Después de eso, ya no había más escrito, pero ¿qué fue lo que realmente pasó? En mi mente, ya no sé qué pensar, todo es tan confuso. Siento un nudo en el estómago, una mezcla de miedo y desesperación. Sé lo atroz que puede llegar a ser mi abuelo, porque ahora creo que los sueños son reales. Mi vida ha sido una mentira desde el principio, pero aún no sé qué es lo que me espera. El miedo me consume, pero también hay una sensación de determinación. Tengo que seguir adelante.
Me volteé hacia los demás chicos y les dije, intentando sonar firme, aunque mi voz temblaba:
– No hay más.
Ellos seguían en shock por lo que habían escuchado, sus miradas eran de incredulidad. Era como si no pudieran procesar lo que acababan de oír. Thomas y yo éramos los únicos que habíamos tenido esos sueños, y eso les causaba una incomodidad palpable.
Thomas, con la mirada perdida, regresó a la realidad y me arrebató el diario de las manos. En ese momento, algo cayó del libro, un mapa. Era extraño, porque según yo, ya lo había visto en un sueño. Mi corazón dio un vuelco, era como si estuviera viviendo un déjà vu.
Fui yo quien recogió el mapa, mientras Thomas sostenía el diario con expresión tensa. El miedo en su rostro era claro, pero también una profunda angustia. Lo miré, tratando de ocultar mi propia ansiedad, y le dije, sin poder evitar la incredulidad:
– Esto ya lo había visto.
Thomas me miró, su rostro reflejaba la misma confusión que yo sentía, pero también una pizca de comprensión.
– Lo sé, yo también lo he visto en algún lugar, pero tenemos que ver las letras.
El mapa tenía letras escritas, y aunque tratamos de mantener la calma, ambos sabíamos que algo muy grande estaba ocurriendo. Decidimos leerlas, con el corazón latiendo con fuerza. El título decía "MANSIÓN DAN". Más abajo, unas letras describían lo que había en el lugar. A la entrada, había una reja muy grande y una corona en la cima, debajo de la cual las letras repetían el título.
Mi respiración se volvió más rápida.
– Al menos no nos vamos a perder – intenté decir con algo de humor, pero la tensión era palpable en mi voz.
– Sí, con esto podremos idear un plan – dijo Dylan, aunque su tono estaba cargado de duda. Sabía que las palabras no serían suficientes para salvarnos de lo que se avecinaba.
– Entonces vamos, iniciemos con el plan – dijo Alicia, pero su voz temblaba ligeramente. Estaba tan asustada como el resto de nosotros.
– Bueno, primero tenemos que entrar a la casa. No hay otra entrada que la principal. ¿Cómo lo haremos? – pregunté, mi nerviosismo era obvio, pero trataba de mantenerme fuerte. Un escalofrío recorría mi espalda.
– Bueno, hagamos algo. Quien quiera ir es Charlotte, ella puede tocar la puerta. Te recibirá, y procura que la puerta quede abierta para que podamos entrar los demás – dijo Antony, su tono un tanto resignado, como si confiara en que debía ser yo quien lo hiciera. Pero mi miedo no desaparecía.
– Pero si lo hace, él la matará. No puede pasarle nada. Mejor entro yo a intentar hablar con él – dijo Thomas, con voz quebrada. Se veía frustrado, preocupado por mí, pero también asustado. Lo veía luchar contra sus propios temores.
– No, yo lo haré, es más fácil – respondí, con firmeza, aunque mi corazón latía con fuerza. Quería protegerlos, no iba a dejar que les pasara nada.
– Pero, Char... – Thomas intentó interrumpirme, su rostro estaba lleno de angustia.
– No digas nada, lo haré – lo interrumpí, mi voz decidida. No podía permitir que mis amigos, que ahora son mi familia, sufrieran. La responsabilidad recaía sobre mí. Algo dentro de mí me decía que era mi deber.
Mi madre había estado ahí para mí siempre, pero este era mi momento. Era lo que tenía que hacer.
– Bueno, así será. Ahora, a descansar, para mañana poder enfrentarnos a mi abuelo – dije, con un tono desafiante, aunque por dentro sentía que el miedo me estaba devorando.
Al día siguiente...
Amaneció, y no pude dormir ni un segundo. La ansiedad me tenía atrapada, pero debía alistarme. La mamá de Thomas pasaría por nosotros, ya que él no podía conducir debido a su pie lastimado. Me sentía inútil al no poder hacer más por él.
Me preparé, y cuando vi a mis padres en la sala con caras preocupadas, un nudo se formó en mi garganta. Mi mamá se acercó y, con una mirada triste, me dijo:
– Perdón, hija, por no haberte dicho antes, pero creo que ahora debes saber la verdad.
Mi corazón latió más rápido, y mi mente empezó a llenar de preguntas.
– ¿Qué verdad? – pregunté, confundida, pero también con un miedo palpable. Algo dentro de mí me decía que lo que fuera a escuchar cambiaría todo.
Mi madre suspiró profundamente y comenzó a contarme, cada palabra parecía más pesada que la anterior.
– Hija, cuando te adoptamos, una mujer tocó nuestra puerta. Ella estaba muy asustada y ensangrentada. Solo nos dijo que te recibiéramos porque estabas en peligro. En ese entonces, estábamos intentando tener un hijo, pero no podíamos. Fuiste una buena opción, y no hicimos más preguntas. Cuando volteamos, ella ya no estaba, y no íbamos a dejarte ahí, así que te metimos en la casa. Luego, nos dimos cuenta de que tenías una hoja de adopción contigo, así que fuimos a arreglar los papeles, y oficialmente te convertiste en nuestra hija. Decidimos no cambiarte el nombre, porque en los ojos de esa mujer se reflejaba el amor hacia ti, y quisimos que siguiera siendo el mismo.
Las palabras de mi madre me golpearon como una ola. Todo había cambiado.
– Madre, esa mujer no era esta – le mostré una foto, la que me habían dado con la caja.
– Sí, era ella, pero... ¿cómo la encontraste? – mi madre dijo, visiblemente sorprendida.
– Es una larga historia, pero ahora tengo que salvar a mis amigos. Ellos, al igual que yo, estamos en peligro, y no voy a dejar que les pase nada – respondí, mi voz sonaba firme, aunque por dentro mi cabeza giraba como un torbellino. Necesitaba salir ya, no podía quedarme.
Editado: 01.02.2025