2017
Pasado...
-Feliz cumpleaños, princesa-felicito Steven. Como cada año.
-Siempre tan puntual-digo con una sonrisa en mi rostro.
Steven desde que tengo uso de razón ha sido de los primeros en felicitarme en mi cumpleaños, es aquel que siempre está para mi sin pedir nada a cambio, aunque a él le paguen por ayudarme y una que otra vez a mi hermana.
-Algo bueno tenía que haber en este castillo. Hablando de otras cosas, su madre la espera abajo, luce diferente, ¿le hiciste caso en algo?
-No Steven, no sé si le emocione que cumpla diecisiete. Tu sabes cómo es, podría asegurar que se debe a algo que a nadie le conviene, solo a ella y a mi padre, tu entiendes.
-No seas tan negativa, pensemos positivo, tal vez tu padre aceptara que...
Lo interrumpo, no toleraría volver a oírlo. -No, ni lo digas, él nunca lo aceptara.
-Princesa, por favor, inténtelo, pueden salir buenas cosas de ello-comento a la vez que me agarraba el rostro, di una casta caricia, que me hizo cerrar los ojos. Parecía que él tuviera miedo en romperme, como si me tratara de algo valioso.
-Tu puedes irte de aquí-dije. Mordí mi labio inferior para intentar contener las lágrimas. Los recuerdos amenazaban con salir.
-Mientras tu estés aquí no me iré.
Aquel recuerdo, salió.
-Vete, huye del castillo-grite con lágrimas en los ojos.
Me miro por última vez y corrió, evitando que alguna cámara o vigilante lo viera.
-Hija, ¿Por qué lo dejaste ir? –grito mi padre agarrándome por los hombros-contesta.
-Pap...
No termine al sentir el impacto de su mano en mi cara.
Volviendo a la realidad, sintiendo como mi corazón se rompía.
-Retírate-ordene. No quería seguir en aquello, él debía hacer su vida, entre más lejos estuviera del reino norte, todo sería mejor.
Solo asintió y se salió de la habitación. Dejándome sola en aquellas cuatro paredes, las cuales era mi refugio, mi lugar seguro. Sentía como todos los recuerdos volvían a mí.
Me sentí patética, la única que me daba luz era mi hermana, aquella chica de ojos cafés. Me sentía patética, mis lágrimas comenzaron a caer, me acosté de lado, sintiendo como cada lagrima tocaba mi rostro, oí que alguien abrió mi cuarto. Era Layna, mi hermana, no dijo nada, solo se recostó conmigo y me abrazo.
No quería saber nada mas de mi vida.
[...]
- ¿Ya me dirás que sucede? –pregunta Layna, aun acariciando mi cabello. Sentía una opresión en el pecho, que linda forma de empezar tu cumpleaños.
-Lay, por favor no preguntes, no quiero hablar de ello.
Me pare y sentí como me mareaba, tuve que agarrarme rápidamente del tocador. Al verme al espejo, no solo estaba mentalmente destrozada, sino que lo estaba físicamente. No era la primera vez que me había sentido así en mi vida.
Layna estaba parada, columpiándose en sus pies, con sus manos atrás, viéndome como una simple espectadora, esperando un movimiento de mi parte para atacar.
-Si quieres ya vete-la corrí. Sentía como mi cabeza palpitaba, el dolor de cabeza me estaba matando.
-No-respondió firme.
-Adiós-al ver que no se movía, continúe-: que te vallas.
Solo la miraba sin decir nada, de un momento a otro sonrió sínicamente.
-Haidee, ya para de todo esto que estás haciendo. ¿Crees que no oí como corriste a Steven? Él siempre ha estado para ti, ¿tu cuando has estado para él? Nunca y lo sabes. Sé que soy una niña, pero tú con tus diecisiete años, te comportas como una pubertad, ya acéptalo nuestros padres son una mierda, puede que nunca seamos felices, pero tú no eres la única que está perdiendo-dio un golpe al tocador-, ¿crees que a mí no me van a casar con el que les de su gana? Lo harán, ten en cuenta, nosotros no somos una familia, solo somos un simple ajedrez y lastimosamente nosotras somos los peones.
Me quede callada ante, lo que había dicho y era cierto, completamente cierto.
Ella tenía razón.
-Pero sabes que es lo peor, lo único bueno que tenías, no estará siempre-se dio la vuelta, la agarre antes de que tocara la perilla.
-No te vallas, tu no-susurre. Aunque no era mi intención hacerlo, era la poca fuerza que tenía.
Me abrazo. Era la primera vez que ella decía un par de palabras, siempre se mantenía en silencio con un libro en mano, nunca la había visto llorar, ella mantenía una sonrisa ante los problemas, ella siempre había sido de pocas palabras, decía solo lo suficiente.