2020
Actualidad…
Mi mirada fija en el altar, viendo como dos enamorados estaban a punto de ser esposos. Lo que me dolía era no ser yo ya que estuviera a su lado, sino ella.
-Me prometes que nos vamos a casar cuando estemos grandes-pidió Steven, con aquella sonrisa la cual, para algunos era fea por no tener los dientes perfectos, para mí era la más hermosa y genuina.
-Te lo prometo.
Yo no fui la que no cumplió aquella promesa, yo no fui la que fallo.
Pensábamos que sería yo la que rompería la promesa, la cual yo tome muy en serio, yo te amaba, pero nunca me miraste como mires a aquella rubia de ojos azules. Nunca tuviste ese brillo en tu mirada.
Ella es luz, yo soy oscuridad, ella mueve tu mundo, yo solo lo estancaba.
Me siento feliz que tu hayas podido encontrar tu felicidad fuera del castillo.
-Acepto-exclamo Steven con una sonrisa y un brillo en sus ojos los cuales nunca había admirado. Solo apreté la mano de mi hermana, la cual me daba fuerzas para no salir de la iglesia.
Por favor no te cases, aquellas palabras quedaron estancadas en el poso de todo lo que me he callado.
Perdón padre, rompí tu regla, me enamoré.
Mi corazón comenzó a acelerarse, mi respiración comenzó a volverse cada vez más pesada, mis ojos se cristalizaron, apreté el agarre que tenía con mi hermana, ella solo me miro y con su pulgar quito aquella lagrima que no sabía que había salido.
Para después darse un beso. Se notaba aquella pasión que había en él, nuestros besos nunca fueron aquello, lo de nosotros eran secretos, había temor en ellos, había un sentimiento de prohibido, para el yo era un fruto prohibido y lo supo usar.
Gracias por usarme.
Odiaba estar en la realidad, añoraba aquella realidad ficticia.
Me quede viendo mis tacones, no quería seguir ahí, pero nunca dejaría solo a Steven, menos en un día tan feliz para él. Tenía que aceptar aquello, si lo quería tanto como decía, no me interpondría en su relación, no podía obligarlo a tener un amor secreto conmigo. El no merecía un amor a medias, en el peor de los casos, el no merecía ser el amante, el merecía el amor más grande y genuino.
- ¿Estas bien? –pregunta mi hermana en un simple susurro.
- ¿Tú crees que lo estoy?
-No. Si tú me dices que nos vallamos, nos vamos, puedo inventar que tengo cólicos, tu dime vámonos, yo me invento algo para irnos.
-No quiero irme, quiero estar para el como siempre él lo estuvo para mí, se merece estar con esa rubia, ¿no se casó conmigo por no tener los ojos azules? –pregunte.
-Tienes unos ojos bellísimos, nunca fallaste, solo fueron las circunstancias, solo fue el destino, no ustedes.
-Valla mierda de destino que tengo.
Al paso de los minutos la ceremonia se había acabado, la mirada de Steven se encontró con la mía, su mirada mostraba felicidad mezclada con confusión, solo sonreí.
-Valla mierda de destino que tengo-repetí. Mi hermana lo miraba a él, para después verme, yendo su mirada de un lado a otro.
-Tenemos hermana, tenemos.
Steven y Megan-su esposa-comienzan a caminar hacia nosotras. Todavía no me sentía lista para aquello, mis piernas comenzaron a temblar. Megan al tenerme enfrente dio una leve reverencia, a lo cual me sorprendí, me tomo desprevenida aquella acción.
-No ocupas hacerlo Meg-valla apodo-, es tu boda-exclamo Steven. Al oírlo inevitablemente mi mirada fue a él. Se miraba demasiado guapo, su cabello castaño perfectamente cambiado, portaba aquel traje que le regalé por su boda, fui tan masoquista que me ofrecí en aquello, aunque verlo con el ahora puesto, era más doloroso que aquella vez que estuve con él.
- ¿Cómo se me ve? –pregunto Steven. Dio una vuelta en su lugar enseñándome el traje.
Soy demasiado masoquista en seguir aquí, pensé.
-Muy lindo.
Volví a la realidad al oír su pregunta:
- ¿Cómo les parecía la ceremonia? –pregunto la rubia con una sonrisa en su rostro.
Dolora, quise decir.
-Linda-mentí. Me obligue a sonreírles.
-Me pareció muy íntima-respondió Layna. Ella era única para dar una respuesta, era demasiado mala ocultando la verdad.
-Qué bueno que les haya gustado princesas-comento Megan con una sonrisa en su rostro.
Comenzó a sonar mi celular, lo saque de mi bolso, veo el nombre de mi madre en pantalla. Ella nunca me llama, debe ser alguna urgencia.
-Me dan un momento-pedí. Camine yéndome a un lugar solitario del lugar y conteste.
- ¿Qué sucede madre? –pregunte.
-Tu...tu padre, no...no me recuerda-tartamudeo-, él no sabe quién soy, yo sé que en algún momento pasaría, pero ya va más de una hora y el no recuerda, está muy paranoico, porque no sabe ni donde está.
-No reconocerá a nadie...
Aquella frase se repetía en mi cabeza. Pudo haber sido el peor padre, pero nunca le tuve algún resentimiento, en mi corazón no cabía aquel sentimiento.
Corrí al lugar en el que se encontraba mi hermana, la abracé, salió un sollozo de mi parte.
- ¿Qué pasa? Me estas asustando.
-Nuestro padre, llego a la tercera etapa-confesé, sintiendo un nudo en mi corazón. Steven solo me mirada, pareciera que tiene un dilema si abrazarme o no.
Hazlo, por favor.
-Perdonen, pero nos tenemos que ir, que sigan teniendo una linda noche, dile a tu padre, que mañana valla, ahora no lo ocupamos que se quede contigo-ordene. Agarre la mano de mi hermana, el chofer noto nuestra acción para irse rápidamente al carro.
Mire atrás, él estaba ahí, nuestras miradas se juntaron.
Ahí note que ya no me querías, me había vuelto adicta a aquella mirada, a aquella sonrisa, pero toda promesa, se fue.
Al paso de los minutos llegamos al pasillo, nos abrieron las puertas para entrar. Al estar adentro mi hermana comenzó a correr a donde se oían gritos.
-Aléjate de mí, no sé quién eres-grito mi padre. Al entrar noto como mi hermana retrocede negando con su rostro, mi madre está en una esquina llorando. Mientras que el personal solo mira asombrado aquella escena.