Narrado por Alicia
Hay palabras que no se escriben, se recuerdan. No porque hayan sido olvidadas, sino porque viven esperando que alguien vuelva a nombrarlas desde otro cuerpo, en otro tiempo.
Yo soy ese cuerpo ahora.
Y este es el tiempo.
El bosque canta.
No con melodía, sino con capas. Capas de vibraciones, como si cada raíz tuviera una historia diferente que se activa cuando alguien pasa. Algunas cuentan penas. Otras, pactos. Otras, cosas que pasaron antes de que el lenguaje fuera idioma.
Y yo escucho.
No con los oídos. Con los huesos.
Jayden lo notó primero. Dijo que mi respiración se alineaba con los ritmos del Corazón sin que yo lo intentara.
—Eres archivo, Alicia. Y ahora también... partitura.
Comencé a caminar en espiral. No lo decidí. Fue mi cuerpo quien lo sabía. Cada vuelta me llevaba a un punto más profundo del bosque, y en cada punto una imagen venía a mí:
Una mujer tejiendo con hojas.
Un niño escondiendo piedras con nombres.
Una sombra llorando junto a un manantial seco.
Eran fragmentos.
De mí.
De los que estuvieron antes.
De los que vendrán.
Me detuve junto a una piedra hueca.
Dentro había polvo.
Lo toqué.
Y recordé todo lo que nunca escribí.
No fue doloroso.
Fue como llenar una habitación con luz que siempre estuvo lista para entrar.
Vi a Coral encender su palabra.
Vi a Vasili nombrar su fuego.
Vi a Dylan cerrar su círculo.
Vi a Charlotte...
...romperse para volverse puerta.
Esa noche, reuní todo en un solo objeto:
Un cuenco de barro que moldeé con tierra del jardín y agua del sueño.
Dentro dejé un susurro. No dije qué era. Solo soplé.
Y la Raíz lo selló.
Ahora ese cuenco canta cuando alguien se acerca con la intención de recordar algo que no sabía que había olvidado.
El bosque está lleno de objetos como ese.
Y yo me convertiré en todos ellos si es necesario.
Porque a veces...
el archivo no es lo que queda atrás,
sino lo que prepara el camino.
Editado: 08.07.2025