Mundo mágico. Regalando sueños

3.LA PEQUEÑA PRINCESA ANA Y EL DUENDE OKOT.

¿Sabían que todos los niños y niñas son príncipes y princesas de mamá y papá?

Pues hoy les vengo a contar la historia de la princesita Anita, ella es la princesa de las flores. Sí, como lo oyen, es una hermosa princesa que todos los días lucha para mantener el orden en su jardín de flores.

 Empezaré por la primera vez, cuando Anita abrió sus hermosos ojitos y vio el mundo lleno de colores. Sí, porque Anita nació en medio de un jardín lleno de flores de todos los colores.

 Todo el reino estaba muy feliz por el nacimiento de la princesa. Su padre el rey dio una fiesta para celebrar la llegada de la más hermosa de las princesas en el mundo. Todos los habitantes del jardín estaban muy felices con su princesa Anita, era una pequeña muy buena, por lo que todos a su alrededor la querían y la cuidaban, bueno no todos. 

Dentro de un árbol muy grande que había en una esquina del jardín y que tenía muchos años, más que su papá el rey. Vivía escondido en un agujero, un duendecillo muy travieso y que sentía que era injusto, que siendo él, el más viejo habitante del jardín, no fuera el rey. Y mucho menos, que su pequeña hija duendecilla no fuera la princesa.

 El duende Okot, porque así era como se llamaba este pequeñito duende, del tamaño de un pequeño ratón. Pero que poseía una grande y redonda nariz roja como un tomate, al igual que sus cachetes. También tenía una barriguita abultada,  sus manos y pies eran cortitos. Por lo que sus zapatos siempre le quedaban muy grandes. Lo que al vestirse con una chaqueta amarilla con botones verdes, su gran gorro que colgaba al lado,  hacían verlo como un pequeño payasito.  

Cada noche salía de su casita en el árbol y se dedicaba a hacer travesuras.  Despertaba a las mariposas, robaba la miel de las abejas, cambiaba los colores de las flores. Porque Okot sabía hacer magia y con ello cada mañana las flores cuando abrían se asustaban de ver que sus hermosos pétalos habían cambiado de color, pero lo peor no era eso, es que siempre eran colores feos, negros o muy oscuros. Por lo que cada mañana el jardín se llenaba de lamentos.

  Sobre todo a Okot, le gustaba robar los zapatos de la princesita Anita. Por lo que el rey decidió castigar a Okot. Dio una orden que asustó mucho a la princesita, mandó a llamar a los castores y les dijo.

—¡Cortad el árbol! Quiero que encontréis donde vive Okot y lo traigan a mi presencia.

 Todos los habitantes del reino se quedaron asombrados ante esa orden. El rey siempre había protegido mucho a todos los árboles, sobre todo al abuelo árbol de muchos años.

—Pero papá…

 Se adelantó la princesita Ana muy valiente, porque al rey, es decir al papá de Ana, todos lo respetaban mucho, solo Anita lo contradecía a veces, no muchas, y lo hacía con mucho respeto. Papá el rey, amaba mucho a su princesa.

—Dime Anita, ¿qué quieres decir?

—Perdón papi —dijo Anita, y papá el rey sabía que ella lo trataba con mimo porque diría algo que sería imposible de cumplir—, ¿no crees que el abuelo árbol que ha vivido muchos años, no ha hecho nada malo para que por culpa de Okot lo cortes?

 Todos en el gran jardín asintieron con la cabeza. No era justo para el abuelo árbol que lo cortaran.

—¿Y qué propones?—preguntó el papá rey a su princesa.

 La princesa Anita no había pensado en nada cuando interrumpió a papá. Por lo que empezó a rascarse la nariz. Eso era algo que hacía cuando pensaba, todos hicieron silencio, hasta que la princesa levantó su carita iluminada y sonriente.

—Iré a hablar con Okot personalmente, estoy segura de que Kitzia su hija me ayudará. Es mi amiguita.

—¡No permitiré que entres en ese agujero!—Sentenció el rey.

—Su majestad —comenzó a hablar Anita, al tiempo que hacía una profunda reverencia a papá rey, muy seria— mi deber como princesa es cuidar de todos como me has enseñado. Por favor, permitidme ir a negociar. 

 Papá rey estaba muy sorprendido. Le daba mucho miedo que a su pequeña hija le pasara algo. Pero la princesa Anita era muy valiente y afrontaba todo sin miedo. Bueno..., si tenía un poquito de miedo, pero no se dejaba vencer por él, porque sabía que estaba papá rey para cuidarla también.

—Muy bien, tienes mi permiso, pero irás con la guardia real — Decretó el rey.

 Se dirigieron a la entrada de la cueva de Okot y justo cuando estaban por entrar, el abuelo árbol comenzó a moverse. Todos corrieron asustados alejándose de allí. Pero no la princesa Anita. Ella se mantuvo firme, sabía que era el duende Okot asustándolos. 

Y cuando el duendecillo creyó que todos se habían marchado, se asomó sigiloso riéndose divertido detrás de una raíz. Fue el momento que aprovechó la princesita Ana y lo tomó de una oreja, llevándolo a presencia de su papá el rey.

—Su majestad, aquí tiene el culpable de todo lo que pasa en el jardín.




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