Mundos Opuestos

Prólogo

Miska, siempre ha creído que solo los adultos son los que sufren de decepciones, amor y fracasos. Se equivocó. Los niños también sufren desilusiones de muchas formas que no te puedes imaginar. Con tan solamente 8 años de edad, Miska, ha sufrido la peor pena que jamás imagino vivir, donde se dijo así misma que el amor no existe y que los cuentos de hadas únicamente son eso, cuentos. Los adultos suelen mentir a menudo y no te puedes fiar de sus palabras.

Muchas veces Miska escucho a su padre decirle palabras de amor a su madre profesándole una vida juntos por la eternidad, tomados de la mano, sin embargo, nada más, fueron frases vanas que el viento se llevó, y no solamente eso, también se transbordó consigo sus mentiras, sus letras, su léxico e incluido él.

Miska camina directo a la su escuela como suele hacerlo todos los días de la semana pensando en la tristeza de su progenitora, en esas lágrimas escondidas, en ese dolor que disfraza por una sonrisa para que su pequeña no sufra como ella. Está por cruzar la calle que la conduce directo a su colegio cuando escucha el timbre de aquella voz que por mucho tiempo la hizo feliz al otro lado de la acera. Quiere correr abrazarlo, decirle lo que es su vida sin él, lo que su mamá sufre desde su partida.

Lleva un año añorando un abrazo cálido de su papá, una palabra tierna, un beso de buenas noches acompañado de un cuento de princesas, de esos que tanto le gustaban y ahora odia. Extraña a su padre, añora ese hombre que le daba una sonrisa cálida cuando llegaba de su trabajo agotado, pero estaba para ella. Quiere correr a ese hombre, solo que detiene sus pasos cuando nota que una mujer se acerca a su progenitor, no solo, abrazándolo, sino que besa sus labios dándole un bebé que sostiene con ternura como lo hacía con Miska.

La pequeña siente que han destrozado su pequeño corazón en mil partículas. Pudo sentir las lágrimas de su madre formándose en sus pequeños ojos. Un dolor inmenso en su pecho se ha formado y un enojo grande va creciendo en su interior quemando su pequeño cuerpo empuñando sus pequeñas manos llenas de ira.

Un sentimiento oscuro la invade en estos momentos que no puede contener. Quiere golpear al mundo entero para calmar ese dolor que la invade y quema como fuertes llamas, y no tiene seguridad de que pase pronto. Pues su madre sigue sufriendo después de un año entero.

No quiere sentirse así, menos llorar por esa persona que no lo merece, al contrario, quiere tener una gran sonrisa para su madre y que su mundo brille como lo hacía antes de su partida. Quiere que ella viva sin él.

Miska se encuentra frente a ese hombre que miles de veces llamo padre, quien la mira con esos inmensos ojos llenos de ternura como solía hacerlo en casa cuando llegaba a su encuentro con su familia. Anton Koskinen, le sonríe a su pequeña, como solía llamarle, abriendo sus brazos para recibirla en su pecho.

— Miska, pequeña, ven a saludar a papá. — Dice el hombre agachándose a la par de la pequeña — ¿Cómo estás? Ella es Aleksandra y él es tu hermanito, Antti.

Sin pensarlo, Miska, golpea el rostro de su patriarca.

— Tú no eres mi padre — Grita la chica derramando algunas lágrimas — Y… ese bebé no es mi hermano. Te odio. Odio que me abandonarás junto con mi madre. Estás muerto para mí, Anton.

La pequeña corre con todas sus fuerzas dejando que sus lágrimas broten de sus ojos empapando su uniforme sin importarle arruinarlo. No quiere ir a la escuela y no está de ánimos para asistir. Por su parte, opto por tomar un camino contrario al instituto adentrándose al bosque buscando el sonido del lago que calma sus demonios, el ruido de los árboles que la hace respirar con calma. Puede sentirse aliviada sin dolores.       

Miska se pierde en las aguas cristalinas lanzando rocas pequeñas para que reboten como sapos sintiéndose un poco más desahogada, en especial, cuando escucha el susurro del viento soplarle sus mejillas. No piensa en nada, solo en el ahora. Arrebata sus lágrimas con odio.

— Hazlo más despacio o lastimarás tus ojos — Habla una voz masculina llamando la atención de Miska. — Pequeña.

Miska, busca de detrás de ella esa voz, a sus alrededores, dentro del agua, en todos lados, no encontrando a nadie cerca. Cuando cree que está escuchando fantasmas vuelve hablarle.

— Buscas en lugares equivocados, pequeña. — Dice esa voz pidiendo que mire hacia arriba — No directo al sol, sino hacia mí.

El chico baja de un árbol cayendo al lado de Miska que lo mira atónita detallando su vestimenta. Por ese uniforme que lleva puesto, deduce que es un chico adinerado, muy diferente a ella. Él le sonríe con gracia.

— No me llames, pequeña. Tú nada más eres un niño igual que yo. No eres adulto.

Suelta una carcajada.

— Me llamo, Jarko Mäkinen Virtanen ¿Y tú? — Pregunta esperando una respuesta que no llega por parte de Miska — No te voy a comer como el lobo se come a Caperucita roja. ¿Vives cerca? ¿Has escapado de casa o de la escuela? ¿Vienes aquí a menudo? ¿Por qué lloras?

— Muchas preguntas para responderle a un desconocido.

— Mi maestro nos dice que los hombres hacemos muchas preguntas, más que las mujeres, porque son más maduras que nosotros.

— Es inteligente. Me llamo,  Miska Koshinen Nieminen, desconocido.

— Un gusto, Miska. Solo has respondido una de mis preguntas. Debo irme. Te haré un regalo para que no llores más, y me recuerdes, desconocida. Recuerda sonreír… la vida es bella… eso es lo que dice mi madre.        




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