Mundo de Emociones

Amor

Cierto día la niña como de costumbre se había dormido, las cortinas estaban cerradas y le daban a la habitación la oscuridad suficiente para no poder ver nada dentro, en medio de su sueño la niña se despertó a causa de un ruido, al abrir los ojos vio que la puerta de la entrada de la casa estaba abierta, los libros estaban regados por el suelo, y el cocodrilo de peluche no estaba dentro, descalza aún salió de la casa para ver qué sucedía a sus alrededores, la niña pudo ver a lo lejos una gigantesca bola de pelos blanca con cuatro pequeñas patas que avanzaban lentamente  y de forma graciosa haciendo justicia a su fofa y esponjosa figura, se dirigía hacia el bosque de la noche, llevando consigo el cocodrilo de peluche, la niña empezó a caminar lentamente hacia donde había ido la bola de pelos blanca, esta vez ignorando el letrero que una vez más le advertía sobre no entrar, algo raro le pasaba, normalmente hubiera cerrado la puerta abierta y hubiera vuelto a dormir, pero esta vez no, algo dentro de ella no la dejaba volver, quería su peluche de vuelta.

La noche era muy diferente al atardecer, no se podía ver nada, los árboles eran más grandes, hacia algo de frio y la luna se veía más grande y brillante. Mientras caminaba por el bosque podía ver claramente retazos de pelaje colgando de las ramas de los árboles, el pelaje blanco resplandecía con un brillo anormal a la luz de la luna y era bastante suave al tocarlo, era casi como algodón. Después de un tiempo siguiendo el rastro pudo ver a la bola de pelos gigante, estaba sentada apoyando su gigantesca y peluda espalda contra un árbol que emitía una tenue luz rosa desde sus hojas blancas, el ambiente allí estaba muy iluminado, cientos de luciérnagas volaban en todo el lugar dándole un aura casi mágica. La gigantesca criatura blanca sostenía con una de sus patas al pequeño cocodrilo, la niña se acercó sin vacilar a la extraña criatura mirando fijamente a su cocodrilo.

―Dis…Disculpa…ese cocodrilo es mío… ―la niña no hablaba muy fuerte así que no estaba segura de que la hubiera escuchado, además que no había hablado en voz alta nunca.

La extraña criatura bajo la mirada para posar sus ojos sobre la niña, sus ojos eran grandes y totalmente de color rosa al igual que la luz que emitía el árbol, su mirada tenía algo en ella, le producía la misma sensación que tenía el momento que quería recuperar su cocodrilo. Ante la falta de respuesta de la criatura la niña elevo su voz  de nuevo reclamando su cocodrilo ante lo cual la criatura se levantó aun sosteniendo al peluche con una de sus patas, instantes después levanto la pata que quedaba libre y la paso por encima del animal que era sujetado por su otra extremidad, al hacerlo unas partículas de luz color rosa como la luz del árbol cubrieron al animal de peluche, el cocodrilo parecía haber absorbido la energía que broto de la pata de la criatura, al instante dejó caer al peluche a tierra y todo el ambiente se quedó en penumbras.

La niña se puso a buscar al pequeño peluche en medio de la oscuridad chocando constantemente con la gran bola de pelos blanca que no parecía importarle en lo absoluto. Después de unos momentos las pequeñas manos de la niña encontraron al peluche, el ambiente al mismo tiempo empezó a recuperar su luminosidad, cuando lo tuvo en sus manos rápidamente lo llevo a su regazo e inmediatamente después el peluche empezó a brillar, sus ojos de botón empezaban a iluminarse y sus extremidades empezaban a moverse, el cocodrilo estaba cobrando vida.

La niña a pesar del cambio no soltaba a su peluche que ya empezaba a sacudir sus brazos y piernas a razón de la fuerza que ejercía la niña sobre su pequeño cuerpo y en ese instante el cocodrilo empezó a balbucear lo que parecían ser palabras a pesar de no mover la boca, a medida que iba emitiendo más y más sonidos se podía entender claramente lo que decía.

―Me aprietas… ¡Me aprietas!

―Lo siento ―la niña soltó al pequeño peluche poniéndolo en el suelo.

―Gracias, de seguro ahora no sabes lo que está pasando, ya que es ilógico que algo inerte cobre vida de la nada, permíteme presentarme, soy Amor ―dijo el pequeño cocodrilo aliviado por dejar de ser estrujado.

― ¿Amor? No parece un nombre y tampoco se parece a ninguna palabra que conozca ―la niña lo dijo con un tono serio y seco, no podía hablar más en serio.

―Bueno, es entendible que no lo sepas, pero de seguro ya lo sientes ―el cocodrilo se reía con pequeñas carcajadas apenas audibles y hablaba con una voz delgada y algo femenina.

―No sé qué es Amor, ¿Cómo es posible que pueda sentirlo?

―Lo que sentiste cuando yo desaparecí y entraste  al bosque a pesar de que no tenías ninguna de necesidad de hacerlo, eso es lo que soy; Amor.

―Sigo sin entenderlo, pero no me importa  volvamos a casa, quiero dormir ―la niña se sentía cansada y con pesadez en los  ojos, además que le dolían los pies.

―En un momento, tengo que hablar contigo.

― ¿Sobre qué?

―Hay una razón para que nos hayamos conocido, justo ahora.

―Siempre te conocí, estabas en esa casa, en la habitación, desde que puedo recordar.

―Me refiero a mí… ―el pequeño peluche señaló a la gran criatura blanca que permanecía inmóvil y vigilante a la conversación entre el peluche y la niña.

― ¿Estas usando mi cocodrilo para hablarme? ¿Por qué no me hablas directamente?

―Como podrás ver no tengo boca, necesitaba algo con ella para poder hablar, aunque no sea más que un objeto sigue siendo una boca.




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