Angela baila con las manos sobre la cabeza, hipnotizada por las incandescentes luces que la rodean. Ella no va a sentir remordimiento alguno, esta noche solo se dejará llevar por ese frenético ritmo interior. El éxtasis de la celebración la consume por completo, dejando que la música se apodere de todos sus sentidos. La disco está repleta, las parpadeantes luces vuelven la atmósfera electrizante. La multitud observa a Angela con atención, todos celebran cada uno de sus movimientos. Ella lo sabe, ama sentir la euforia que provoca. Ella está disfrutando ser la Dancing Queen, porque este es el mejor momento de su vida.
Repentinamente, las luces se apagan por completo, las manos de Angela bajan hasta su estomago, y suelta un estrepitoso alarido de dolor, como si algo muy preciado acabara de esfumarse. Unos segundo después, levanta la cabeza y observa en silencio. Otra vez está ella sola, no hay luces, no hay música. No hay nada más que la habitación vacía. La penumbra de la casa es desoladora y el silencio ensordecedor. Angela corre entre tropezones hasta la mesa, toma una dosis más grande que la anterior, y en dos segundos vuelve a estar rodeada de una multitud que la aplaude. Ahora todos se encuentran en un elegante salón vistiendo de gala. La emoción la embarga, sus amigos no paran de felicitarla. Todos aman a Angela y están felices por ella. De seguro este es uno de los momentos mas emotivos en su vida, pues hoy es el día en que anunciará su compromiso. De pronto, algo llama su atención desde lo alto de la escalera. Con sorpresa, logra distinguir la galante silueta de David que comienza a descender hacia ella. Angela sube un par de escalones y apenas lo tiene en frente lo abraza con fuerza.
—Aún llevo puesto nuestro anillo de compromiso, mi amor —solloza Angela con los ojos lagrimosos—. Desearía que estés realmente aquí, me haces falta, pienso en ti todos los días.
—Solo cállate y bésame, cariño —exclama la figura retorcida de David, quien fuerza a Angela a besarlo, mientras este comienza a pudrirse y expulsar gusanos por la boca.
La criatura suelta agudas y exageradas carcajadas, hasta que la esquelética mandíbula se le desprende del cráneo. Angela grita y lo empuja por las escaleras. Este cae descomponiéndose en pedazos, dejando restos de pus y carne agusanada repartidos por todos los peldaños. Los ojos de la mujer se horrorizan aún más, cuando nota que todos los invitados ahora se han convertido en espeluznantes espectros, los cuales la observan con una sonrisa siniestra. Ella echa a correr despavorida, mientras es arañada, mordida y golpeada por la multitud. Logra encerrarse en el baño, y nota que ha vuelto a su deprimente casa. Aunque, esta vez los monstruos no se han ido, pues aún puede escucharlos gritar y empujar violentamente la puerta. Angela toma su teléfono y marca a su hermana, pero desafortunadamente solo suena el buzón de voz. Sin más alternativa, deja un desesperado mensaje de auxilio, aunque segundos después los monstruos logran derribar la puerta y entrar al baño.