Aquella mañana, Jack despertó más tarde de lo acostumbrado. Le pareció extraño que su esposa no lo hubiese despertado como acostumbraba hacerlo. Era domingo, pero aun así no le gustaba salir de la cama hasta esas horas. Y ni siquiera lo había llamado para desayunar.
Los dos vivían solos, pues sus hijos se habían casado, aunque de vez en cuando los visitaban. Y ese será un día de esos. Sus hijos vendrían de visita y aunque Sara, su esposa se lo habían informado, Jack comenzaba a perder un poco la memoria. Sara tenía que recordarle uno que otro detalle, pero al parecer, esa mañana fue a ella a la que se le olvido algo. Despertar a su esposo.
Después de vestirse, Jack se dirigió a la cocina donde sabía que su esposa le estaría esperando para desayunar. Pero Sara no estaba ahí y tampoco ninguna clase de desayuno servido en la mesa. Pero lo que sí vio en esta fue un muñeco. A Jack le pareció extraño ver un muñeco en la casa pues no había niños ahí que jugaran con esas cosas. Pero eso no fue lo que le pareció lo más raro, sino que el muñeco era igual a él. Era como ver a un Jack en miniatura. Aunque eso no era lo peor de todo, sino que aquella cosa estaba tiesa, como si estuviese hecho de cera; y entre las cosas que Jack recordaba, estaba la lectura de ciertos libros donde se decía que las brujas usaban muñecos hechos de cera para ejecutar maldiciones contra las personas.
Es una bruja, pensó Jack.
Sara es una bruja y este muñeco de cera es para lanzar contra mi un maleficio.
Asustado, pero a la vez lleno de furia por lo que acababa de descubrir, Jack tomó un cuchillo y fue en busca de Sara.
Poco después, los dos hijos de la pareja habían llegado a visitarles, tal y como Sara lo había dicho. Cada uno de ellos había llegado con sus respectivas familias. Ya habían tocado a la puerta, y al no recibir respuesta se preocuparon. Forzaron la chapa y entraron a la casa.
En una de las habitaciones vieron a su padre, cuchillo en mano, sentado en el suelo y junto a sí, el cadáver ensangrentado de Sara. Jack lloraba sin poder contenerse.
Al sentir la presencia de sus hijos y de los demás, dijo:
Era una bruja. Estaba haciéndome un “trabajo” con el muñeco de cera.
¿Muñeco de cera?, preguntó uno de sus hijos. ¿De qué estás hablando?
Del muñeco de cera que está sobre la mesa de la cocina.
El hijo se dirigió a la cocina. Ahí, sobre la mesa, vio el muñeco que su padre le había dicho.
Al regresar a la habitación donde se encontraban los demás junto a su padre y el cadáver se su madre, se dirigió a Jack y con el muñeco de cera en la mano le dijo en un amargo grito:
Este no es un muñeco de cera, es un muñeco de azúcar. Hoy es tu cumpleaños y mi madre habría pensado adornar con él tu pastel.
Fin
Editado: 28.01.2019