En la noche del miércoles cayó nieve. El frío que abrigaba las calles obligaba a los transeúntes a buscar abrigo, las aceras se volvieron una locura, con gente yendo y viniendo de un lado a otro, apresurados por llegar a sus casas.
Las puertas de algunos establecimientos se abrían y cerraban a cada segundo, por aquellos que deseaban comprar artículos de último minuto. La cafetería Martin’s era una de ellas, pero eso no parecía alegrar a Ethan.
Como si fuera un criminal se mantenía escondido tras un árbol. Intentaba justificar su permanencia en ese lugar simulando esperar a alguien, y en realidad, lo hacía. Se hallaba a la espera de la agresora de su decoración.
Aunque el frío le calaba los huesos se mantenía firme. Sabía que de un momento a otro, ella llegaría.
Había pasado todo el día trabajando como un poseso. No se detuvo ni un instante controlando cada aspecto de la cafetería al tiempo que entrenaba a Theresa.
Conversó con el cocinero mientras ambos realizaban el inventario, escapando solo un par de veces para efectuar unas entregas que se presentaron durante la mañana.
En la tarde contrató a un muchacho para hacer los repartos mientras él acudía a la reunión con el promotor, así pudo entregar en tiempo record los requerimientos para solicitar el crédito y asegurar esa oportunidad para inicios del próximo año.
Luego regresó para seguir atendiendo sus responsabilidades y establecer un acuerdo razonable con el cocinero, quien le dio unos aportes interesantes.
Ahora se hallaba en ese sitio, como lo había planificado. No podía negar que la rabia por el ataque a su decoración navideña logró encender en su interior una llama que lo ayudó a pensar en sus problemas con estrategia.
Así pudo resolver cada uno para al final contar con el tiempo suficiente que le permitiera estar en ese lugar, a punto de atrapar a la criminal.
Una sonrisa se le dibujó en el rostro, de satisfacción y alivio. El frío no era capaz de cortar la calma que inundaba su alma, mucho menos, el incendio de determinación que se producía en su interior.
***
Jessie se acercó a la parada de bus sin la premura que la había invadido días antes, apretujada en su abrigo negro.
Aunque había llegado tarde a su trabajo, pudo activarse rápido al ritmo del día gracias a la descarga de adrenalina de esa mañana.
Su jefe no notó su retraso por estar en una reunión, lo que le dio el tiempo suficiente para hacerle un repaso a las fotos y ajustar algunos detalles.
Al terminarlas, enseguida comenzó a trabajar sobre el bosquejo de las infografías que debía entregar.
Para el tema de la promoción del ciclismo urbano realizó el esquema de un juego de mesa serpenteante, donde cada casilla representaba un sitio turístico de la ciudad, o una de las empresas involucradas con el proyecto, y para el top de empresas que hacían buen uso de la energía eléctrica, dibujó la montaña Everest.
Colocó banderas en el camino a la cima que identificaban a la compañía que había alcanzado alguno de los logros propuestos.
Aún le faltaba la infografía que mostraría el crecimiento del mercado de ropa ecológica, pero con esas ideas su jefe había quedado satisfecho, aunque igual le recitó un montón de advertencias para que se ocupara de culminar ese trabajo antes del fin de semana.
Ella sintió alivio. Se había quitado un peso muy grande de encima, uno que le permitía caminar con la espalda erguida.
Y todo eso, gracias a que pudo obtener algo de paz con sus absurdas niñadas atacando a la familia de muñecos de nieve que se hallaban de camino a su trabajo. Con esas travesuras pudo descargar tensiones y desechar energías negativas.
Por eso, para asegurarse de que estaría relajada esa noche y así culminar con el trabajo pendiente, llevó consigo dos rollos de papel higiénico que había tomado de la oficina para cubrir a los muñecos, como si fueran momias.
Al llegar a la parada de bus, por culpa de la suave nevada, descubrió que aquel lugar era un caos. Demasiadas personas se hallaban en los alrededores. Buscaban algún medio para huir a sus hogares antes de que la temperatura bajase un poco más.
Respiró hondo sabiendo que por esa noche su osadía estaría interrumpida. Tendría que esperar mucho tiempo para que la zona estuviera menos concurrida y así llevar a cabo su plan macabro.
Se apretujó en su abrigo y vio con frustración a la familia de muñecos de nieve. Les advirtió con la mirada que al día siguiente no se salvarían de su odio desmedido.
Al girar su atención a un costado de la decoración descubrió a un hombre recostado de un árbol. Enseguida fue atrapada por la intensidad de sus ojos verde agua que la observaron con intensidad.
Se estremeció, y no de frío, porque esos iris cristalinos le lanzaron un rayo de fuego que calentó su interior y con sus llamas le recorrió la columna vertebral, hasta sacudirla por completo.
Jessie quedó de piedra, algo asustada por el efecto que aquel hombre había causado en ella.
—Hola —se obligó a decir Ethan, viendo como la mujer se mostraba tímida ante su evaluación. Debía verse como un loco trastornado que se hallaba de cacería.
#4503 en Novela romántica
#1065 en Novela contemporánea
navidad y romance, romance drama comedia, romance #superacion#autoestima
Editado: 05.12.2025