- ¿Otra vez sin desayuno Pachi? – Le preguntó Amanda más como afirmación que como pregunta.
- Mmmm. – Gruñó María Paz con los labios fruncidos.
- ¿Cuántas van esta semana? – Volvió a arremeter su colega.
- No seas así, Amanda. Santino tiene muchas cosas en la cabeza como para estar preocupándose por servirme el desayuno cada mañana. – Lo excusó María Paz.
- Sí. Seguro. No sé para qué se ofreció en primer lugar si sabía que no iba a cumplir. ¿Cuánto le duró? ¿Dos días? Tres cuando mucho. El resto de las veces te las tienes que arreglar con el cafecito que te deja tu admirador secreto. - Dijo Amanda codeándole el brazo mientras subían por el elevador.
- Deja de decir bobadas. Aunque agradezco ese bendito café matutino, debo decir que a veces me perturba. Es como si ese hombre supiera todo de mí. Bueno, al menos lo que me gusta.
- En ese aspecto es mucho mejor que Santino. Muy guapo será pero como hombre, amante y compañero de vida es un cero a la izquierda. – Espetó Amanda ganándose una mirada de muerte de María Paz.
Las chicas eran amigas, pero a la vez compañeras de trabajo y de puesto en el 5° piso de la Editorial Universo. Ellas, junto a otros 8 más, trabajaban como Correctores de textos o estilos, en otras palabras, eran algo así como pseudo-editores. Tenían la responsabilidad de revisar y corregir los textos en las diversas fases del proceso editorial, partiendo del manuscrito original al que debían darle armonía, claridad y concisión. Imprescindible era contar con una excelente ortografía, gramática, sintaxis y estilo entre otros aspectos. En fin, un trabajo entretenido para aquel que gustaba de ello.
Se sentaban una frente a la otra y pasaban el día no solo trabajando, sino también comentando los manuscritos que iban llegando, los títulos de las obras, los pseudónimos ridículos de algunos escritores, etc. aunque el tema preferido de Amanda era hablar mal de Santino. Lo odiaba a muerte. Conocía perfectamente bien la historia que había entre Pachi y él.
María Paz creció en un orfanato. Allí no era muy buena niña que digamos. Le gustaba, junto a su amiga Isidora, incordiar a las heroínas de los niños desvalidos, Magda, Ada y Ema. Sentía un placer culpable cada vez que iban con cuentos a donde las religiosas y estas las castigaban injustamente. La dos muchachas contaban con la protección y buen trato de la Madre Superiora y eso las hacía sentir importantes, supremas. Al menos el tiempo que estuvieron allí porque luego ambas se separaron. Isidora fue trasladada a un centro juvenil, mientras que María Paz fue adoptada.
Gracias a Dios, le tocó una buena familia que le proveyó de buena educación y cariño. Y entonces …...el desastre ocurrió. María Paz sufrió un cambio tremendo. Su paso de niña a mujer fue demasiado dramático. Su cuerpo así se lo hizo saber. De pronto, dejó de ser la delgada niña que era. Sus caderas de ensancharon notoriamente y su busto aumentó de la misma manera. Todo su cuerpo engrosó. Fue tal el cambio que sus compañeros comenzaron a burlarse de ella por ser la “gordita” del curso. Su autoestima cayó por los suelos y su carácter, que antaño era tan avasallador, ahora era retraído, tímido, miedoso. Por primera vez sintió remordimiento por haber sido tan mala con los del orfanato. Ahora podía entender cómo era estar del otro lado del río.
Comenzó a odiar el ir a la escuela. Su único desahogo era visitar a Isidora en el centro juvenil los fines de semana. Afortunadamente a Isidora no parecía importarle su nuevo aspecto. De hecho la presumía delante de los jóvenes que allí vivían junto a ella. Uno de ellos ……Santino.
Tenía solo 14 años cuando lo conoció y él 16. Al principio lo miraba de lejos, pero luego gracias a Isidora se produjo el acercamiento. Fue un día en que Santino comenzó a tocar la guitarra y a cantar. Isidora se sentó a sus pies a escucharle y obligó a María Paz a hacer lo mismo. Santino tocaba la guitarra espectacular, pero su voz ……¡Dios mío! Hasta un perro aullando tenía mejor ritmo. A María Paz eso le dio lo mismo. Estaba tan embobada del joven guitarrista que le importó un rábano cómo cantara siempre que le cantara solo a ella. Y de hecho, de allí en adelante siempre fue así. La única que siempre lo escuchaba era María Paz. El resto huía de aquella tortura.
- Cuando sea famoso Pachi, te llevaré por el mundo en cada uno de mis Tours. – Le prometía el soñador.
- Por supuesto que sí, Santi. Yo siempre te apoyaré. – Le confirmaba María Paz.
Pasaron los años y Santino cumplió la mayoría de edad. Nadie lo había adoptado y debía abandonar el centro juvenil en breve. María Paz estaba intranquila. Sabía que mientras estuviera allí, le podría ver sin restricciones de parte de sus padres, pero al irse, no sabía cómo hacer para volverlo a ver. Isidora tampoco sería de ayuda porque aún le quedaban un par de años para irse o ser adoptada, lo que sucediera primero. Lo único que le quedaba era que Santino le propusiese una solución.
- ¿Qué piensas hacer, Pachi? Han pasado los años y él nunca te ha pedido ser su novia. ¿Con qué excusas le vas a exigir que se vean? – Le preguntó Isidora.
- No sé, Isi. Ya sabes lo enamorada que estoy de él. No quiero que se aleje de mi lado. No lo soportaría.
- ¿Y por qué no le pides tú que sea tu novio? – Isidora se encogió se hombros. – En una de esas te dice que sí y problema resuelto.