Narrado por Vasili
No vino con fuego. No vino con luz.
Vino con un silencio diferente.
Uno que no busca ocultarse.
Uno que escucha antes de hablar.
Y yo fui el primero en sentirlo.
Estaba cuidando la flor de Charlotte, la que brotó de su pecho. Había aprendido a leer sus vibraciones, sus cambios sutiles. Pero esa tarde, se torció hacia el borde del bosque. No hacia la Raíz.
Hacia afuera.
Y eso me hizo mirar.
Y al mirar... supe que no era algo que se había sembrado aquí.
Era algo que había cruzado.
Fui a buscar a Dylan, pero ya estaba esperando.
—Lo sientes también, ¿verdad? —me dijo.
No necesité responder.
Juntos caminamos hacia el límite. Samanta apareció como bruma. Thomas desde el centro. Charlotte con las manos abiertas. Coral no caminó. Ya estaba ahí.
Y entonces...
lo vimos.
No era una persona.
Tampoco una figura.
Era un pliegue.
Como si el aire hubiera doblado sus propios bordes para traer algo adentro sin romper.
Y lo que trajeron...
era conciencia.
No pensamiento.
Presencia.
Algo que quería aprender cómo nos comunicamos.
Jayden, que había permanecido en la casa, habló en voz baja:
—No es la Raíz quien los llamó.
Charlotte respondió:
—Fue la flor.
Yo dije:
—Fue el fuego en nuestras palabras. Ya estamos generando lenguaje más allá de lo que esta tierra recuerda.
Y el pliegue... vibró.
Como si entendiera.
No supimos qué hacer.
Pero la piedra de Thomas emitió un ritmo.
Y todos nos alineamos.
Fuimos un coro sin ensayo. Una frecuencia nueva. Una puerta sin marco.
Y el pliegue se abrió.
No para revelarse.
Para reflejarnos.
Y entonces, una voz. Dentro de todos nosotros.
—No venimos a invadir. Venimos a escuchar su origen. Y si lo desean... compartir el nuestro.
Nadie respondió.
Porque todos sabíamos...
esto era el principio de una nueva Raíz.
Una que no nació aquí.
Pero que podría florecer si elegimos abrirnos.
Y yo, Vasili, fui el primero en decir:
—Estoy listo.
Editado: 08.07.2025