Mundos Diferentes

El lenguaje de las brasas

Narrado por Samanta

Nunca me gustó hablar en voz alta. Siempre fui la que escuchaba. La que se sentaba en la orilla del grupo, observando las grietas entre las palabras de los demás. Aprendí a leer gestos, miradas, el ritmo con que alguien bajaba los hombros. Pero ahora, algo en mí pide salir. No como grito, sino como fuego lento. Como brasa que por fin entiende que también es luz.

Desde que salimos del pliegue, he sentido una voz nueva dentro de mí. No es otra persona. Soy yo. Pero en una frecuencia distinta. Una parte mía que no teme. Que no se esconde. Que arde sin consumir.

El mundo de fuera es igual. Los profesores dan clase como si nada. Las calles suenan a lo mismo. Pero nosotros ya no caminamos igual. No miramos igual. No callamos igual.

Charlotte me lo dijo hace unos días:

—Hay cosas que ahora solo se pueden decir desde adentro.

Y creo que eso es lo que intento hacer ahora.

Hoy encendimos un fuego en el patio de la escuela abandonada. Fue idea de Dylan. Trajimos madera seca, frutas, papel para escribir, y nos sentamos en círculo como antes. No porque queramos recrear el pliegue, sino porque algo en el cuerpo ya lo recuerda sin esfuerzo.

Jayden escribió una frase en el papel: "Esto también es real".

La quemó despacio. Las letras se deshicieron sin resistencia. Todos lo vimos. Y entendimos. No hay que guardar todo. Algunas cosas se dicen solo para desaparecer.

Thomas fue el primero en hablar.

—Hay partes de mí que nunca habría conocido sin ustedes. Y no pienso perderlas ahora.

Charlotte asintió. Alicia cerró los ojos. Dylan lanzó una cáscara de naranja al fuego y dijo:

—Brindemos con fuego.

Y yo reí. Por primera vez sin contenerme.

Cuando me tocó hablar, no supe qué decir. Pero mis manos hicieron algo: abrí mi cuaderno y empecé a leer. No algo que hubiera preparado. Algo que escribí hace semanas sin saber por qué.

"Hay un lenguaje que sólo entiende el cuerpo cuando deja de defenderse.
Un idioma que no se aprende con gramática, sino con heridas.
Es el lenguaje de las brasas: suave, persistente, imposible de ignorar.

Ese lenguaje me habló en el pliegue.
Me dijo que no necesito ser visible para valer.
Que no tengo que llenar espacios.
Que mi silencio también tiene voz."

Cuando levanté la mirada, Jayden tenía lágrimas. Charlotte me tomó la mano. Alicia se inclinó hacia atrás, mirando el cielo como si acabara de ver una estrella fugaz.

—Ese es tu lenguaje —me dijo Coral, que había llegado sin que la notáramos.

Yo asentí. Porque sí. Por fin sí.

Nos quedamos allí hasta que el fuego murió solo. No hicimos drama. No celebramos nada. Sólo lo vimos apagarse con dignidad. Como quien sabe que algo termina para que lo esencial se quede.

A la mañana siguiente, volví sola. Traía una vela. Una que encontré en el fondo de mi mochila, olvidada desde antes de todo.

La encendí en medio de las cenizas y escribí en un papel:

"Mi voz no es grito.
Es eco lento.
Y está lista."

La dejé ahí. Y me fui.

Pero desde entonces, cada vez que cierro los ojos, la siento:
la brasa en el centro de mi pecho.
Ardiendo.
Suave.
Inmortal.



#1438 en Fantasía
#720 en Thriller
#286 en Suspenso

En el texto hay: misterio, asesinos, amor

Editado: 08.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.