Mundos Opuestos

3.

Actualidad.

Miska, recoge los medicamentos para sus hermanos que muy amable Antti le ha ayudado a conseguir con su padre caminando directo a su casa recordando que debe lavar la camisa de ese engreído nórdico de mirada fría recordándole aquel hombre que conoció en la estación de autobuses diez años atrás.

Su madre le entrega las maletas al encargado del bus, esperando el ingreso al aparato para emprender su nuevo viaje cuando nota que su progenitora se tensa llevándola a ella detrás de su espalda observando por un tramo pequeño aquel hombre de traje gris con una mirada fría que da miedo.

Es inteligente, señora Nieminen. Le deseo una gran vida en Laponia y espero no verla de nuevo por aquí. Recuerde mis palabras y cuide bien de su hija. Edúquela a no mezclar las clases. No somos iguales, Sirkka.

Creo que mi hija tiene más educación que usted, señor. Si nos permite debemos abordar un autobús. Vino a comprobar con sus propios ojos que nos vamos y no dañaremos a los de su clase con nuestra mugre, tan solo, que los podridos son ustedes, no nosotras.

Jyrki, levanta su mano para abofetear a Sirkka que lo mira con el ceño fruncido retándolo a que la golpee. Únicamente escucha un gruñido de su parte volviendo a su auto marchándose del lugar.

Estaremos bien, mi niña. Todo saldrá bien.

Esas fueron las dulces palabras de su madre, nada más, que nada volvió hacer igual.

Ambas han pasado por muchas cosas desde que se alejaron de la capital buscando refugio en Laponia, un sitio mágico que les ha ofrecido refugio y un poco de dignidad humana. Han atravesado muchas pruebas. Se han visto rechazadas por muchos sitios sin ninguna  explicación.

Su madre consiguió trabajo como empleada doméstica en un pequeño hospital que la admitió, por su parte, la recibieron en una escuela pequeña de solo niñas siendo rechazada por muchas chicas, hasta que conoció tres chicas que no solo le brindaron apoyo, sino su amistad hasta el día de hoy.

Los días de gloria de su madre como administrativa se esfumaron como la espuma nunca rindiéndose. Al cabo de unos años de soledad, conoció a Aleksi, un gran hombre que la amo desde la primera vez, dándole ese calor de padre que su patriarca le negó olvidándose de su imagen.

Entre los tres formaron una familia armoniosa que con el tiempo creció sumándose dos pequeños más que son la alegría de esa casa. No han sido tiempos fáciles para ellos, pero el amor, lo puede todo. No necesitan de riquezas si están todos juntos y se aman como familia atravesando las adversidades.

Miska, se adentra a su casa saboreando el olor a pollo guisado con verduras, ese que tanto le gusta, hecho por las manos de su mamá. Saluda a su padrastro con un beso en las mejillas, al igual que lo hace con su madre y sus hermanitos. Le entrega el paquete a su progenitora para que le dé las medicinas a sus pequeños soles.

— ¿De quién es esa camisa, Miska? Tuya no es… a menos… que seas un chico.

Todos soltaron una carcajada por el comentario de Sirkka.

— Es de un idiota que se metió en mi camino y he derramado unas bebidas encima de él y me ha puesto la tarea de lavarla por 2 mil euros. Eso le he cobrado. No soy su empleada.

— ¿Por qué has hecho eso, Miska? No te he enseñado de esa forma.

— Me ha insultado, y no pensaba tolerarlo, mamá.  Mil euros son nada para él, tiene dinero.

— Miska…

— Iré a quitar esta mancha. Estoy algo cansada.

— Lo haré por ti, hija. Ve y date una ducha para luego cenar. Por tu enojo puedes empeorar la camiseta y ella no tiene la culpa por lo idiota que es su dueño.

Ella la mira fijo dejando la prenda en la mesa pasando a su habitación a tomar una ducha relajante. Mientras se calienta el agua en la tina, se viene a su cabeza esa mirada helada, esos ojos cristalinos, ese perfil suave y misterioso a la vez, esas cejas tupidas, esos labios carnosos, ese pelo largo castaño. Esa rebeldía que denota a su paso. Cierra sus ojos para borrar esa imagen de ese niño engreído y arrogante.

Cuando el agua está en su punto se mete por completo en la tina sintiendo como su cuerpo se calienta calmando el frío de su cuerpo. Deja su mente en blanco libre de los pensamientos que la atormentan con su pasado.

 

El nórdico se adentra a su cuarto junto a su primo con una furia que no entiende. Esos ojos azules se le atraviesan por el medio recordando como ese castaño besaba sus mejillas sonrojadas. Cierra sus ojos dando un puñetazo a la pared tras la mirada intensa de su primo Eikki.

— ¿Pasa algo, Jarko? Desde que nos subimos en el carro no has mencionado palabras alguna y tienes un humor. Es por culpa de la mesera.

— ¿Crees que ella pueda crearme un pensamiento, Eikki? Que poco me conoces, primo. — Argumenta el castaño negándose a pensar en ella sabiendo que es prohibida. No es de su misma clase social — Iré a caminar un poco. Quiero despejar mi mente de muchas cosas.

— ¿Quieres que te acompañe, Jarko? No conocemos mucho el sitio.

— No necesito un perro guardián, Eikki. Por mucho tiempo he tenido uno por órdenes de papá, quiero algo de espacio. Volveré pronto.




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