Narrado por Samanta
Cuando Jayden pronunció el nombre de la Orden, algo dentro de mí se activó.
"El velo", "inteligencias de otro mundo", "portales anteriores al de los Dan"... eran conceptos que había leído en libros, escuchado en pesadillas, sentido en la piel. Pero nunca había creído que fueran reales. Hasta ahora.
Pasé la noche en vela, rodeada de libros del sótano, intentando descifrar los símbolos que aparecían en el mural. No eran letras. No del todo. Eran fragmentos. Trazos con forma de raíces que se unían a otras marcas, como si cada palabra fuera una rama de un árbol mayor.
Charlotte bajó a las tres de la mañana, con el cabello revuelto y los ojos marcados de insomnio. No necesitábamos hablarnos para entender que no podíamos dormir.
—¿Puedo ayudarte? —preguntó, con voz baja.
—No sé si haya forma de entender esto —respondí, señalando los libros abiertos frente a mí—. Pero hay algo que me inquieta.
Le mostré un grabado pequeño, casi oculto entre las páginas de un libro sin título. Era una figura femenina con los ojos completamente vendados y raíces saliendo de su boca. A su alrededor, cinco niños dormían en círculos.
—¿Crees que eso... somos nosotros? —preguntó Charlotte, al ver la imagen.
—No lo sé. Pero esa figura —dije señalando— aparece repetidamente en estos textos. La llaman La Heredera Silente. Y según los escritos... es la única que puede escuchar al ente detrás del velo sin volverse loca.
Charlotte frunció el ceño.
—¿Crees que esa figura es real?
—Lo que creo —respondí— es que puede haber una conexión entre ella... y nosotros. Quizás incluso contigo.
Ella se quedó callada.
Y en ese momento, escuchamos un ruido.
Un golpe seco.
Ambas nos pusimos de pie de inmediato. Las luces parpadearon. El ambiente en el sótano se volvió más denso, como si el aire fuera barro. Un zumbido grave comenzó a escucharse. Era un sonido profundo, como si saliera desde la tierra misma.
—Charlotte... —susurré—. ¿Lo escuchas?
Ella asintió lentamente. Sus pupilas se dilataron. Dio un paso atrás, luego otro.
—No es un sonido —murmuró—. Es una voz. Está... cantando.
Nos miramos, aterradas. No sabíamos si debíamos huir o quedarnos. Pero entonces, un estante al fondo se movió. Lentamente. Como si fuera empujado desde el otro lado.
Una puerta oculta quedó a la vista.
—¿Qué hacemos? —pregunté.
Charlotte no respondió. Solo caminó hacia ella.
La habitación era pequeña, pero profundamente oscura. Las paredes estaban cubiertas con palabras talladas a mano, y en el centro había un altar. No uno común. Estaba hecho de madera ennegrecida, con símbolos grabados como los del mural.
Sobre él, una caja cerrada con seis cerraduras.
Charlotte se acercó lentamente.
—Seis... como nosotros —susurró.
—¿Qué crees que hay dentro?
—La última verdad —respondió sin dudar.
Antony, Dylan y Thomas llegaron poco después, alertados por los ruidos. Jayden bajó tras ellos. Nadie dijo nada al ver la escena. Solo observaron la caja. Charlotte, sin dudar, colocó la mano sobre la tapa.
Y la caja reaccionó.
Se escuchó un "clic". Una cerradura interna se soltó.
—¿Qué hiciste? —preguntó Dylan.
—Nada —respondió Charlotte—. Pero... creo que esta caja... solo puede abrirse con nuestra presencia.
—¿Una cerradura por cada uno de nosotros? —preguntó Thomas.
Charlotte asintió. Se apartó. Me miró a mí, luego a los demás.
—Uno por uno. Sin miedo.
Pusimos nuestras manos sobre la caja, una por una.
Antony.
Dylan.
Thomas.
Alicia.
Yo.
Y por último, Charlotte.
Con cada contacto, se escuchaba un nuevo clic.
Al colocar la última mano, la caja se abrió sola.
Dentro, había un libro.
Antiguo. Encadenado. Las letras en la portada estaban grabadas en raíz seca, como si hubieran sido cultivadas, no escritas.
El título era: "Vox Radix: La voz de la raíz".
Charlotte lo abrió lentamente.
Y entonces, todos lo escuchamos.
Una voz.
No dentro de la habitación.
Sino dentro de nosotros.
"Ya están listos."
El aire se quebró. La luz se apagó. Y por un instante, vimos raíces crecer desde las paredes... avanzando hacia nosotros.
Despertamos horas después.
Estábamos en la misma habitación, pero el altar había desaparecido. El libro ya no estaba. Nadie hablaba. Nadie lloraba. Solo nos mirábamos con una certeza callada.
Algo nos había marcado.
Ya no éramos solo los herederos de los Dan.
Éramos parte de algo mucho más antiguo. Algo que estaba despertando.
Y ya no había vuelta atrás.
Editado: 30.06.2025