Momentos

A la mañana siguiente, después de pasar una noche en vela con mis pensamientos, reuní el valor para contarles a los demás lo que había decidido. Nos reunimos alrededor de la mesa, y el ambiente estaba cargado de tensión. Sentía mi corazón latir con fuerza mientras tomaba aire para empezar a hablar.

—Saben, he estado pensando toda la noche… y creo que mi idea no les va a parecer bien, pero sinceramente ya no sé qué más hacer —dije con un nudo en la garganta, mirando a cada uno de ellos a los ojos.

Thomas, quien estaba sentado frente a mí, se inclinó ligeramente hacia adelante con el ceño fruncido.

—Charlotte, ¿de qué estás hablando? —preguntó, visiblemente preocupado.

—Pues… creo que iré y me convertiré en la líder de aquel mundo —respondí con firmeza, aunque mi voz temblaba ligeramente. Era difícil decirlo en voz alta, pero no podía seguir guardándomelo.

La reacción fue inmediata. Jayden se levantó de su silla, su rostro reflejaba incredulidad.

—¡Charlotte, estás loca! —exclamó, sacudiendo la cabeza como si intentara procesar lo que acababa de escuchar.

—No veo otra solución —repliqué, apretando los puños sobre la mesa—. Si me convierto en líder, podré cambiar ese mundo, modificar las leyes. Mientras yo esté al frente, todos tendrán que escucharme.

Jayden negó con vehemencia y su voz se llenó de una mezcla de miedo y desesperación.

—¿Sabías que hay cosas que no se pueden cambiar? Yo crecí ahí. Sé que hay leyes inquebrantables. Todo está escrito en el libro de leyes que deben cumplirse. ¿De verdad crees que puedes enfrentarte a eso?

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, pero no podía rendirme. Lo miré a los ojos con determinación.

—Veré qué se puede hacer, Jayden. No tengas miedo; te voy a tener cerca de mí. Confía en mí —le aseguré, tratando de infundir confianza tanto en él como en mí misma.

Hubo un largo silencio antes de que él finalmente suspirara y asentara lentamente.

—Está bien, te voy a ayudar —dijo, aunque su voz seguía cargada de duda.

Miré al resto del grupo, buscando su apoyo.

—Pero quiero que todos estén de acuerdo con lo que voy a hacer —les pedí, sintiendo un peso en el pecho mientras esperaba sus respuestas.

Mi madre fue la primera en hablar. Su sonrisa cálida iluminó el ambiente.

—Sí, estamos de acuerdo. Vamos a apoyarte en todo —dijo, con una certeza que me llenó de consuelo.

Sentí que las lágrimas querían salir, pero las contuve. La emoción y el alivio se mezclaban en mi interior.

—Gracias a todos. No los voy a decepcionar, lo juro —prometí con la voz firme, aunque mi corazón seguía latiendo con fuerza.

Después de desayunar, nos dirigimos hacia la casa en el bosque. El camino estaba cubierto de hojas secas, y el aire frío nos envolvía. Cada paso que dábamos rompía el silencio inquietante que nos rodeaba.

—Está muy solo aquí —murmuró Alicia, con un leve temblor en su voz.

Alicia siempre había sido valiente. Para ella, el miedo era algo que consideraba innecesario. Pero ahora, algo en sus ojos reflejaba una vulnerabilidad que nunca había visto antes. Ya no tenía esa chispa de alegría que la definía, y no podía evitar sentirme culpable por ello.

Llegamos a la casa y entramos por la puerta principal. Nos dirigimos a las habitaciones, sabiendo que solo nosotros, los nietos, podíamos avanzar. Mis padres y Jayden tomarían el lago como ruta alternativa para encontrarnos más adelante.

En mi habitación, me encontré de nuevo frente al cuadro con la galaxia. Lo observé por un momento, sintiendo una mezcla de temor y asombro. Con manos temblorosas, lo toqué. Un profundo miedo me invadía, pero sabía que debía ser fuerte. Lo había sido hasta ahora, y no podía detenerme.

En un abrir y cerrar de ojos, me transporté al otro mundo. El paisaje que me rodeaba era tan familiar como extraño. Sabía lo que debía hacer. Lo primero era reunirme con los demás.

Bajé las escaleras con pasos rápidos, y ahí estaba Jayden, esperándome con los brazos cruzados y una expresión seria.

—¿Cómo podemos hacer para convocar a todo el pueblo? —le pregunté, tratando de sonar segura, aunque mi voz tenía un ligero temblor.

—Yo me encargo —respondío con un tono firme que me tranquilizó.

—Está bien, será a las cinco de la tarde. Así podré hablarles a todos y explicarles lo que voy a hacer.

Jayden asintió y, antes de salir, me miró con una leve sonrisa.

—Su nueva líder ha regresado y hará lo que le corresponde —dijo, antes de desaparecer por la puerta principal.

Miré a mi alrededor, buscando al resto del grupo.

—Chicos, vamos a preparar la casa. Limpiemos, arreglemos y decoremos como indica el libro. Esto debe ser perfecto para la ceremonia —les dije, tratando de motivarlos.

—¡Sí! —respondieron al unísono, aunque Alicia fue la más entusiasta.

Nos pusimos manos a la obra. Mientras limpiábamos y decorábamos, no podía evitar pensar en lo que estaba por venir. Sería un momento decisivo. La ceremonia no solo marcaría mi liderazgo, sino también el futuro de aquel mundo.

Sentía miedo, sí, pero también una extraña paz. Era como si todo lo que había vivido me hubiera llevado a este momento. Cada acción, cada decisión, cada error me había preparado para enfrentar mi destino.

Cuando terminamos de decorar, me tomé un momento para respirar profundamente. Observé a mis amigos y a mi familia trabajando juntos, y sentí una oleada de gratitud. No estaba sola en esto. Tenía su apoyo, y eso me daba fuerzas.

El tiempo pasó rápido, y antes de darme cuenta, eran las cinco de la tarde. Jayden regresó, acompañado por una multitud. Los habitantes del pueblo estaban reunidos frente a la casa, sus rostros reflejaban curiosidad y expectativa.

Salí al balcón, con el corazón latiendo desenfrenado. Tomé aire y dejé que mi voz resonara.

—Gracias por venir. Hoy estoy aquí para asumir una responsabilidad que no tomo a la ligera. Prometo hacer todo lo que esté en mis manos para mejorar este mundo, para cambiar lo que necesita ser cambiado y para proteger a quienes me rodean.