La vio llegar tímidamente a la oficina en donde comenzaría a trabajar de ahí en adelante. Se notaba a todas luces que estaba aterrada. Su cuerpo tiritaba de nervios y casi se cae cuando su pie se dobló por culpa de su tembloroso tacón. Apenas puso su mirada en ella se enamoró. Nunca antes había sido víctima de un amor a primera vista, pero con María Paz lo sintió. Y es que cómo podría resistirse a ese caudal de ternura que emanaba por todo su ser. Su voz era un canto de sirena para él. Era gentil, trabajadora, divertida, con una sonrisa capaz de acabar con cualquier amenaza de guerra. Y si hablaba de su físico …….. su cuerpo estaba de infarto.
Siempre odió al típico estereotipo de mujer aceptado por la sociedad. Alta, flaca, de bubis planas y sin nachas. Quizás estaba siendo exagerado, pero desde que su hermana murió de anorexia precisamente por tratar de seguir esos modelos implantados en la mente de la mayoría, rechazaba a cualquier mujer que se viese así. Por eso le gustaba tanto “Pacita”, como cariñosamente le decía en su interior. Era una mujer voluminosa, pero no gorda, y aunque así hubiese sido, a él poco le hubiera importado, porque eran otras las cosas importantes para él. Su cabello era ondulado, castaño con un brillo único. Sus ojos eran cómo dos granos del más exquisito café. Y sus labios …… quizás su ascendencia afro se ponía de manifiesto en todo su esplendor a través de esos benditos labios, gruesos, suaves, magníficos. ¡Qué ganas tenía de darles un mordisco! Y qué decir de sus curvas, que tan bien se amoldaban al traje de oficina que diariamente usaba, y de su maravilloso tono de piel, que le recordaba a las deliciosas avellanas. Toda ella era su placer, un bombón. SU Bombón de chocolate.
El dilema para él era que aquella que atrapaba sus pensamientos y revolvía sus sentimientos, tenía dueño y uno muy desagradable por lo demás. Sin conocerlo ya lo odiaba. Eso porque escuchaba todas las cosas que el hombre “no hacía” por aquella por quien debía hacerlo todo. Y cómo no prestar oído si su escritorio estaba tan cerca del Amanda y del de Pacita. Le hervía la sangre cada vez que veía llegar a su Bombón de chocolate con la carita llena de pena. Eso solo podía significar que otra vez el maldito novio la había hecho sufrir. Pero él se encargaría, al menos ese día, de sacarle una sonrisa. ¡Por Dios que lo haría!
- ¡Mira, Pachi! Tu admirador secreto te dejó una hermosa sorpresa. – Le señalaba Amanda con su mentón y subía las cejas de arriba a abajo de forma pícara.
María Paz se acercó a su escritorio y encontró un hermosa flor blanca con una pequeña tarjeta que decía:
“Da …… pero no permitas que te utilicen.
Ama ……pero no dejes que abusen de tu corazón.
Confía ……pero no seas ingenua.
Escucha ……pero no pierdas tu propia voz.”
~ Anónimo ~
María Paz sonrió pero al mismo tiempo una solitaria lágrima caía por su mejilla. ¿Acaso alguien más, aparte de Amanda, estaba enterado de lo que ella estaba sufriendo? No quería devanarse los sesos pensando en eso ahora. La flor estaba hermosa y la tarjeta aún más. Eso era todo lo que importaba.
- ¿Alguien sabe qué flor es esta? – Preguntó a sus compañeros elevando la flor al aire. Algunos meneaban la cabeza en negación hasta que escuchó la voz de una de sus compañeras decir “es una Gardenia”.
Bruno sonrió para sus adentros y se sintió complacido al ver el rostro sonriente de su Pacita. Aquel simple y fugaz gesto le sabía a gloria. Y el que haya preguntado por el nombre de la flor le indicaba que su curiosidad la motivaría a buscar el significado de ella. Agradeció haber leído en una de las novelas de la escritora Amelia Sotelo la alusión al significado de esta flor y supo que no se había equivocado al obsequiársela.
“Gardenias: Se les considera un símbolo de pureza, sinceridad y admiración, pero también pueden ser usadas para expresar un amor secreto.” El corazón de María Paz se aceleró. No sabía la identidad del hombre que le dejaba siempre esa clase de detalles en su escritorio, pero sin duda le agradecía que le levantara el ánimo cada nuevo día.
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Se acercaba fin de mes y con ello el cumpleaños de María Paz. Estaba contenta porque Santino le había prometido una sorpresa especial para ese día y ella creía que al fin él se le propondría. Toda esa semana estuvo de buen humor y en la oficina se notaba. No quería amargarse la existencia recordando lo tarde que se había acostado haciendo la colada de la ropa que se había acumulado, o de la gran torre de platos que tuvo que lavar sin guantes porque Santino los había roto al hacer un experimento que vio en Tik Tok. Tampoco quería deprimirse porque no pudo comprarse un labial nuevo ya que el que tenía se le había acabado. ¡Si tan solo Santino no le hubiese sacado el dinero que tenía guardado para ello! ¡No! Ninguna de esas cosas la entristecerían.
Bruno la observaba como siempre. Le encantaba verla así, contenta, alegre, con ganas de enfrentar cada día con optimismo, aunque en el fondo sabía que él no era el responsable de esa vivacidad.
Bruno también estaba al corriente del cumpleaños de María Paz; y era que no, si le costó una botella del mejor Whisky sobornar al de Recursos humanos para que le diera la información.