Mundos Diferentes

El susurro que no calla

Narrado por Charlotte

La noche me sostuvo en brazos hasta que el amanecer me dejó caer. Había algo en el silencio de la madrugada que me hablaba más fuerte que cualquier voz humana. Un murmullo leve, constante, como una respiración enterrada bajo la tierra. La Raíz estaba en calma, pero no en reposo. Se movía lento, como si algo dentro de ella estuviera cambiando.

Desde que tomé el primer Corazón, mis sentidos se volvieron afilados. Sentía el flujo del agua bajo la casa, escuchaba el crujido de las larvas en el tronco viejo del jardín. Podía distinguir los pensamientos vagos de mis amigos cuando se acercaban, no como palabras exactas, sino como ecos emocionales. El miedo de Thomas. La nostalgia de Alicia. El vacío en Dylan. La duda de Jayden.

Y sin embargo, en medio de todo eso, había algo nuevo. Algo que no venía de mí, ni de ellos.

Era un latido. Otro.

Uno más hondo, más antiguo. Como si algo en lo profundo del mundo hubiera notado mi transformación y respondiera con la suya. Al principio era sutil, apenas un eco bajo mis pies. Pero con cada día, crece. Ahora, cada vez que cierro los ojos, siento como si alguien respirara desde el centro de la tierra.

Y lo peor es que no quiere que lo ignore.

Alicia me evita. Samanta también. Dylan apenas me dirige la palabra. Lo entiendo. No les culpo. No saben en quién me he convertido. Yo tampoco lo sé del todo.

Jayden es el único que permanece cerca, aunque ahora lo noto tenso, como si algo lo desgastara. Me observa con cuidado, como si quisiera protegerme... o protegerse de mí. Me duele, porque lo único que me mantiene cuerda es su presencia.

Thomas no ha dicho nada desde la noche de la grieta. A veces me mira como si ya supiera algo que los demás no. Como si hubiera aceptado una verdad que yo todavía no me atrevo a pronunciar.

Que esto ya no tiene regreso.

El segundo latido se manifiesta con sueños. En ellos, camino por corredores infinitos de piedra negra, iluminados por una luna que no existe. Las paredes están cubiertas de nombres. Algunos los reconozco: Dan, Marrie, Elizabeth, Tharon, Nyss. Otros no los he escuchado nunca, pero sé que tienen que ver conmigo.

En el centro de ese sueño hay una puerta. Siempre está cerrada. Tiene siete cerraduras. Una de ellas ya está abierta.

Cuando despierto, mis manos están sucias de tierra.

Y el cuaderno ha escrito una página nueva, aunque nadie lo haya tocado.

Hoy encontré un nuevo símbolo en mi piel. No lo tallé. No lo pinté. Simplemente estaba allí, sobre el omóplato izquierdo. Un círculo hecho de espinas entrelazadas, con una raíz atravesándolo. Era caliente al tacto, como si acabara de ser marcado. Y cuando lo toqué... vi un rostro.

No era el mío.

Era el de una niña. Pálida. De ojos completamente blancos.

La Heredera Silente.

Dijo una sola frase antes de desvanecerse:

"Tú abriste la primera. Yo abriré la segunda."

Estoy empezando a entender.

El Segundo Corazón no está sellado como el primero.

Está... escondido.

Y no está solo. Hay alguien más. Alguien que también lo escucha. Alguien que, como yo, fue marcado desde antes de nacer. Podría ser otra heredera. Otro canal. Tal vez incluso alguien que esté dentro de esta misma casa.

La Raíz no me quiere sola.

Me quiere entera.

Y para eso, debo encontrar a la otra mitad.

Anoche, bajé al sótano de nuevo.

Lo encontré distinto.

Las paredes se habían abierto. El mural ya no estaba. En su lugar había un espejo antiguo, ovalado, con bordes de madera viva. La superficie no reflejaba mi imagen. Reflejaba la de otra Charlotte. Más joven. Asustada. Vestida con la ropa que usé el primer día que llegué a esta casa.

Ella me miró desde el otro lado.

—Todavía puedes detenerlo —dijo.

—No quiero —respondí.

La imagen se quebró en mil pedazos.

Hoy, por primera vez desde que tomé la Raíz, escuché la voz de alguien nuevo en la casa.

Una voz de niña.

No era Samanta. No era Alicia.

Era alguien que no pertenece a este plano.

Susurró mi nombre desde la escalera, justo cuando el sol se ocultaba.

—Charlotte...

Y luego:

—Ya viene...

Fui a buscarla. No había nadie. Pero en el escalón más bajo, había una pequeña muñeca hecha de ramas y cabello.

Tenía mi rostro.

Ya no sé si lo que escucho es real.

No sé si la Raíz está intentando guiarme o confundirme.

Pero sé esto:

No soy la única.

Y pronto...

Nos encontraremos.



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En el texto hay: misterio, asesinos, amor

Editado: 30.06.2025

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