La batalla contra los tres líderes demoníacos continuaba con una intensidad feroz. Ken, Aiko y Tobi luchaban con todas sus fuerzas, pero los demonios, aunque debilitados, no se rendían fácilmente.
Azmodan rugió con una furia renovada, sus ataques se volvieron más feroces. "¡No podrás vencerme, humano!" gritó, lanzando una ráfaga de fuego hacia Ken.
Ken levantó su Espada de la Luz, bloqueando las llamas con el Escudo de la Fe. "¡Mi fuerza viene de Dios!" exclamó, atacando con precisión y determinación. Sin embargo, la resistencia de Azmodan parecía interminable, y cada golpe agotaba más a Ken.
Belfegor, aunque herido, seguía liberando su niebla somnolienta, intentando paralizar a Aiko. Ella, con movimientos rápidos y precisos, continuaba esquivando y atacando. "¡No dejaré que tu pereza me detenga!" gritó, lanzando un "Corte Mortal" que atravesó la niebla y alcanzó a Belfegor.
Pero la lucha era agotadora, y Aiko comenzaba a sentir el peso de la batalla en su cuerpo. Belfegor, aprovechando su agotamiento, redobló sus esfuerzos, intentando envolverla en su niebla.
Tobi, con sus portales mágicos, continuaba luchando contra Asmodeus. El demonio, con su seducción y engaños, intentaba quebrantar la voluntad de Tobi. "¿Realmente crees que tu Dios te salvará?" susurró Asmodeus, acercándose con una sonrisa malévola.
Tobi, inicialmente firme, comenzó a dudar. "¿Y si Dios nos ha abandonado?" pensó, su fe tambaleándose. En ese momento de debilidad, Asmodeus aprovechó y atacó con fuerza, atravesando el corazón de Tobi.
"¡No!" gritó Ken al ver a su amigo caer. Tobi, herido de muerte, se desplomó en el suelo, su vida desvaneciéndose. "He fallado," susurró, sintiendo cómo la oscuridad lo envolvía.
Aiko, viendo a Tobi morir, sintió un dolor profundo en su corazón. "¡No puede ser!" exclamó, pero debía concentrarse en su propia batalla.
La situación se volvió crítica. Con Tobi muerto, Ken y Aiko se encontraron en una situación desesperada. Los demonios comenzaron a ganar terreno, y la presencia maligna del Mago de las Pesadillas se hizo aún más opresiva.
La visión del cuerpo inerte de Tobi en el suelo llenó a Ken de una ira abrumadora. Pero esta vez, no era una ira ciega; era una ira justa, una ira alimentada por el dolor de perder a su amigo y el deseo de derrotar al mal. Decidió canalizar esa ira de manera justa, armándose con la Armadura de Dios.
Con un grito de determinación, Ken se preparó para enfrentarse a los demonios restantes, el más poderoso es el demonio de la ira, Azmodan. Su Espada de la Luz brillaba con una intensidad cegadora, reflejando su renovada fuerza y resolución.
Ken se lanzó hacia Belfegor, el Demonio de la Pereza, quien estaba recuperándose de su batalla contra Aiko. La niebla somnolienta intentó rodear a Ken, pero él no se dejó amedrentar.
"¡Cinturón de la Verdad, Coraza de Justicia, Calzado de la Paz!" gritó Ken, su voz resonando con autoridad. La niebla se disipó ante la fuerza que venía de Dios.
Belfegor intentó detenerlo con su poder somnoliento, pero Ken avanzó implacablemente. "¡Tú no tienes poder sobre mí!" exclamó. Con un movimiento fluido, levantó su escudo. "¡Escudo de la Fe!" Y con un golpe decisivo, usó su espada para atravesar el corazón de Belfegor, quien lanzó un último grito antes de desvanecerse en una nube de oscuridad.
Con Belfegor derrotado, Ken se volvió hacia Asmodeus, el Demonio de la Lujuria, quien había asesinado a Tobi. "¡No escaparás de la justicia divina!" rugió Ken, sus ojos se tornaron a rojo , reflejando una ira justa y poderosa.
Asmodeus intentó usar sus poderes seductores para desestabilizar a Ken, creando ilusiones y susurrando tentaciones. Pero Ken, con la Armadura de Dios protegiéndolo, no cedió. "¡Yelmo de la Salvación y Espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios!" declaró, su voz firme y clara.
La espada de Ken brillaba con una luz pura y poderosa. "¡Este es tu fin, Asmodeus!" exclamó, arremetiendo con una fuerza arrolladora. Asmodeus intentó defenderse, pero cada ataque era repelido por la fuerza divina de la Espada de la Luz.
Ken realizó una serie de ataques precisos, moviéndose con agilidad y determinación. Con un último golpe fulminante, atravesó a Asmodeus, quien soltó un grito ensordecedor antes de desintegrarse en un torbellino de sombras.
Con los dos demonios derrotados, Ken volvió su atención a Azmodan. La batalla había sido intensa, pero su ira justa lo había fortalecido. Sabía que el enfrentamiento con Azmodan sería el más difícil, pero estaba listo para lo que viniera.
Mientras Ken se preparaba, a lo lejos, en su santuario, el Mago de los Sueños abrió los ojos durante su meditación. Sintió la pérdida de su hijo, Tobi, y una tristeza profunda lo envolvió. Puso una cara de ira y dijo : se que queda un último demonio y ese lo mataré yo (con mucha ira).
Azmodan, el demonio de la ira, rugió con una furia renovada y se lanzó hacia Ken, sus garras listas para desgarrar. Ken, aunque agotado, levantó su Espada de la Luz y se preparó para el ataque. Pero antes de que el demonio pudiera llegar hasta él, una figura apareció de la nada.
El Mago de los Sueños, con su rostro endurecido por la pérdida de su hijo, se materializó frente a ellos. En un gesto que parecía casi casual, levantó su dedo meñique y lo apuntó hacia Azmodan. "¡Desaparece!" ordenó, y una ráfaga de energía desintegró al demonio en un instante.
Todos se quedaron boquiabiertos, impresionados por la demostración de poder del mago. "No habrá más muertes hoy," dijo el Mago de los Sueños con voz firme y llena de autoridad.
De repente, una risa siniestra resonó en el aire. El Mago de las Pesadillas apareció, su presencia maligna haciendo que el aire se volviera denso y oscuro. Su figura alta y esbelta estaba envuelta en sombras que parecían moverse con vida propia. "Crees que puedes proteger este mundo, pero yo me apoderaré de él con mi poder," declaró con un tono amenazante, sus ojos brillando con una malicia palpable.
Editado: 13.12.2024