Mucho ruido y pocas nueces (#6 Serie Refranes)

CAPÍTULO 5

La fiesta terminó y a las afueras del Karaoke todos se estaban despidiendo alegremente, incluso algunos bastante pasados de copas. Amanda, como zorra astuta, le pidió a Bruno si podía llevar a María Paz a casa ya que ella se ocuparía de aventar a las damas casadas a sus hogares para que no tuvieran dramas con sus respectivos maridos.

Durante el trayecto no fue mucho lo que hablaron, salvo Bruno para preguntar la dirección de María Paz. Una vez que llegaron al edificio, Bruno estacionó el auto y se bajó junto con ella para el asombro de María Paz.

- No es necesario, Bruno. Puedes irte. Muchas gracias por traerme a casa. – Le dijo María Paz tímidamente.

- No te preocupes. Me sentiré más tranquilo si te dejo afuera de tu puerta. – No alcanzaron a caminar un par de pasos en dirección al edificio cuando Santino salía de éste con una furia tan destructiva como un huracán. Había visto por la ventana aquel carro estacionar afuera de su edificio pero jamás pensó ver a María Paz bajar de él y mucho menos en compañía de otro hombre. De pronto su sentido de posesividad afloró desde lo más profundo de su ser y se dejó llevar no solo por sus pies, que le hicieron bajar como un vendaval, sino también por una furia incontenible de ver a otro hombre rondar aquello que le pertenecía, SU Pachi. Porque ella era SUYA y de nadie más, y no estaba dispuesto a perderla.

- ¿Qué haces con Mi mujer? ¿Quién te crees para venir a dejarla hasta “nuestra” casa? – María Paz rápidamente se colocó entre ambos hombres temiendo que si no lo hacía ocurriría un desastre.

- ¡Detente, Santino! Bruno es un compañero de trabajo que amablemente me trajo a casa. - Santino se volvió hacia María Paz y comenzó a exigirle explicaciones.

- ¿Y se puede saber por qué? – Dijo ejerciendo fuerza sobre las manos de María Paz que se mantenían en el pecho de Santino a modo de contención.

- Porque toda la oficina me acompañó a mi fiesta de cumpleaños, cosa que tú ni te preocupaste por hacer. – Le reclamó María Paz.

- Cariño, pensé que te bastaba con la sorpresa que te di esta mañana. Creí que estarías contenta de saber que apenas pase la audición y consiga entrar al programa nos casaríamos. – Se excusó Santino.

- ¿En verdad creíste que quería algo así para mi cumpleaños? ¿No pensaste tal vez que quería una fiesta, con amigos, pastel, música, baile y regalos como cualquier mortal? – Le espetó María Paz.

- No sabía que te gustaban esas frivolidades. – Dijo Santino con desdén.

- Ese es el problema, Santino. Que no sabes nada de mí. Todos estos años juntos y no tienes idea qué clase de mujer soy ni lo que me gusta o me disgusta. No me conoces en lo absoluto. Lo único que te interesa es vivir la vida a tu modo de la manera más cómoda posible y aprovechar la ilusión de una estúpida mujer que crea tus promesas para así costear tu estilo de vida insensato. – María Paz no podía estar más enojada.

- No seas estúpida, no sabes lo que dices. – La reprendió Santino.

- Cuidado cómo te diriges a María Paz. Ella es la mujer más inteligente que he tenido el privilegio de conocer en la vida, así que no te voy a permitir que le faltes el respeto – Le advirtió Bruno lleno de ira. Quería proteger a su Pacita y  ¡vaya que lo haría! Aun a costa de exponer su identidad.

- ¿Acaso crees conocerla mejor que yo? – Lo desafió con escarnio.

- ¿Conocerla mejor? No la conozco mejor, la conozco perfectamente. ¿Sabes acaso que cuando Pacita está ansiosa se muerde el labio inferior? – “Me llamó, Pacita. ¡Qué tierno!”, pensó María Paz - ¿Sabes que cuando está nerviosa se toca el lóbulo de su oreja derecha y nunca el de la izquierda? ¿Sabes que le gusta el café con dos de azúcar y un poco de crema? ¿Sabes acaso que no puede lavar los platos sin guantes porque el detergente le daña la piel? ¿Sabes que le gustan los labiales de color cereza? ¿O que le gustan las baladas en español? ¿Sabes acaso que siempre dona su almuerzo en la cafetería a la mujer del aseo? ¿Sabes cuánto le gustan los gatos, los videojuegos y los libros de enigmas? ¿O que incluso necesita lentes porque sus ojos están fallando de tanto leer manuscritos? ¿Sabes siquiera cuál es su trabajo? No sabes nada de eso, como estoy seguro que tampoco tienes idea de que lo que más odia Pacita en el mundo es que los demás no cumplan sus promesas. – Bruno estaba totalmente ofuscado. Sus puños estaban apretados y la vena de su cuello delataba lo exaltado que latía su corazón.

- Estás enamorado de ella. – Le afirmó Santino con desprecio ante la mirada incrédula y asombrada de María Paz.

- Hasta la última fibra de mi ser. – Le dijo Bruno con total convencimiento.

María Paz, que hasta ese momento no había dicho ni una palabra, se colocó entre los dos hombres que aún se miraban frente a frente desafiantes y dirigió su propia mirada a Bruno con una expresión indescifrable para él.

- Vete. Vete de una buena vez y no aparezcas ante mí nunca más, ¿me oíste? – María Paz destilaba rencor en su semblante y en su voz.

- María Paz …… yo …… - Bruno iba a continuar cuando María Paz lo interrumpe colocando suavemente el dedo índice en sus labios.

- No tú …… - Se giró hacia Santino. – Tú.

Santino se descompuso. Había cantado victoria antes de tiempo. Había subestimado la paciencia y tolerancia de María Paz. Jamás pensó que ella sería capaz de botarlo de su vida. Creyó tontamente que el amor que ella le profesaba sería eterno, y así hubiera sido si él mismo no se hubiera encargado de matarlo poco a poco con todas aquellas desconsideraciones, indiferencias, omisiones y sobre todo ……promesas sin cumplir.



#28462 en Novela romántica
#18009 en Otros
#5227 en Relatos cortos

En el texto hay: esperanza, romance, triangulo amoroso

Editado: 15.01.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.