de mi hombro.

Me miró con fijeza durante un momento, y sostuvo la mirada sin problemas, le volví a dar la espalda casi frenéticamente, incomoda sorpresa. Bajé la cabeza y suspiré con acritud. Vinieron esos nervios que sentía cuando Jazon estaba cerca de mí.

Respiré profundo.

De repente una chica chilló y un grupo de risas estalló desde donde estaba Jazon.

—No puede ser—escuché resoplar a Idan, se cruzó de brazos mientras miraba hacia el grupo recién llegado.

—¿Qué?—pregunté—. ¿Pasó algo?

Jizie no se volteó, continuó escribiendo.

—Es el grupito—explicó Idan—. Son de último año de arquitectura.

—¿Grupito? —los miré curiosa.

—Son Logan y sus amigos, sólo sirven para levantar las faldas de las chicas, como lo acaban de hacer—Idan rodó los ojos—. Son inmaduros. Ah, pero mira quien está con ellos, es Jazon.

Abrí mis ojos de par en par.

—¿Lo conoces?

—Claro, ¿y quién no? —se rió con obviedad—. Supe de él desde el primer día de clases.

—¿Se junta con Logan? —inquirí, intentando hacer que mi tono de voz no sonara tan interesado en la respuesta.

—No, siempre busca estar solo—contestó Idan—. Pero las chicas lo idolatran aún así.

Me volví un poco hacia el grupo de ellos y miré a Jazon, él observaba un cuadro enorme que estaba colgado de la pared al otro lado del salón.

—Es obvio el por qué—susurré. 

—Pero nadie es demasiado perfecto, algo malo debe ocultar—dijo Idan, y luego se volvió a escribir con Jizie.

Entonces Jazon, como si se hubiera dado cuenta que dejamos de hablar indirectamente sobre él, justo cuando Idan se volvió a escribir, me miró de nuevo. Había algo en esos ojos, esa mirada que me confundía y me daba curiosidad.

 

             

 

Cuando volvimos a la universidad, inglés esperaba con una tarea muy molesta. Una exposición en inglés para la siguiente semana. Memorizar todo eso no sería pan comido.

El almuerzo fue divertido, Phoebe y Jizie hablaban algo sobre ir de compras el fin de semana. Me gustaban las compras, a pesar de que no lo hacía muy seguido, no había con quien. Cuando salía lo hacía con la novia de Eddie, pero ella siempre estaba ocupada.

No era amante de la ensalada Cesar, no me gustaba la lechuga con el queso, y las brozas de pan no lo mejoraban. Pero para mi mala digestión, eso es lo que estaban sirviendo ese día en la cafetería de la universidad. Le pedí a Idan que me acompañara al nuevo café frente a la universidad.

—Oye, ¿enserio no te gusta la ensalada Cesar?—me increpó Idan, perplejo.

Lo miré de soslayo, y me reí.




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