Había una vez una niña llamada Emily que estaba jugando en la sala de su casa cuando de pronto vio aparecer una luz muy brillante que daba vueltas por todos lados.
—¿Qué cosa es eso?—. Preguntó curiosa y comenzó a correr detrás de la lucecita.
Cuando se fijó bien vio que era un angelito que volaba de una forma muy rara. Y en su volar dando tumbos iba ensuciando toda la casa.
Primero ensució el sillón, luego el televisor, la mesita de centro y hasta la pecera de su pez corazón. A ella eso no le gustó para nada, de seguro mamá iba a pensar que habías sido ella. Por lo que trató de atraparlo, era una tarea difícil. Pues volaba sin detenerse en ningún lugar.
Luego cogió por el pasillo y llegó a la cocina donde siguió ensuciando todo. La mesa; el refrigerador; la meseta; y hasta estuvo a punto de caer en la olla de agua que mamá estaba cocinando en el fogón. Pero justo en ese momento mamá lo agarró.
—Haber angelito, ¿por qué estás armando tanto alboroto y ensuciándome toda la casa?—. Le preguntó mamá.
Pero antes que él contestara, se fijó que el angelito tenía sus ojitos tapados y no podía ver, rápidamente le quitó las hojas que le cubrían los ojos.
—Muchas gracias, querida señora, —comenzó a hablar el angelito— disculpe usted por todo lo que he podido hacer de malo en su casa, pero es que un duende travieso me tapó los ojos mientras dormía y por eso no podía ver—. Y el ángel dio tres vueltas, dijo unas palabras mágicas y toda la casa volvió a estar muy limpia.
Emy que hasta ese momento solo estaba observando al angelito, mientras abrazaba a mamá oso le preguntó.
—¿Pero por qué el duende te hizo esa cosa mala?
—Verás Emy, los duendes son unos seres que viven escondidos y les gustan hacer muchas travesuras. Yo me acosté cerca de la entrada de su casa sin saberlo y me quedé dormido, él se aprovechó y me hizo esa maldad de taparme los ojos.
—Ah, pero eso no se debe hacer, los duendes se portaron mal, ¿verdad mamá?
—Si Emy, no se le deben hacer maldades así a los demás. Y tu angelito, vete la próxima vez a dormir en tu cama, para que no vuelva a sucederte esto, podrías haberte lastimado.
—Si angelito —dijo Emy— regresa a tu casa y cuídate para que nunca más los duendes te hagan travesuras.
—Muchas gracias por ayudarme—. Respondió agradecido el pequeño angelito. Luego movió sus manos e hizo que cayeran muchas estrellitas brillantes como globos. Emy aplaudió entusiasmada.
Emy aprendió que es bueno divertirse, pero hay que tener cuidado con las travesuras que hacemos a los demás. Porque pueden causar muchos problemas y hasta lastimarlos. Por eso ella siempre duerme en su camita, para no darle chance a los duendes, de hacerle ninguna travesura.
Un nuevo cuento para ustedes amiguitos.
Les quiere su amiga
Bris
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Editado: 03.06.2023