“No me importa si llorar es bueno o malo, simplemente no le voy a dar, a esos demonios que me lastiman, el honor de ver mis lágrimas”—. M.L. Rivero.
Cuando cayó, se desarmó. Se quebró los huesos en el pavimento que había decorado de niña con unas corredizas tizas de diversos colores.
Al caer, sus ropas se desintegraron y se volaron con sus amigos de los buenos tiempos. Y mientras yacía allí, tirada con muy pocas ganas de seguir, miró a su alrededor; su piel manchada con tinta invisible que formaba palabras de miles de voces. Estridentes ecos que oía, incluso cuando estaba dormida y soñaba con un mundo lleno de colores brillantes; ellos vociferaban a la vez:
—Digas lo que digas, estará mal.
—Hagas lo que hagas, no bastará.
—Tu bondad, es falsa.
—Tu dolor, es manipulador.
—No tienes sentimientos.
—Estás vacía.
—No sirves.
—No eres, ni serás suficiente.
Cuando aún estaba en el suelo, soñó con máquinas del tiempo que la llevaran al momento exacto en que las cosas más significativas; que la han marcado de por vida, sucedieron, con la vaga intención de hacer algo para no sentirse de la misma manera en la que lo hace ahora. Rabiosa e impotente.
Visualizó grandes planes de venganza que le dieron vida a largos párrafos que construyen un narcisista y psicópata libro de más de trescientas páginas. Y sin duda, fantaseó con un amor que realmente tuviera un significado, no solo la ilusión de algo nuevo que cambie su vida para siempre.
Y cuando por fin se levantó, lo hizo despacio. Evitando los lugares que frecuentaba y esquivando lo más posible aquellas tinieblas que aún la reclaman. Temerosa de palabras vacías y promesas falsas que se las lleva el viento como unas simples cenizas. De hombre encantadores, dandis con dedos señaladores, y planes para hallar el amor rápido.
Se puso de pies, con desolada sabiduría. Se adentró en el oscuro y salvaje océano, hasta el cuello. Se bañó en su quebrantamiento, dijo una plegaria en agradecimiento por cada grieta en la armadura que no sabía que necesitaba, hasta ahora. Porque erguida y tenaz junto a ella había un amor que realmente tiene un significado, no solo la ilusión de algo.
Y para cuando emprendió el camino a casa, oyó el eco de nuevas palabras inspiradoras e constructivas: “Que tu corazón aún pueda romperse, pero que no lo rompa la misma persona dos veces”.
Y aún más fuerte: “Sin tu pasado nunca habrías llegado, tan maravillosa y brutalmente, por designio o por violenta y exquisita causalidad… hasta aquí”.