Mundos Diferentes

¿Donde estoy?

Voy camino a mi casa, sintiéndome cada vez peor. Mi mente no deja de repasar lo que sucedió en la casa de Thomas, las palabras que me dijo, su mirada. Hay algo que no encaja, algo que me inquieta profundamente, como si todo estuviera a punto de derraparse, de desmoronarse frente a mis ojos, y no pudiera hacer nada al respecto.

El trayecto en el auto parece interminable, y mis pensamientos me atormentan. Desde que me despedí de él, esa sensación extraña no me ha abandonado. Me pregunto si es solo paranoia, o si realmente hay algo más detrás de todo esto. No logro entenderlo, pero algo me dice que no todo es lo que parece. La sensación de incomodidad me rodea, y mi cuerpo responde a ello, como si mi mente y mi cuerpo estuvieran sincronizados en una alarma silenciosa que no puedo apagar.

Mi cabeza da vueltas, no puedo evitar sentirme mareada, y el viento frío que entra por la ventana me golpea, como si tratara de despejarme, de darme algo de claridad. Pero no sirve de nada. Cada vez me siento peor. El mareo no es solo físico, es más profundo, una sensación que cala en mis huesos. Siento como si algo estuviera por ocurrir, pero no sé qué. Es un presentimiento, algo que ni siquiera puedo explicar. Solo sé que mis pensamientos están fuera de lugar, y no sé qué hacer para detenerlos.

Sigo conduciendo, y es entonces cuando lo veo. Una luz blanca, brillante, cegadora, que aparece de la nada. No sé si estaba distraída o si todo esto es producto de mi mente distorsionada, pero la luz es tan intensa que no puedo evitar parpadear y sentir una presión en el pecho. Trato de mantener el control, de no perder la concentración, pero mis ojos se cierran involuntariamente.

De repente, la luz desaparece. El coche se detiene, y la oscuridad me envuelve. El silencio es absoluto. No puedo recordar cómo llegué aquí, ni cuánto tiempo ha pasado desde que vi la luz. Estoy en un lugar desconocido, en un cuarto blanco, como de hospital. Me siento fría, helada, como si el aire estuviera impregnado con un escalofrío constante que no me deja en paz.

Estoy tendida en una cama, pero no es una cama común. Es una cama de hospital, con esas sábanas impolutas, blancas, que parecen demasiado nuevas, como si nunca hubieran sido usadas. Mi cuerpo está rígido, y la sensación de frío se intensifica mientras trato de moverme. Siento una presión en las muñecas, y al intentar moverme, me doy cuenta de que estoy atada. Las manos firmemente sujetas, la piel dolorida por la fricción. No entiendo cómo llegué aquí ni quién me hizo esto.

En ese momento, escucho pasos. Lentos, pesados. Se acercan a la puerta. No sé qué hacer, solo intento no hacer ruido, esperar. Quiero moverme, quiero gritar, pero algo en mi interior me dice que debo quedarme quieta, que es lo más seguro. La puerta se abre, y un hombre entra. Es mayor, alrededor de 70 años, con el rostro arrugado y una expresión seria, casi impenetrable. Me mira con una calma que me pone aún más nerviosa. No dice nada al principio, solo se queda observándome, como si estuviera evaluando cada reacción que tengo.

Me estremecí, y de inmediato intento moverme, aunque mis músculos se resisten. Estoy atrapada. No sé cómo llegué hasta aquí ni por qué, pero el miedo comienza a apoderarse de mí. Mi mente va a mil por hora, buscando respuestas, buscando una explicación lógica a todo esto, pero no la encuentro. No entiendo nada. Mi respiración se acelera mientras trato de liberarme, pero es inútil.

El hombre sonríe, una sonrisa que no tiene nada de cálida. Más bien, es una sonrisa que no me inspira confianza. Como si supiera algo que yo no sé, algo que me convierte en una pieza de ajedrez en su juego. Él se acerca a mí lentamente y, en un susurro suave, me habla.

— ¿Cómo te sientes, Charlotte? —me pregunta, y su voz tiene un tono extraño, casi como si estuviera buscando algo en mi respuesta.

No sé cómo contestar. Mi mente está tan confusa que las palabras no fluyen, como si algo me bloqueara. Me siento tan mareada, como si mi cuerpo estuviera flotando fuera de control, como si nada tuviera sentido. Solo quiero que me suelten, quiero salir de aquí, pero no sé ni cómo.

— Bien —logro decir, aunque mi voz suena temblorosa, vacía.

El hombre parece satisfecho con mi respuesta. Da un paso atrás y cruza los brazos.

— Muy bien —dice, como si hubiera tomado una decisión. —Entonces te soltaré. Pero antes, debes prometerme que no correrás. Si lo haces, tendré que dormirte otra vez.

El miedo recorre cada fibra de mi ser. No puedo pensar con claridad, pero sé que debo ser cautelosa. Si hay algo que este hombre quiere, no puedo arriesgarme a desafiarlo, aunque el instinto me diga que debo huir, salir de este lugar lo más rápido posible. Me esfuerzo por mantener la calma, por controlar mis emociones.

— Está bien —digo, aunque mi voz es apenas un susurro.

El hombre asiente y se acerca a la cama. Con movimientos lentos, comienza a desatar las correas que me mantienen inmovilizada. No siento alivio, solo más miedo. La idea de que este hombre tiene el control de la situación me inquieta aún más. ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué quiere de mí?

Mientras me suelta, sus palabras resuenan en mi mente.

— Te explicaré por qué estás aquí, y cuál será tu función ahora que tendrás que tomar mi lugar.

Las palabras caen como un peso sobre mis hombros. Mi mente no puede procesarlas. ¿Tomar su lugar? ¿Qué significa eso? Quiero hacerle preguntas, quiero saber qué está pasando, pero mi mente está en blanco, llena de confusión. No sé qué hacer.

— ¿Quién es usted? —logro preguntar, aunque mi voz suena temblorosa.

El hombre me mira con una expresión extraña, como si hubiera esperado esa pregunta. De repente, su rostro se suaviza un poco, y con un tono más calmado, responde:

— Se me olvidó presentarme. Soy tu abuelo, John Dan.

El nombre me golpea como un puño. John Dan. Ese nombre lo había escuchado antes, pero no podía asociarlo con nadie de mi familia. Mi mente comienza a funcionar de nuevo, pero aún no puedo conectar los puntos. El único abuelo que conocía era el que me había mencionado aquella mujer en el psiquiátrico, la misma mujer que me había dicho que él se había suicidado hace años. ¿Qué estaba pasando? ¿Era este hombre realmente mi abuelo? ¿O estaba jugando conmigo, manipulando mis recuerdos?



#15923 en Fantasía
#8877 en Thriller
#3513 en Suspenso

En el texto hay: misterio, asesinos, amor

Editado: 01.02.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.