Narrado por Alicia
No hay páginas suficientes para guardar todo lo que somos.
Lo supe desde la primera vez que abrí el cuaderno y la tinta comenzó a aparecer sola. Como si las palabras se escondieran bajo la piel de las hojas, esperando que alguien les diera permiso de salir. No era magia. Era memoria que se negaba a morir.
Y yo soy su guardiana.
Desde que Jayden pronunció el Nombre, algo se reconfiguró en nosotros. No fue una transfiguración visible, sino un realineamiento silencioso. Las cosas dejaron de ser como eran. No porque cambiaran, sino porque nosotros ya no podíamos verlas igual.
Charlotte lo vive como revelación.
Dylan como resonancia.
Samanta como eco de frontera.
Thomas como tierra.
Jayden como testigo.
Y yo... yo como archivo.
He pasado los últimos días recolectando pedazos.
Conversaciones enteras que no recuerdo haber tenido pero que resuenan en mi voz. Sueños que otros me cuentan y que luego descubro escritos con mi letra. Imágenes que aparecen solas en los muros, en los vidrios, en los espejos empañados, y que sólo yo logro traducir.
No sé si soy la que recuerda...
O la que reescribe.
Hoy encontré una sala debajo del salón principal. No sabíamos que estaba allí. Bajé sola, guiada por una palabra que no pronuncié pero que me quemaba la lengua: "Veritas".
La sala era circular. Sin muebles. Sin ventanas. Sólo un pedestal en el centro y una esfera de cristal suspendida sobre él. Dentro, flotaban letras en espiral, girando lentamente.
Cuando me acerqué, las letras se ordenaron.
Formaban mi nombre.
Y una frase:
"El archivo debe recordar incluso lo que fue silenciado."
Lloré.
No por miedo.
Por responsabilidad.
Charlotte me visitó esa noche. No habló. Se sentó frente a mí mientras yo escribía. Me miró como si supiera que parte de ella ya estaba quedando atrás, convertida en palabra.
Le ofrecí una pluma.
Ella la tomó.
Escribió una línea en mi cuaderno:
"Cuando el viento se detenga, busca la voz en los objetos."
La tinta se hundió en la página. Luego desapareció.
Pero yo la recordé.
La escribí de nuevo.
Y entonces lo entendí: no todo archivo es visible.
Algunos se guardan en el cuerpo.
Jayden me mostró un libro viejo, carcomido por los años. Era de los Dan. En su última página, alguien había escrito con letra apurada:
"El archivo final no es de papel. Es de sangre, hueso y mirada."
Y me tocó. En el pecho.
Donde ahora siento un latido que no es solo mío.
El mundo afuera no ha cambiado.
Las ciudades siguen girando en su ruido y su prisa.
Pero nosotros somos otra cosa.
Y debemos dejar constancia.
He empezado un nuevo cuaderno. Lo llamé "El archivo vivo".
Dentro, no hay fechas ni capítulos. Hay pulsos. Instantes. Ciclos. Voces.
Charlotte me dio pedazos de corteza marcada.
Samanta, susurros escritos en vaho.
Dylan, letras sin alfabeto.
Thomas, silencios que pesan como frases.
Jayden, la historia sin adornos.
Y yo, lo que se hilvana entre todo eso.
Hoy, alguien tocó la puerta de la casa.
Nadie la había tocado en semanas.
Era una niña. Sola. Con los ojos abiertos como si siempre hubiera sabido que esto existía. No habló. Me miró. Sonrió.
Tenía una hoja en la mano.
"Busco el archivo."
La tomé de la mano.
La llevé adentro.
Porque si esto va a continuar...
Si lo que sembramos es Raíz...
Entonces el archivo debe abrir sus ramas.
Y yo estoy lista para enseñarles a recordar.
Editado: 08.07.2025