Mundo mágico. Regalando sueños

21. LA PRINCESA DE LAS FLORES Y EL CUERVO

 

En un país muy lejano, en medio de una gran pradera existía un jardín que siempre estaba florecido. Tenía todos tipos de flores de todos los tamaños y colores. En él habitaba la princesa de las flores.

 Era una hermosa princesa, como las flores de su jardín ella tenía su cabello de todos los colores, su ropa estaba confeccionada con los pétalos de las flores. Cada día lucía un vestido diferente regalo de sus amigas las flores, que recolectaban un pétalo de cada flor y le hacían vestidos hermosos.

 Pero de un tiempo a esta parte algo malo pasaba con el jardín. Todos los días la princesa de las flores salía a realizar su esmerado trabajo, que no era otro que recolectar las semillas y plantarla por todo el jardín.

 Sin embargo, las plantitas no aparecían como siempre. Ella estaba muy triste y preocupada. Si todo seguía así, el jardín de seguro desaparecería, pues había plantas que perduraban por siempre, pero otras morían cuando terminaba su época.

 Estaba como todos los días después de realizar su tarea de sembrar semillas, sentada encima de un hermoso girasol. Una mariposa se le acercó al verla tan triste.

—Hola princesa, ¿por qué estás tan triste?

—Es mi jardín, va a morir.

—¡Oh que terrible! ¿Y por qué dices eso? Yo lo veo muy hermoso y saludable.

—No es así, llevo un tiempo que no logro que nazcan las semillas que planto. Parece que he perdido mi magia.

—No creo que sea eso.

—¿Por qué?

—Creo que alguien se come tus semillas.

—¿Quién puede hacer tamaño crimen? — pregunta realmente molesta. No se le había ocurrido tal cosa. Que existiera alguien que se comiera sus semillas—. Tenemos que comprobar tu teoría, hermosa mariposa.

—Escondámonos donde plantaste hoy tus semillas —. Sugirió la mariposa.

—Sí, hagámoslo —. Estuvo de acuerdo con la mariposa.

 Ambas volaron hasta en medio de un rosal y se escondieron dentro de una hermosa rosa roja. Pasaban las horas y no venía nadie, ya estaban perdiendo las esperanzas cuando escucharon una acalorada discusión. Se asomaron despacio y no podían creerlo, un enorme cuervo estaba discutiendo con unas abejas.

—No te dejaremos comer las semillas—. Gritaban las abejitas.

—Si no me dejan, me las comeré a todas ustedes —. Las amenazaba el cuervo.

—No importa, vendrán más a defender a las semillas. Es que acaso no te das cuenta de que si desaparecen las flores, no podremos recolectar néctar, y si no podemos recolectarlo, no podremos fabricar miel, ni alimentar a nuestros hijos. Decía la reina abeja que era la más grande.

—Ja, ja, ja —rió el cuervo— ¿y eso que tiene que ver conmigo? Yo no como miel. Apártense o me las comeré —. Volvió a amenazar e hizo el intento.

 

La princesa de las flores salió de su escondite junto a la mariposa. Sacó su varita mágica y llenó de un polvo dorado al cuervo, que de pronto sintió que no podía moverse.

 —Eres muy malvado cuervo —. Habló la princesa.

—No lo soy, necesito comer.

—¿Y por qué no haces como yo, que recolecto una a una las semillas?

—Porque es más fácil comer las tuyas que están todas juntas.

—Pues a partir de hoy y por todo un mes estás castigado a recolectar y ayudarme a sembrar las semillas que comiste durante este tiempo.

—Eso no es justo.

—Si lo es —. Gritaron las abejas, nosotras mismas velaremos por tu trabajo.

—Muchas gracias abejitas. Han salvado al jardín. En cuanto a ti cuervo, si cumples a cabalidad con tu trabajo, te diré un lugar donde hay muchas semillas para que puedas comer sin cansarte mucho.

 A partir de ese día el cuervo todas las mañanas recorría el bosque junto a las abejas y la princesa de las flores para recolectar semillas, mientras las mariposas cuidaban del jardín que volvió a renacer con nuevas y hermosas flores.

 Durante ese tiempo al cuervo, comenzaron a gustarle las flores, y le maravillaba ver cómo nacían las nuevas plantitas. Y a pesar de que la princesa de las flores le quitó el polvo mágico, siguió ayudándola a recolectar semillas, a sembrarlas y cuidar del hermoso jardín.

 El cuervo se dio cuenta de que no debía robar las semillas, que aunque comiera algunas para su alimentación, otras debían sembrarse para que siempre existieran plantas que dieran semillas y flores para todos.




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