Mundos Diferentes

La fiesta

— Nada, hija — respondió mi padre con una sonrisa en el rostro, pero su tono era tranquilo, como si intentara restarle importancia a la conversación.

— ¿Y a dónde vas? — dijo mi madre, esta vez con un tono mucho más fuerte, casi molesto. Su rostro mostraba una expresión que dejaba claro que no estaba del todo contenta con lo que escuchaba.

— Me invitó a salir Thomas — respondí, tratando de sonar natural, aunque sabía que mi madre no lo aceptaría fácilmente.

— Pues no vas a salir, ni permiso me has pedido — sentenció mi madre con firmeza.

— Déjala ir, necesita respirar un poco de tus cosas — intervino mi padre, con voz calmada, pero con un tono de molestia que no pasé por alto.

— Tú siempre sintiéndola, por eso me chocas — respondió mi madre, visiblemente irritada, antes de dar media vuelta y marcharse a su habitación.

Me quedé allí, mirando el pasillo mientras escuchaba el ruido de sus pasos alejándose. Sentí una mezcla de frustración y ansiedad, como si algo estuviera a punto de estallar. Pero, justo en ese momento, el sonido del claxon del coche de Thomas me sacó de mis pensamientos. Miré hacia la ventana y vi su coche estacionado afuera, esperando. No sabía si debía salir o quedarme; si mi madre se enteraba de que había salido sin su permiso, las consecuencias serían graves.

Mi padre, que parecía entender mi incertidumbre, se acercó y, con una sonrisa algo cansada, dijo:

— Ve, hija, solo no llegues tan tarde. Yo hablaré con tu madre.

— Gracias, papá — le dije con una sonrisa tímida y le di un beso en la mejilla antes de salir corriendo hacia el coche.

Thomas ya parecía impaciente, y al verme salir, aceleró el motor del coche.

— Hola — le dije al subirme al auto, notando la expresión de fastidio en su rostro.

— Solo sube al auto — me dijo, con un tono molesto, como si ya estuviera cansado de esperar.

El trayecto fue en silencio. Sabía que algo no iba bien, que Thomas estaba enfadado, pero no quería decir nada que empeorara la situación. Cuando Thomas se enoja, realmente lo hace. Lo conozco bien, y sé que cuando se molesta, te deja de hablar por semanas, a veces hasta meses. Recuerdo claramente una vez, cuando estábamos en segundo de secundaria, que se enfadó porque hablé con un chico que a él le caía mal. Pasaron largos meses sin que me dirigiera la palabra, hasta que finalmente fui yo quien tuvo que buscarlo y pedirle perdón, porque él jamás lo haría. Thomas es demasiado orgulloso, y aunque le importaba nuestra amistad, su orgullo siempre estaba por encima de todo.

No quería que eso sucediera de nuevo, así que decidí guardar silencio y esperar a que el momento pasara. A medida que avanzábamos, el malestar en el ambiente era palpable. Pero finalmente, Thomas habló:

— Ya llegamos, baja y busca a Alicia. Ella está por ahí. Yo voy a estacionar el coche, ahorita voy con ustedes.

— Sí — respondí, saliendo rápidamente del coche.

La casa era enorme, y estaba llena de gente. Los sonidos de risas y música provenían de todos lados, pero no se sentía como una fiesta alegre. La mayoría de las personas parecían estar demasiado borrachas como para disfrutar del momento de manera sana. Decidí buscar a Alicia, y no me fue difícil encontrarla. Estaba con un chico, platicando animadamente y sonriendo como si nada en el mundo pudiera alterarla. Me acerqué a ellos, tratando de ocultar la incomodidad que sentía por estar allí.

— Hola, Charlotte, ¿y Thomas? ¿Dónde está? — me preguntó Alicia, sin quitarle la vista al chico con el que hablaba.

— Hola, ahorita viene — respondí con una sonrisa forzada.

— Este es Richard, mi amigo — dijo Alicia, señalando al chico con el que estaba.

Richard me sonrió y me tendió la mano. La estreché, intentando ser amable, pero en el fondo solo quería salir de allí.

— Bueno, iré a ver qué hago por allá — dije, buscando una excusa para alejarme.

— Sí, solo no te pierdas — me advirtió Alicia, mientras se volteaba de nuevo hacia Richard.

— Bueno, adiós — respondí antes de darme la vuelta y salir disparada hacia el patio.

El patio era enorme, casi parecía un jardín abandonado, con un árbol grande en el centro. Fue allí donde me dirigí, buscando un lugar tranquilo para poder reflexionar un poco sobre todo lo que estaba sucediendo. Vi a las personas a mi alrededor: algunas estaban sentadas en el suelo, otras se balanceaban entre risas y más risas, mientras que otras apenas podían mantenerse en pie debido al alcohol. Me sentí fuera de lugar, como una observadora de algo que no entendía. Todos parecían felices, pero no era una felicidad real. Se reían, pero no sabía si de verdad disfrutaban de la compañía o simplemente estaban tratando de olvidar algo.

Pensé que era triste que muchas personas no pudieran divertirse sin recurrir a las sustancias. Yo nunca había sido de esas personas que mostraban una felicidad falsa solo para encajar. La felicidad, para mí, siempre había sido algo que debía experimentarse en su momento, cuando realmente lo sentías.

En ese momento, una voz masculina me sacó de mis pensamientos.

— Hola, soy Antony.

— Ah, hola, yo soy Charlotte — respondí, sin mucho ánimo de continuar la conversación.

— ¿En qué escuela vas?

— En la prepa del centro — respondí, olvidando el nombre exacto de la escuela. Siempre me pasaba, solo recordaba las siglas: SCRH.

— Ah, qué bien. Bueno, ¿sabes qué hora es? — dijo Antony con tono entusiasta.

— ¿Hora para qué? — pregunté, confundida.

— Creo que no sabes. Hoy hay una fiesta para ver las carreras más asombrosas del pueblo.

— No sabía nada de eso — respondí, intrigada.

— Pues ven, vamos afuera — me invitó.

Salí con Antony y, al llegar a la calle, vi que estaba cerrada. Había dos coches de carreras listos para competir, y la gente a mi alrededor celebraba y gritaba emocionada. No podía creer lo que estaba viendo. Cuando vi que Thomas estaba entre los competidores, me sentí aún más incómoda. Parecía una locura. ¿Qué estaba haciendo? Pero, aun así, sucedió.



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En el texto hay: misterio, asesinos, amor

Editado: 01.02.2025

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