Mundos Diferentes

El rio

Aquel hombre se alejó de nosotros en cuanto nos acercamos, pero en ese momento todo se tornó oscuro. Una sensación fría me recorrió el cuerpo, como si algo invisible me estuviera acechando.

El ruido de las aves y del río me despertó bruscamente. Mi respiración era pesada, y mi corazón latía con fuerza, como si quisiera salir de mi pecho.

—¿Dónde estoy? —susurré, mientras un dolor agudo me atravesaba la cabeza.

Miré a mi alrededor, pero no había nadie. Solo la silueta de los árboles bajo la luz de la luna. Ya había anochecido, y el silencio del bosque era aterrador. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí tirada, pero mi cuerpo estaba cubierto de rasguños, y sentía cada músculo adolorido.

La incertidumbre me invadió. ¿Dónde estaban los demás? Aunque, si soy sincera, ni siquiera sabía dónde estaba yo. Nunca había visto este río, ni recordaba haber oído que hubiera uno en el bosque. Todo parecía sacado de un sueño... o de una pesadilla.

Me levanté con dificultad, sintiendo cada movimiento como una lucha. La oscuridad me envolvía, y el miedo comenzaba a apoderarse de mí.

Saqué mi teléfono, esperando encontrar algo de alivio al llamar a alguien, pero la pantalla solo mostraba la ausencia de señal. Un nudo se formó en mi garganta. No tenía más opción que seguir caminando.

Encendí la linterna del teléfono, y la débil luz apenas iluminaba unos metros a mi alrededor. El bosque parecía infinito, y cada crujido de las hojas bajo mis pies me hacía temblar. Caminé durante lo que parecieron horas, tratando de encontrar la carretera, cualquier señal de civilización.

Después de lo que calculé como tres horas, comencé a escuchar ruidos extraños. Mi respiración se detuvo por un segundo. Un escalofrío recorrió mi espalda, y sentí que mi cuerpo se paralizaba.

Con pasos temblorosos, me acerqué al origen del ruido. Era un grupo de hombres.

—¿Dónde estará la chica? —dijo uno de ellos con un tono grave y cortante.

Mi corazón se detuvo. Supuse que hablaban de mí.

—Debemos encontrarla —añadió otro hombre, mientras encendía un cigarrillo con calma inquietante.

Estos hombres no se veían nada amables. Sus rostros endurecidos, sus ojos fríos y sus movimientos calculados me recordaban a los villanos de las películas. Pero esto no era una película. Era real. Eran asesinos, o algo peor.

Intenté moverme, escapar, pero mis pies no respondían. Era como si una fuerza invisible los mantuviera anclados al suelo. El miedo me consumía. Finalmente, cuando mis piernas reaccionaron, corrí. Corrí como nunca antes, sin mirar atrás, sin saber siquiera si ellos me seguían.

No sé cómo, pero llegué al pueblo. La vista me dejó desconcertada. Todo era diferente, extraño. Las casas tenían una arquitectura que parecía sacada de otro siglo, y había un aire pesado, como si el lugar mismo estuviera vivo y observándome.

Creo que sé dónde estoy.

Estoy en el otro mundo. Ese del que solo había escuchado en leyendas, donde solo existen asesinos. Pero, ¿cómo llegué aquí? Supuestamente estaba en mi realidad.

Avancé con cautela, escondiéndome en las sombras. Llegué detrás de lo que parecía un lujoso hotel, con luces doradas que brillaban en la noche.

Escuché voces. Una chica hablaba con un chico, y sus palabras me helaron la sangre.

—No sé por qué Charlotte no quiere ser líder —dijo la chica, su voz cargada de desprecio.

—No sé, está toda tonta. No se da cuenta de que es más fácil así —respondió el chico con tono burlón.

—Sí, porque si se atreve a destruir esta realidad, alterará la otra realidad en el mundo y sera muy malo porque la equidad que existe de lo bueno y malo se perdera.

—Tienes mucha razón.

—¿La están buscando, verdad?

—Sí, porque si no hace nada, la van a matar.

—Pobre chica, no sabe en lo que se metió.

Mis piernas comenzaron a temblar. Estaban hablando de mí. Pero, ¿cómo sabían todo esto? Esos chicos no parecían mayores que yo, pero hablaban con una seguridad escalofriante.

Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta de que alguien me había sujetado. Me arrastraron hasta un oscuro callejón, y por un instante creí que mi vida terminaría ahí.

Alcé la mirada, temblando, y cuando vi su rostro, sentí que el mundo se detenía.

—¿Jayden? ¿Qué haces aquí? —mi voz era un hilo.

Jayden, alguien que conocía bien, estaba frente a mí, con una expresión que mezclaba preocupación y algo más oscuro.

Creo que ya sé quién me trajo a este mundo, pero la pregunta más aterradora es: ¿por qué lo hizo?



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En el texto hay: misterio, asesinos, amor

Editado: 18.01.2025

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