Mundo mágico. Regalando sueños

14. LA HADITA COSTURERA.

 

 

En una casita en medio de un verde y florido prado, vivía una hermosa hada. Se llamaba Iris, y le encantaba crear cosas. Pero sobre todo le gustaba coser, hacer lindos vestidos los cuales regalaba a sus amigas las hadas que la visitaban.

 Sus vestidos eran únicos. Pues ella misma hacía todo el trabajo. Se inspiraba en la naturaleza que la rodeaba. Primero ella cogía su lápiz y papel. Luego salía a pasear por entre las flores. Cuando encontraba una que le gustara, se posaba en otra y se dedicaba a crear y dibujar los más increíbles trajes. 

 De a poco todos los animalitos del jardín los de cerca y los de no tan cerca comenzaron a encargarle ropa. Casi no tenía tiempo para atender nada más. Pues después que ella hacía el dibujo de lo que iba a crear, tenía que buscar la tela, luego marcar el molde, cortarlo con las tijeras, para luego coserlo en su máquina. Y por último, pero no menos importante, tenía que llenarlo de hermosos dibujos de flores.

Se hacían grandes hileras esperando que llegara el turno de cada uno para que ella los atendiera. Por lo que no podía regar las flores de su jardín, mucho menos cuidar de su huerto. Y era algo que la entristecía. Tampoco había podido hacer el dulce que tanto le gustaba. Por lo que tomó una decisión. Los días domingos no cosería, atendería sus flores, su huerto y su casa.

 Pero cuál no sería su sorpresa al enterarse de que los clientes se habían molestado con su decisión. Por mucho que trató de explicarles no entendieron. Así, que se fue a ver al rey de las hadas. Le explicó su problema, y él la entendió muy bien.

—Iris, tengo la solución.

—Muchas gracias majestad.

—Me han dicho que tú no cobras por tus servicios.

—Así es, majestad.

—Pues bien, a partir de hoy. Todo el que quiera que le hagas una ropa. Deberá pagarte.

—¡Oh no majestad! No fue a eso a lo que vine, no quiero dinero.

—No estoy diciendo que te paguen con dinero. Todo el que vaya, deberá regar tus flores, limpiar y atender tu huerto, tu casa. Y ayudarte  a hacer tus dulces favoritos. El que no haga nada de ello, no le coserás la ropa.

—Muchas gracias majestad. Me parece muy justo.

 Y fue así como a partir de ese día, el jardín de la hadita costurera Iris, su huerto y su casa volvieron a estar como debe ser. En agradecimiento, Iris cosió muchos guantes y los regaló a todos para que no pasaran frío en el invierno. Recuerda, trata a los demás como quieres que traten a ti.  

 

Se han buenos con los demás

y ellos serán buenos contigo.

Recupérate pronto Anita.

Les quiero

su amiga escritora 

Bris

 




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