“No hay miedo como el que ya se ha probado, del que se conoce el sabor, el olor y el tacto”—. Dolores Redondo.
Hay historias que han de helar tus huesos hasta convertirlos en simples copos de granizos. Algunas envían sensaciones inexplicables a través de todo tu sistema, inculcándote ese don para poder meditar todas las decisiones que has llegado a tomar hasta la actualidad. Otras hacen que tu cabeza explote por toda aquella taciturna inefable que transporta a tu mente a un desasosiego etéreo. Sin embargo, hay cuentos narrados por pequeñas niñas asustadas del monstruo que se encuentra oculto en el armario u incluso del que está debajo de la cama; el cual está esperando anhelosamente que ponga un pie fuera de la guarida para poder atormentarla, incluso en sus más profundos e vigorosos sueños esperanzadores. Extendiéndole la mano como si de sus más fieles amigos se tratase, vociferando oraciones con dobles intenciones ocultas, y aquel, aquel que lleva el mismo torrente sanguíneo que corre por sus venas, es quien más ha de experimentar aquella indescriptible hipocresía exasperante.
Porque no hay nada más triste que llevar dentro de ti una exorbitante tormenta acompañada de estruendosos truenos y relámpagos vigorosos, quienes se mezclan con las turbulentas aguas que la llevaran al peor de todos los calvarios, debido a la mente tan desigual que ha de portar el frasco que ha creado un ser supremo. Callando por miedo a ser escuchada y que cada martirio vuelta a tomar vida, hundiéndola aún más en su miseria personal cargada de sonrisas falsas y palabras huecas con intención de que no hayan preguntas demás.
Y aquella criatura que alguna vez llegó a amar de la forma más incondicional posible, porqué era aquel que le tendía su mano de palma cálida, sacándole incontables sonrisas y risas. Llenándola de inauditos momentos que jamás han de borrarse de su mente, por más que pasen miles de vidas, cada uno de ellos se han plasmado, adjuntándose a su memoria como aquellos inexplicables dibujos elaborados con tinta permanente de brillantes colores incandescentes.
Porque muchas veces llegó a leer, hasta llegar al punto de comprender lo que venía con aquellas palabras que llenó cada recóndito lugar de su anatomía de un esperanzador consuelo, haciéndole entender que a pesar de que el entorno esté vacío, hay algo más para mostrar con gestos monótonamente neutrales y emociones que han sido profundamente encerradas dentro del envase de cristal, debido a que no todo lo que brilla es de oro porqué en algunas ocasiones es una luz natural que desprende el ser más inestable, roto y perdido. Aquel que ha extraviado la guía segura hacia el lugar que ha de llamar hogar, y la luminosidad que ha de acompañarla la dejó sola infundiéndola en una fría oscuridad desolada e escalofriante, que está cargada de miedos enmascarados, y una vil crueldad demoledora. Le dio la espalda cuando más la necesitó, dejando que ella misma viva con cada una de ellos; guerreando diariamente con cada uno de los atormentadores demonios que la han escoltado personalmente hasta el brillante sol de hoy.
“Una visión sin acción, es un sueño. Tú debes encargarte de hacerlo realidad, esa será tu nueva meta de vida. Esforzarte por derrotar a todos los demonios que quieren destruirte, a alzar la voz cuando nadie quiera escucharte, ríe cuando tu día es completamente gris, levanta el rostro cuando sientas que no puedas más.
Sé que es toda una paradoja extraña crecer y enfrentarte a la rudeza de la vida real, tal vez no será fácil el proceso, pero estoy plenamente consciente de que puedes hacerlo.
Puedes ser tan grande como quieras ser, sólo debes esforzarte para conseguirlo. Porqué los sueños son como las estrellas; puede que nunca las atrapes entre tus manos, pero sí la sigues, te llevarán a tu destino extraordinario” —. M.L. Rivero.