Mujer de nadie

Capítulo 5-Ojos claros...

Rafael tenía exactamente un mes de haberse ido, sin contestar llamadas, mensajes, mandándola a buzón directo, él le había asegurado que se iba por trabajo que pronto regresaría y que la llevaría a conocer a su familia, en ese tiempo Rafael fue un hombre muy reservado sobre su familia, Olivia a duras penas pudo sacarle que tenía una hermana, su madre y una abuela, pero siempre le juró que no tenía una buena relación con ellas tres, que no les gustaba como llevaba su vida lejos del negocio familia, las conversaciones se terminaban porque él así lo quería, siempre huyendo de esas conversaciones, Angélica siempre le aseguró que la actitud de Rafael era extraña, Olivia nunca pensó que lo que empezó en Mérida terminaría en matrimonio, ella había creído que esas noches de plática, coquetería y un beso robado, solo sería eso, un recuerdo, pero Rafael apareció frente a ella un día en la playa.

Olivia aprovechaba su día libre para ir a la playa más cercana del puerto donde vivía, ayudaba a su padre en la tienda de artesanía, una que ha estado por generaciones en su familia, Olivia y Angélica perdieron a su madre cuando eran muy pequeñas y desde entonces su padre se hizo cargo de ellas, el diagnóstico de Olivia llegó muy tarde, cuando quisieron darle un tratamiento a su pierna, fue solo por un rato, Olivia tenía ocho años cuando esa ortesis comenzó a ser parte de ella, le parecía horrenda y todos se encargaban de dejárselo muy claro también, la adolescencia fue una etapa muy cruel, la preparatoria se fue del mismo  modo, los novios parecían imposibles, no entendía el por qué, pero parecía que ese aparato solo era un amuleto para la mala suerte. Decidió estudiar diseño de moda, otro duro golpe para su autoestima, lucho tanto por obtener una beca, sus compañeras fueron igual o peor que las que ya había tenido antes en el transcurso de su vida, sus diseños gustaban, pero intentando tener una pasantía en Europa, le fue robaba de la peor manera, ella no tenía los contactos de Valentina, hija de un empresario, así que ese boleto cambio de nombre y se quedó sin esa oportunidad.

No hablemos de hombres que ese tema también fue imparable, fue la burla de más de uno, ella estaba consciente que cojeaba al caminar, pero le parecía absurdo que eso le quitara valor como mujer, entonces decidió cerrarse a esa oportunidad.

Sintiéndose derrotaba regresó a su casa a ayudar a su padre con la tienda y a ratos diseñaba ropa para quienes le pedía algo, le encantaba hacer vestidos, había aprendido para poder usar ropa que le quedara con ese aparato, mucha ropa no estaba diseñada para alguien como ella. Los años pasaron, y siguieron pasando, hasta que simplemente se acomodó en una vida que no había pensado para ella, una que le fue impuesta por ella misma, feliz, estando solo con su padre y su hermana.

Apareció Rafael ese día y todo cambio tan rápido que ni siquiera puede decir donde sucedió ese giro tan drástico, enamorada, perdidamente enamorada de un hombre que parecía ser el sueño perfecto, encantador, un caballero, con una sonrisa coqueta, una manera tan libre de ver la vida, conduciéndola en su propio mundo, uno que ella desconocía, pero aceptaba seguir, porque no había seguido el suyo, la propuesta de matrimonio fue tan repentina, pero aun así no le pareció que estuviera cometiendo una tontería, quería eso, sentirse amada, libre, tener con quién compartir, lo había añorado por años y negativa tras negativa la hizo creer que jamás lo tendría, que no merecía que la amaran, que nadie en su sano juicio la tocaría, pero a Rafael no le importó su cojera, ni la ortesis, nada.

Ahora no entendía que estaba pasando, viendo a ese hombre que dicen es Rafael Ugarte, Olivia se quedó completamente callada, estaba tratando de pensar con claridad, la enfermera regresó a lo que estaba haciendo sin decir una sola palabra, Olivia había escuchado muy bien, a él lo habían llamado Rafael Ugarte, no había forma alguna que se hubiera equivocado, él cerró los ojos.

—Rafael debe descansar, aún sigue un poco sedado — comentó la enfermera antes de salir.

Olivia asintió y quiso salir detrás de ella, pero tuvo que sostenerse de la cama, la impresión había sido muy grande, no podía entender que estaba pasando, el hombre que dice ser Rafael tiene los ojos claros, el hombre con quien ella se casó tienes los ojos oscuros, pero las facciones son casi las mismas, era una burla acaso pensó.

Con que cara diría que se había equivocado ahora, hizo un escándalo frente a la familia de ese hombre que no es su esposo, lo mejor era que saliera de ahí sin decir nada, esconderse, hacer como si eso jamás hubiera pasado, de momento fue la única solución que pasó por su mente, regresó por donde había entrado, miró un área de enfermeras, era una que no había visto antes, se acercó con cuidado.

—Disculpe la habitación de ¿Rafael Ugarte? — preguntó, tenía que hacerlo.

—Es la habitación doscientos veinte…

—Es el único con ese nombre.

—Sí, es el único — contestó con duda la enfermera.

—Gra-gracias — escucharlo solo había sido peor, Olivia se sintió tonta por preguntar, pero quería comprobar que solo hubiera un Rafael en ese hospital, sin duda solo había hecho el ridículo.

Al salir por el pasillo no vio a la abuela de Rafael, era su momento para salir sin ser vista, todo estaba tranquilo, juraría que era muy tarde, se limitó a querer pasar desapercibida, pero su aparato no era de mucha ayuda.

—Olivia — escuchó detrás de ella —Cariño, ¿dónde vas? —La abuela de Rafael insistía, por más que Olivia intentaba girarse no podía verla a los ojos —Anda cariño, entiendo que fue doloroso ver a Rafael así, pero mira…




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