Yang poseía la Piedra Roja Sagrada con ella podría abrir el portal en el momento exacto para que Hua saliera, y luego tomar la Piedra Cósmica y absorber la energía vital del Dragón Negro, pero para ello debía entrar y colocarla en su corazón, sin despertarlo. El arpa sideral tenía esa tarea mágica.
La princesa Hua había sido entrenada y sabía todo lo que ocurriría, por ello al sufrir su transformación enseguida alzó vuelo hacia la abertura del portal, y unas luciérnagas aparecieron iluminando su camino. Fue así, como logró por fin escapar de aquel cautiverio por más de 500 años. Conocía su destino y debía aceptarlo. Yang entró inmediatamente después de salir Hua, se dirigió con mucho cuidado para colocar lo más cercano posible del corazón de Yin la Piedra Cósmica, tal como lo había aprendido, y un polvo negruzco salía de su hermano, y se iba concentrando en la mitad de la piedra, con una hermosa figura de dragón.
Los latidos de Yin se escuchaban débiles y su respiración había disminuido. Yang lo miraba con mucha tristeza, pero no podía quedarse tanto tiempo allí, porque para sellar la fuerza debían salir del lugar, y todo el esfuerzo sería en vano. La princesa estaba a salvo y Yang había cumplido la misión. El bien había triunfado sobre el mal, y el universo estaba a salvo, por lo menos por 1000 años, hasta que volviera a despertarse el Dragón Negro.