Narrado por Coral (Azra)
Estaba caminando entre los troncos curvos del bosque cuando escuché mi nombre, pero no como palabra.
Como grieta.
Como una fractura en el aire que me permitió escuchar lo que estaba al otro lado.
No era una voz.
Era un eco de algo que aún no ha sucedido.
Y que ya me estaba esperando.
Jayden me dijo que algunas cosas nos encuentran antes de que tengamos forma para nombrarlas. Que el lenguaje no siempre es anterior a la experiencia. A veces, la experiencia obliga al lenguaje a mutar.
Siento que eso me está ocurriendo.
Mi palabra ya no me contiene por completo.
Azra... está creciendo.
Me acerqué al corazón de la casa sin pensarlo. La Raíz vibraba. Como si quisiera decir algo pero no pudiera decidir a quién decírselo.
Puse mis manos sobre la piedra central.
Sentí una imagen:
Una grieta.
En ella, una semilla negra.
Y alrededor...
una espiral.
Charlotte apareció poco después. Me tomó la mano y dijo:
—No es ruptura. Es nacimiento.
Y entonces lo entendí:
Lo que escuché era el eco de una palabra que aún no existe.
Una palabra que yo...
tengo que parir.
No será fácil.
Cada noche sueño con agua quebrándose. Con voces que me llaman desde un tiempo sin forma. Con figuras hechas de luz que me piden que las nombre.
No tengo alfabeto para eso.
Pero tengo cuerpo.
Y tal vez eso baste.
Hoy Dylan me dijo:
—Estás escribiendo una frecuencia. No un texto.
Y creo que tiene razón.
Porque desde hace tres días, cada vez que hablo, los árboles inclinan sus ramas.
Cada vez que respiro cerca de la piedra, la Raíz cambia su ritmo.
No estoy diciendo.
Estoy afinando.
Y cuando llegue el momento,
la palabra que falta...
será nota.
Será grieta.
Será eco que ya no necesita volver.
Será inicio.
Editado: 08.07.2025