Mundos Diferentes

Lo que duerme debajo

Narrado por Charlotte

La tierra aún respiraba.

Desde la grieta en el salón, el aire salía tibio y húmedo, cargado de una energía que no se parecía a nada que hubiera sentido antes. No era magia. No era ciencia. Era... algo anterior. Algo que nos había estado esperando.

Sabía que tenía que bajar.

El cuaderno donde escribí los símbolos del sueño vibraba débilmente cada vez que me acercaba a la grieta. Como si las palabras respondieran a una llamada antigua. Mis manos temblaban, pero no de miedo.

Era anticipación.

Jayden fue el primero en ofrecerse para acompañarme.

—No dejaré que bajes sola —dijo, mientras revisaba el borde de la abertura con una linterna.

—Esto no es como las otras veces, Jayden. No es una puerta. Es un nido.

—Y tú crees que vas a enfrentarlo sola... ¿por qué?

Lo miré. Ya no era el mismo chico del que dudaba hace semanas. Había madurado en medio del caos. Ahora hablaba como un igual. Como un guardián.

—Porque si no vuelvo... tú sabrás qué hacer —le dije.

Jayden me entregó una cuerda anudada, sujeta a un pesado escritorio del salón. Alicia y Thomas ayudaban en silencio. Nadie discutía. Nadie lo cuestionaba. Era como si todos supieran, desde el fondo de sus pensamientos, que este momento tenía que ocurrir.

Me colgué la mochila con el cuaderno y bajé.

La grieta era profunda. Mucho más de lo que debería ser.

Las paredes eran de piedra viva, cubierta por musgo rojizo que parecía moverse. Las raíces formaban espirales, columnas y túneles que se abrían a medida que descendía. Era como si la tierra me reconociera.

Sentí que algo me observaba.

Y no era hostil.

Era... expectante.

Cuando llegué al fondo, la linterna comenzó a parpadear. Pero ya no la necesitaba. Las paredes emitían una luz propia. Tenue, violeta. Como la de las marcas en mis brazos.

Seguí caminando hasta llegar a una cámara circular. En el centro, había una figura sentada. Humanoide. Silenciosa. Cubierta por un manto de raíces.

Parecía muerta.

Pero no lo estaba.

—Te estaba esperando —dijo la figura, sin moverse.

Su voz no salió de su boca. Retumbó en mis pensamientos. Como un recuerdo que no era mío.

—¿Quién eres? —pregunté.

—Soy lo que vino antes. Lo que ustedes llamaron diosa, demonio, raíz. Yo soy la semilla y la podredumbre.

—¿Por qué yo?

La figura levantó lentamente la cabeza. Su rostro era el mío... pero más viejo. Más cansado. Más vacío.

—Porque tú no huiste de la voz. Tú la escribiste.

Me acerqué, temblando.

—¿Qué hay aquí? ¿Qué es esto?

—Es el Corazón. Lo que los Dan quisieron sellar. Lo que la Orden Silente protegió. El origen del poder que todos codiciaron... y que nadie comprendió.

La figura extendió una mano. En su palma, una pequeña raíz palpitaba como un corazón. Viva.

—Si la tomas, ya no habrá vuelta atrás —dijo—. Serás la raíz, no su heredera. No serás canal. Serás fuente.

Sentí mi respiración detenerse.

—¿Y si no la tomo?

—Otra lo hará.

Miré esa cosa. Pequeña. Frágil. Pero sentía en ella una historia tan antigua como la tierra.

Pensé en Thomas. En Alicia. En mis padres. En la Charlotte que fui antes de esta casa.

Y entendí algo.

Yo ya había cambiado.

Esto no era una elección.

Era una consecuencia.

Tomé la raíz.

No hubo fuego, ni explosión. Solo silencio.

Un silencio tan profundo que por un momento sentí que ya no estaba en mi cuerpo. Que mi conciencia se había fundido con la tierra misma. Vi el origen del mundo. El primer susurro. El primer contrato. Vi árboles que hablaban, piedras que lloraban, humanos que escuchaban sin entender.

Vi lo que había más allá del portal.

Y por primera vez... vi el rostro del ente detrás del velo.

No era un monstruo.

Era una madre.

Olvidada. Enloquecida por el abandono. Sus hijos habían cerrado la puerta... y ahora ella quería que uno de ellos la recordara.

Quería ser escuchada.

Cuando desperté, estaba de pie.

Las raíces ya no cubrían el Corazón.

Estaban dentro de mí.

Volví a la superficie al amanecer.

Jayden fue el primero en verme. Se quedó inmóvil. Me miró con los ojos muy abiertos.

—Charlotte...

Los demás salieron del interior de la casa. Thomas bajó corriendo las escaleras. Alicia gritó al verme, como si algo dentro de ella hubiera comprendido lo que acababa de suceder.

—Ya no eres... —comenzó Thomas, sin atreverse a terminar la frase.

—Soy la raíz —dije—. Y ahora puedo escucharla del todo.

La tierra ya no temblaba.

Pero algo más sí.

El cielo.



#16202 en Fantasía
#9007 en Thriller
#3570 en Suspenso

En el texto hay: misterio, asesinos, amor

Editado: 30.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.