19 de septiembre
CHARLOTTE
El sonido del despertador me sacó de mi sueño justo cuando estaba por descubrir algo importante. Me levanté de golpe, aún con la sensación de confusión que me acompañaba todas las mañanas. Sabía que debía apurarme, pero la falta de energía me hacía cada vez más difícil comenzar el día.
Me vestí rápidamente. Nunca he sido de las chicas que pasan horas arreglándose, pero tampoco me gusta verme descuidada. Opté por mi ropa cómoda de siempre y bajé corriendo a desayunar algo ligero. Thomas, mi mejor amigo desde siempre, ya estaba afuera esperándome en su auto.
—¡Rápido, Charlotte! —gritó desde el coche, tocando el claxon como si eso fuera a acelerar el tiempo.
—¡Ya voy! —respondí molesta mientras me despedía de mis padres. No soporto que me presionen, y menos cuando siento que ya voy a contrarreloj.
Me subí al auto, y apenas cerré la puerta, Thomas arrancó. Su actitud desesperada comenzaba a irritarme.
—Podrías relajarte un poco, ¿sabes? —le dije ajustándome el cinturón—. Me levanté tarde y tenía que desayunar algo.
—Lo sé, pero ya sabes cómo soy. No me gusta llegar tarde. Mi promedio depende de esto, Charlotte, y no pienso arriesgarlo.
—Mira, si tanto te molesta, dime de una vez. Puedo buscar a alguien más que me lleve. No eres el único que puede hacerlo.
Thomas suspiró, bajando un poco la velocidad.
—Perdóname, no quería ser grosero. Es solo que... ya sabes cómo son mis padres. Siempre exigiendo que sea perfecto.
—Sí, sí, el hijo modelo de siempre —respondí con sarcasmo—. ¿Pasaremos por Alicia?
—Sí. Dijo que su mamá no podía llevarla hoy.
—Perfecto. ¿Puedo poner música?
—Claro, lo que quieras.
Conecté mi celular y comenzó a sonar "When Humans Become Our Gods" de Our Last Night. Era justo lo que necesitaba para despejarme. Thomas, aunque no era fan de mi música, permaneció en silencio mientras manejaba.
Llegamos a la casa de Alicia. Thomas tocó el claxon, y ella salió casi corriendo, con su típica sonrisa sarcástica.
—¡Hola, mis amores! ¿Cómo amanecieron? —preguntó mientras se subía al auto.
—Muy bien, hermosa —le respondí en tono burlón.
—¿Qué clase tienen primero? —preguntó mientras revisaba algo en su mochila.
—Inglés para mí, educación física para Thomas. ¿Y tú?
—Biología. Me encanta esa clase.
—¿La clase o el maestro? —bromeé.
—Ja, ja, muy graciosa —respondió, rodando los ojos—. Bueno, tal vez ambas cosas.
Thomas intervino, riéndose.
—Sigue soñando, Alicia. Ese maestro es demasiado mayor para ti.
Nos reímos juntos mientras llegábamos al instituto. Thomas estacionó cerca de la entrada, y Alicia y yo bajamos mientras él buscaba un lugar más cercano para aparcar.
La primera clase fue inglés. La profesora Mirna era conocida por su carácter exigente y sus tareas interminables. Me tocó trabajar en equipo con el chico más reservado del salón. Siempre me había parecido extraño, incluso intimidante, pero no tenía opción. Intenté ser amable con él, aunque internamente deseaba que la profesora reconsiderara su decisión.
La siguiente clase fue geo-historia, una de mis favoritas. Me fascinaba aprender sobre lugares antiguos y las leyendas que los rodeaban. Además, tenía la suerte de compartir esta materia con Thomas y Alicia.
—Buenos días, chicos. Hoy exploraremos un lugar muy interesante —anunció la maestra con su habitual sonrisa amable—. Se encuentra aquí mismo, en Reich Hamilton, a las afueras del pueblo.
Mi interés aumentó de inmediato. La maestra comenzó a describir un bosque antiguo, rodeado de misterio y tragedias. Según explicó, había una casa en el interior del bosque que muchos habían intentado explorar, pero quienes lo hacían no regresaban. Se decía que una energía oscura dentro de la casa los incitaba al suicidio.
Cuando mostró imágenes del lugar, mi corazón se detuvo. Era el mismo lugar que había soñado una y otra vez. Miré a Thomas y a Alicia, quienes también parecían impactados. Sus expresiones confirmaron lo que temía: ellos conocían ese lugar tanto como yo.
La maestra continuó su explicación, pero mi mente ya estaba en otro lado. No podía apartar la sensación de que este lugar estaba conectado con nosotros de alguna manera.
—Para la próxima clase, deberán hacer un ensayo sobre este lugar. Pueden ir a visitarlo para tomar fotografías, pero les advierto: no entren a la casa bajo ninguna circunstancia.
Cuando sonó el timbre, salimos al patio para desayunar. No pude contenerme más y decidí enfrentarlos.
—¿No les pareció interesante la clase? —pregunté, intentando sonar casual.
—Sí, supongo... —respondió Alicia, evitando mi mirada.
—Parecía que ustedes ya sabían algo de ese lugar —insistí.
Alicia suspiró, finalmente rindiéndose.
—Está bien, lo confesaré. He tenido sueños repetitivos sobre ese bosque. Siempre es el mismo día: 24 de septiembre de . Me aterra, porque nunca pensé que fuera real.
La miré con incredulidad, sintiendo que mi pecho se apretaba.
—¿Y tú, Thomas?
Él bajó la mirada antes de responder.
—También lo he soñado. No quería decírtelo porque sabía que insistirías en buscar respuestas.
—¡Por supuesto que voy a buscar respuestas! ¡Esto no es una coincidencia! Llevamos años soñando con este lugar, y ahora resulta que está aquí, a unas horas de distancia. No me voy a quedar con las dudas.
—Charlotte, esto es una locura —dijo Alicia, claramente preocupada.
—No, Alicia. Es la única forma de entender qué nos está pasando.
Thomas asintió lentamente.
—Te ayudaré, pero solo si hacemos esto con cuidado.
Alicia lo miró como si estuviera loco.
—¿De verdad estás considerando ir a ese lugar? ¡Esto podría ser peligroso!
—Ya es peligroso no hacer nada —respondió Thomas—. Estos sueños nos están afectando, y no podemos ignorarlo más.
Editado: 01.02.2025