Desperté.
No había nadie a mi alrededor, un campo de rosas blancas y todas ellas manchadas de sangre.
Las oli, y su perfume era diferente.
Arranque una pero sentí un quejido fuerte.
Todavía no me había dado cuenta; pero estaba en su mente.
Caos y desorden, algunos jugentes entre las rosas blancas, un perfume diferente pero también unos sollozos pequeños.
Me acerqué con cuidado y ahí lo encontré, tan dulce y pequeño como un copo de nieve, de ojos como la luz del sol en las mañanas, intenté levantarlo pero lo lastimé.
Un desastre todo a su alrededor, pero habían cinco rosas rojas, a ellas si les sonreía, porque intentaba que le pusieran atención, pero ellas miraban el caos, la ira, el desastre...sin embargo yo que simplemente estaba por equivocación, observé su sonrisa.
El copo de nieve no necesitaba una lección de como organizar su mente y de limpiar la sangre de las rosas blancas, a mi me gustaron tal y como estaban ellas, pero quizás era porque mi mente es demasiado oscura.
El copo de nieve era pequeño, un niño, que lloraba por atención de sus rosas.
Al final recibió la atención de una rosa llena de espinas, media marchita y bañada en sangre, que hace rato ya habían arrancado.
Él no necesita que lo mires con ira y decepción, el quiere que le prestes atención, que lo tomes en serio alguna vez.
Solo es un pequeño copo de nieve entre tanto desastre. ¿Qué podría pasar?