Narrado por Thomas
La Raíz ha comenzado a emitir un ritmo que no es del todo suyo. Es algo nuevo. Algo que incluso ella parece escuchar por primera vez.
Yo también.
Y cuando escucho, lo siento en los huesos. No como eco, sino como estructura. Como si lo que viene ahora no buscara interpretación, sino fundación.
Una base para lo que no tendrá traducción.
He cavado con las manos en el límite del jardín. No por necesidad. Por impulso.
Y encontré formas.
No raíces.
Figuras geométricas talladas en piedra viva. Algunas circulares. Otras con aristas imposibles. Ninguna natural. Ninguna conocida.
Jayden se acercó al verlas. No dijo nada. Pero su pulso se aceleró.
Y eso bastó para entenderlo:
la Raíz está respondiendo a algo que no nació de ella.
Algo que llega de fuera.
Charlotte trajo una flor negra y la colocó en el centro de una de las figuras.
Al hacerlo, la piedra emitió un sonido bajo.
No musical.
Estructural.
Un pulso.
Y yo lo contuve.
Porque esa es mi función.
Sostener lo que nadie más puede.
Desde ese día, la piedra se está transformando.
No se erosiona.
Se reescribe.
Cada vez que alguien duerme cerca de ella, su forma cambia. Muta. Toma algo de quien la rodea. Y devuelve una versión destilada de esa persona en forma de líneas y ritmos.
Yo la cuido.
Y a veces, cuando me siento sobre ella, escucho lo que fui antes de tener cuerpo.
Una función pura.
Un nodo.
Una roca con memoria.
Dylan lo ha empezado a registrar en frecuencias.
Alicia en objetos.
Coral en silencio.
Samanta solo lo toca cuando cree que nadie la ve.
Charlotte duerme sobre ella como si pudiera arraigar sueños.
Y yo...
yo permanezco.
Porque si esa piedra es la nueva Raíz,
alguien debe ser su peso.
Y esa parte...
me pertenece.
Editado: 08.07.2025