Me subí al coche, encendí el motor y comencé a conducir, mi mente estaba llena de pensamientos confusos. Mientras avanzaba por el camino, no podía dejar de pensar en lo que aquella mujer había dicho. Sus palabras seguían dando vueltas en mi cabeza, y no podía entenderlas. No lograba creer lo que me había contado, ni mucho menos lo que eso significaba. Mi corazón latía rápido, y mi cabeza comenzaba a doler. La sensación de mareo se apoderó de mí, y de repente, me entró una intensa nausea. Todo en mi cuerpo me decía que debía parar, que debía descansar, pero no quería. La necesidad de entender lo que acababa de escuchar era más fuerte que cualquier malestar físico. Mi estómago estaba revuelto, y lo único que deseaba en ese momento era llegar a casa y meterme en la cama, solo para olvidarme de todo.
Finalmente, llegué a casa. Cuando estacioné el coche en el garaje y apagué el motor, me di cuenta de que la casa estaba extrañamente vacía. No había ni un solo ruido, y eso me pareció raro. En condiciones normales, mis padres siempre estaban en casa a esa hora. De alguna manera, eso aumentó mi ansiedad, pero traté de no prestarle mucha atención. Entré en la casa, subí las escaleras con pasos lentos y pesados, y me dirigí a mi cuarto. Necesitaba una ducha caliente, algo que me ayudara a despejar mi mente. Cuando el agua comenzó a caer sobre mi piel, cerré los ojos y traté de concentrarme solo en ese momento, tratando de bloquear cualquier otro pensamiento. Pero, de pronto, algo dentro de mí se rompió. Sin ninguna razón aparente, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, y me hundí en un sollozo profundo. No entendía por qué estaba llorando, pero sentía que mi cuerpo no podía controlar esa oleada de emociones. Quizás era el miedo, o tal vez el desconcierto, o incluso la ansiedad acumulada de los últimos días, pero no podía parar.
Me quedé en la ducha un poco más de lo que planeaba, y cuando salí, me sentí agotada. No sabía qué había sucedido, pero algo me decía que mi vida estaba a punto de cambiar. Me cambié rápidamente a un pijama cómodo, y al mirar el reloj, vi que ya era la 1:00 p.m. La luz del sol entraba a través de la ventana, pero mi cuerpo pedía descanso. No tenía fuerzas para hacer nada más. Me acosté en mi cama y me quedé mirando el techo, con la mente en blanco, tratando de escapar de las sensaciones que no dejaban de invadir mi ser. Fue entonces cuando comencé a soñar.
En el sueño, vi a un niño pequeño corriendo por un patio enorme, riendo y jugando. Una niña, más pequeña que él, lo seguía, intentando alcanzarlo. Vi a una mujer, en otro lugar de la casa, llorando mientras leía una carta. No podía ver el contenido de la carta, pero su expresión era de dolor y desesperación. Me sentía como si estuviera observando una escena de una película, pero todo parecía tan real, tan vívido. Entonces, en el sueño, cambié de escena. Ahora estaba viendo a un hombre en un despacho, hablando por teléfono, pero no podía entender lo que decía. La sensación de misterio se intensificaba. Y de repente, me encontré frente a una mujer. Ella estaba cometiendo un asesinato. La escena era tan gráfica que sentí una oleada de terror en mi pecho. Todo parecía tan real, tan palpable, que desperté bruscamente, mi respiración entrecortada.
El sonido del teléfono me sacó de ese sueño extraño. Desbloqueé mi celular con manos temblorosas, y vi que era Thomas, el chico con el que mis amigos insistían que debía salir. Mi cabeza aún estaba llena de imágenes inquietantes, pero traté de tranquilizarme. Respondí al teléfono, intentando sonar lo más normal posible.
—¿Cómo estás? —preguntó Thomas, con su voz amable y preocupada.
—Pues ya estoy bien, no te preocupes —respondí, con calma, aunque mi voz no reflejaba lo que realmente sentía.
—Bueno, entonces, si ya estás bien, prepárate, vístete hermosa, porque vamos a ir a una fiesta y no acepto un "no" por respuesta. ¿Entendido? —dijo él, como siempre tan insistente.
—Bueno —respondí, sin ganas de pelear, pero sin entusiasmo alguno por la fiesta.
—Paso por ti en dos horas —dijo, antes de que pudiera añadir algo más.
—Sí —murmuré, ya deseando que esta conversación terminara.
—Bye —dijo él.
—Adiós —respondí, y colgué rápidamente.
Sabía que me estaba alejando de lo que mis amigos querían para mí, pero a veces, no podía evitarlo. No me sentía bien para salir. Desde que había comenzado a entender cómo la fiesta y el alcohol afectaban mi bienestar, me resultaba cada vez más difícil disfrutar de esas reuniones. De todas maneras, si no iba, mis amigos me hacían sentir culpable, así que, de alguna forma, sentía que no tenía opción.
Me levanté de la cama y comencé a cambiarme de ropa. Pensé en ponerme algo cómodo, algo que no me hiciera sentir más incómoda de lo que ya me sentía, pero a la vez, debía parecer un poco presentable, al menos para no parecer que me había rendido por completo. Escogí un short negro y una blusa negra sencilla. No soy de las personas que se toman horas para arreglarse, la verdad, y mi maquillaje era siempre muy básico. Solo algo de base, rimel y un poco de delineador. No quería pasarme, solo lo suficiente para que no se notara tanto que no estaba de humor.
Cuando bajé las escaleras, me encontré con mis padres en la sala. Estaban conversando en voz baja, pero pude notar que estaban preocupados por algo. Me senté en el sillón cerca de ellos, y les pregunté con timidez:
—¿Qué pasa? —mi voz sonaba un poco insegura, como si esperaba que me dijeran algo que no quería escuchar.
Mi madre me miró con una expresión que no podía leer, pero que me hizo sentir incómoda. Mi padre, por su parte, siguió hablando en voz baja, como si intentara no preocuparme más. Sin embargo, no pude evitar notar la tensión en sus gestos. Algo no estaba bien, y una parte de mí sabía que aquello estaba relacionado con lo que había ocurrido esa mañana.
A pesar de mi deseo de quedarme en casa, los planes con mis amigos no podían esperar. Estaba atrapada entre la necesidad de entender lo que había sucedido, las expectativas de los demás y el temor de que algo importante estuviera por ocurrir. Decidí, finalmente, ir a la fiesta, pero dentro de mí, sabía que lo único que realmente quería era estar sola, descansar y tratar de encontrar algo de paz en medio de todo el caos que se había desatado en mi vida.
Editado: 01.02.2025