Narrado por Samanta
Hay días en que me olvido de cómo se camina con pies. Me muevo, sí, pero no toco el suelo. La casa me reconoce como bruma, y cada paso que doy es una curva entre planos. No estoy entre lo visible y lo invisible. Estoy justo donde los dos se miran.
Y allí es donde respiro mejor.
Cuando Coral dijo su nombre verdadero, sentí una fisura en el aire. No un error. Una rendija por donde algo nuevo comenzó a colarse. Lo supe porque el velo se estiró. Y cuando el velo se estira, algo intenta cruzar.
Lo mismo pasó con Vasili.
Lo mismo con Jayden.
Y ahora me toca a mí.
No a decir una palabra.
A sostener lo que viene tras ella.
Hoy la casa me llevó al ala este, la que todos evitaban. Estaba abierta. Dentro había una habitación con techos altos y muros cubiertos de escritura flotante. Las frases no eran estáticas. Cambiaban cada vez que parpadeaba. Se reescribían solas, como si respondieran a mi pensamiento.
Toqué una.
Y una voz me dijo:
—Tú no eres límite. Eres umbral.
Lloré sin saber por qué. No de tristeza.
De reconocimiento.
Charlotte me pidió que la acompañara al borde del bosque. Quería mostrarme algo que solo yo podía ver.
Era una figura.
Hecha de aire torcido. Un fragmento de lo que será.
Ella dijo:
—Esto está intentando nacer. Pero necesita un pasaje. Una forma para no rasgarse.
—Y ese pasaje soy yo —dije.
—Lo has sido desde el principio.
No tengo una palabra.
Tengo una función.
Soy el espacio entre palabras.
El eco que permite que el grito no se rompa.
El soplo entre una nota y otra.
Y en ese espacio, también hay lenguaje.
Hoy me paré al centro del jardín y extendí mis brazos. No habíamos convocado a nadie, pero llegaron. Todos. Los nuevos. Los antiguos. Incluso los que aún no sabían por qué estaban allí.
Y el velo cayó.
Pero no desapareció. Cayó como un telón que baja suavemente para revelar el escenario.
Detrás...
algo esperaba.
Algo que aún no tiene nombre.
Y lo miraré de frente.
Y lo dejaré pasar.
Porque eso soy.
Entre lo que fue...
Y lo que será.
Editado: 08.07.2025