Tranquilidad;
Eso había sentido al haber salido de aquel hospital.
Miedo;
Eso era lo que veía en los ojos de los que me acompañaban.
Intenté correr y todavía no sabía caminar tranquilamente, así que me caí la primera vez que dejé de tomar esas pastillas.
—¡Tomatelas siempre! ¡Que no se te olviden!
Pero a ti se te olvido tenerme, en tus brazos nuevamente para poder dormirme.
¡Tonterías! Nunca he sido débil ni he estado loca completamente; pero tenían miedo y no sabía cómo convencerlos.
Ahora se quedan sentados en la primera estación de tren, olvidando que las ruedas del mío estuvieron rotas; ellos esperan a que pase por allí y les enseñé mi nuevo modelo, pero mi cabeza volvió a hundirse en el agua antes de salir, y ellos esperan tanto de mí, que tengo miedo de desepcionarlos; y que mi tren nunca quiera salir.
—¡Ya eres lo suficientemente grande!
Pero es que ninguno se dio cuenta que yo nunca crecí.
—¡Tienes que hacer algo!
Pero es que ellos nunca hicieron nada por mí.
Y es que el terror domina mi cuerpo, porque siguen sin darse cuenta que termine sin poder mover mis brazos, las piernas no las siento, ni siquiera el tronco, ninguna parte de mi cuerpo. Todavía no sé dan cuenta del cadáver que hay sobre la mesa, que tiene los ojos cerrados pero que respira con impaciencia.
Y es que soy esa persona más sentimental sin sentimientos que existe.
Que cuando pincharon mis dedos de las heridas de estos salieron hielos. Pero cuando tocaron mi pecho sentí miedo...
Miedo a que lo desgarraran de nuevo.
—¡Abrió los ojos!
Quien sea quien haya tocado mi pecho; fue como un choque de electricidad por todo mi cuerpo.